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Alimentemos el espíritu

En algunas encuestas sobre las prácticas religiosas de la sociedad, un creciente número de personas responden que son espirituales, pero no necesariamente religiosas. En otras palabras, no practican la religión en la que crecieron o a la que pertenecen sus padres ya sea cristiana, budista, judía o musulmana. Pero sus respuestas indican que si creen en un ser superior, creador de la vida y el orden del universo.  

A propósito del tema, el Dr. Robert Cloninger, psiquiatra de la Universidad de Washington, en su libro “Sentirse bien: la ciencia del bienestar” , caracteriza a las personas espirituales como aquellas que experimentan una conexión con las personas que los rodean, las que se preocupan por la conservación del planeta, aquellos que piensan que son parte de algo ilimitado y sin fronteras de tiempo y espacio, que aman lo mismo las flores que retoñan en primavera como ver a sus amigos, que creen en los milagros y aceptan que hay cosas que no pueden ser explicadas de forma científica.  

Alimentemos el espíritu

Las reglas generales para conectarse al mundo espiritual, según lo explica el Dr. Cloninger, son las siguientes: conectarse con el presente, ceder el control, ser agradecido, rezar o meditar, disfrutar de la naturaleza, actuar con compasión y aprender a reír. Vivir el presente es importante, pues nos permite saborear los momentos de la vida, sin estar prejuiciados por lo que ha pasado, ni estar ilusionados por un futuro que no sabemos si se concretará. 

Vivir un día a la vez, es todo lo que podemos hacer, pues de nada sirve estar reviviendo el pasado, ni pensar que las cosas serán de tal o cual manera en el futuro, pues solo lograremos frustrarnos al enfrentar la realidad. Ceder el control, o mejor dicho, la ilusión de que tenemos el control de las cosas, haciendo siempre todo lo que esté a nuestro alcance para lograr nuestras metas, pero si dejamos el resultado final a Dios, o al creador del Universo, viviremos libres de angustia, y desarrollaremos la fe, que es esencial para llevar una vida espiritual rica. Agradecer continuamente las bendiciones que recibimos para recordar todo lo bueno que tenemos, aun en los momentos difíciles o al enfrentar algún fracaso, hay que agradecer por la vida. 

El rezar o meditar no tiene que tener una hora o un lugar específico, como rezar de rodillas al pie de la cama como cuando éramos niños, debe de ser un dialogo con Dios, donde expresemos nuestros sentimientos honestamente, con la realización que seremos escuchados. El disfrutar de la naturaleza nos permite gozar el mundo natural, ese que ha sido creado por Dios, y que está ahí para todos, tanto pobres como ricos pueden disfrutar de las flores, el sol, la lluvia, etc. La compasión con la que actuamos, desde como escuchamos a los demás, hasta como ayudamos a los más necesitados, nos deja más a nosotros interiormente que aquellos a los que ayudamos, no existe acto más espiritual que ayudar a otro sin esperar nada a cambio. 

Y por último, hay que aprender a reír, hasta de tus problemas, aquella persona que vive la vida con una sonrisa reparte felicidad y alegría a su alrededor, pues la risa es contagiosa. Sea cual sea tu manera de expresar tu espiritualidad es la correcta, pues nadie puede señalarte al camino, es algo personal y único, que tendrá como frutos la posibilidad de vivir con serenidad, sabiendo que el ser humano trasciende lo material y se vincula a todo a través del alma.

…Y recuerda que Dios te ama y yo también. 

Monseñor Juan Nicolau, Ph.D. STL. Sacerdote jubilado de la Diócesis de Brownsville. Es terapeuta familiar y consejero profesional con licencias.