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‘Cosas buenas que parecen malas’

¿Cómo manejas tus adicciones socialmente aceptadas?

Mariguana, alcohol, cocaína, apuestas compulsivas o trastornos alimenticios son algunas de las razones por las que he referido a un centenar de pacientes a clínicas de rehabilitación. Bien dicen que no hay que hacer coas malas que parezcan buenas y eso es precisamente lo que sucede con ciertas conductas peligrosas que parecen inofensivas. 

En temas de adicciones es importante entender la diferencia entre uso, abuso y dependencia. Una persona que sale un sábado a bailar, se toma dos mojitos y puede perfectamente parar de beber, entra en la categoría de uso. El abuso es cuando cada vez que bebe (sin importar la frecuencia) termina hasta atrás y con lagunas mentales. Y la dependencias es cuando prácticamente todos los días consume, aunque cumpla con tus responsabilidades al día siguiente. 

‘Cosas buenas que parecen malas’

¿Por qué una persona se hace adicta?

Porque no quiere enfrentar su realidad. Se resiste a encarar el dolor, la insatisfacción, la frustración o la sensación de impotencia. El consumo de sustancias o recurrir a conductas aparentemente inofensivas, se convierten en el pretexto perfecto para no enfrentar el problema. Es por esta razón, que la raíz de cualquier compulsión es una causa emocional. 

Gente revisando el celular cada tres minutos, personas con vigorexia (adictas al ejercicio), workaholics (adictos al trabajo), hombres pegados a los videojuegos o mujeres con las tarjetas de crédito sobregiradas por las compras hechas en internet son algunas de las conductas compulsivas y que aparentemente no le hacen daño a nadie pero que terminan por afectar terriblemente a muchas familias, organizaciones, amistades y parejas.

Si te parece una exageración, dime tú qué harías en los siguientes casos:

1. Es miércoles, tu esposo llega de trabajar, cena e inmediatamente enciende su Xbox y se queda jugando hasta las 3:00 am y al día siguiente le cuesta trabajo levantarse para ir al trabajo (cabe mencionar que es la décima vez que sucede en las últimas tres semanas.) 

2. Cuando la familia se reúne a comer los domingos está establecida una regla: “nadie puede llevar sus celulares a la mesa” y tus dos hijos adolescentes se ponen de un genio negro, intolerantes, con una actitud desafiante y jetas hasta el suelo haciendo insufrible el convivio familiar. 

3. El marido trabaja como loco, al grado de que cada año decide mandar a la familia a vacacionar sola porque él se siente indispensable en la oficina. O clásica esposa que le encanta apostar en línea o hacer algunas “compritas” por internet y que por su compulsión a las compras ha llevado a número rojos las cuentas bancarias. 

Fácilmente podrás darte cuenta de que algunas de estas conductas parecen inofensivas y otras son consideradas como virtudes en la sociedad. Comentario de una mamá a su hija que está harta de ser ignorada por el marido workaholic: “Mijita, no es posible que te quieras divorciar, él es un hombre muy trabajador y todo lo que hace lo hace para el bienestar de la familia”. Comentario de una mamá a su hijo el mayor que es muy firme en la disciplina con sus hijos: “Mijito, no seas tan duro y tirano con las criaturas, dales el celular, no ves que si no se los das no pueden estarse sosiegos”. 

Notas como muchas conductas las vamos normalizando, volviéndonos permisivos hasta que un día estamos con un problema del tamaño del Everest por no haber sabido poner límites a tiempo (a los demás o a uno mismo) y es cuando te das cuenta de que una conducta está gobernando tu vida. El que algo sea socialmente aceptado (o aplaudido) no significa que no pueda ser peligroso. Si eres valiente, pregúntales a las personas que te quieren si notan alguna conducta en ti que consideren compulsiva y pon cartas en el asunto antes de que tu vida termine dominada por ella.  Como dijo Confucio: “Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos”. #Anótele

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