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Carta de un león a otro

Éste es el título de una vieja canción que conocí hace poco escuchándola en la excelsa voz de mi amigo Juan Carlos Cadena. De la autoría de Chico Novarro, les recomiendo ampliamente escucharla, la encuentran en Youtube.

Se trata de una carta que le escribe un león que vive en un zoológico, a su hermano que trabaja en un circo, y hace algunas reflexiones muy profundas que me gustaría compartirles parafraseando la letra de la canción, modificándola para ponerla en prosa, pero sin perder la esencia de lo que dice. Tomándome esa atribución, y agregando un poco de mi cosecha, quedaría entonces así:

Carta de un león a otro

La carta

“Hola hermano león. Ha pasado mucho tiempo desde que te escribí la última vez. Te pido perdón, pero la verdad es que no había tenido ganas de escribir. Me he sentido triste últimamente y en realidad no estoy seguro del motivo; tal vez es este encierro que me oprime, tal vez es la comida, o quizá los muchos años que he estado ya cautivo.

Créeme que si no fuera por los niños que vienen y me transmiten algo de su alegría, tal vez ya me habría dejado morir de hambre. Esta no es vida para alguien que nació para reinar en la selva, ¿no crees, hermano?

Quiero pensar que a ti te va mejor, paseando por el mundo, aunque ya me decías en tu carta anterior que tu domador te hace trabajar más de la cuenta y se ensaña a veces contigo. Creo que eso es algo muy típico de la especie humana; muchos de ellos tienen hambre de poder y alma de villanos, y se enseñorean de nosotros, aunque para hacerlo necesiten una silla en una mano y el lacerante látigo en la otra. Y a veces, al sentirse poderosos con esas armas en las manos, se vuelven crueles y despiadados.

Ahora quisiera compartirte algo que últimamente he notado; los años de encierro me han vuelto observador, y me he percatado de que hay un cambio entre la gente; al principio pensé que era un fenómeno aislado, pero cada vez lo percibo en más cantidad de personas. Me refiero a la mirada de la gente. ¿Sabes? Su mirada no es la misma de hace tiempo, su mirada ahora es diferente. Siento que hay tristeza en ellos, tal vez preocupación, no sé, pero sus ojos han perdido ese destello que solían tener, y más parece que son ellos los cautivos y no nosotros, los que estamos en las jaulas. No creo equivocarme al pensar que tienen miles de problemas que les están robando la alegría. Hermano, pienso que los hombres son quienes viven ahora en una selva, solo que es una selva de piedra y mármol. Yo sé lo que te digo, lo he podido sentir, su aire está viciado de humo y muerte y creo que no podemos imaginar hasta dónde los llevará esa hambre de poder que antes mencionaba, pues pienso que esa es la fuente de sus problemas.

Ojalá tuviera voz humana para darles la solución. Yo sé cuál es y tú también lo sabes: Volver a la naturaleza. Estoy seguro que esa sería su mayor riqueza. Volver a vivir las leyes naturales que fueron establecidas cuando este mundo se creó: El respeto por sus semejantes; el no tomar más de lo que necesitan; el vivir en armonía y en equilibrio con principios y leyes que aseguran la sana convivencia, tal como hacemos los así llamados animales salvajes. En la naturaleza, tú lo sabes hermano, ahí no hay un zoológico de gente. Viviendo en armonía con esas leyes, las personas podrían amarse libremente, y la paz y tranquilidad podrían volver a sus miradas y a sus vidas.

Cuídate hermano, y ayúdame a orar para que las cosas entre los humanos tengan solución, después de todo, también ellos son nuestros hermanos. Ayúdame a orar para que ellos finalmente entiendan que el mal no se redime sin cariño, el mal solo se enfrenta con amor. Te saluda con entrañable amor filial, tu hermano.”

Mi reflexión

Pienso que el consejo y la visión de este sabio felino los necesitamos con urgencia hoy. Hoy, cuando vemos con más frecuencia esas miradas perdidas. Hoy, cuando las noticias en los diarios a veces nos hacen dudar de quiénes merecen más los términos de “animales” o “salvajes”; si las fieras o los humanos. 

 Pienso que esta sabiduría animal la necesitamos más que nunca. Ojalá estuviéramos dispuestos a aceptarla antes de que sea tarde, y los barrotes de las jaulas que nosotros mismos hemos creado, se cierren para siempre.