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Sacerdote jubilado, Diócesis de Brownsville

No hace mucho la separación de un famoso actor de su tercera esposa ocupó los titulares de todas las revistas que uno ve casualmente en los pasillos del supermercado, no se diga en los programas de entretenimiento, y aunque da pena como esto trivaliza el concepto de matrimonio, a la vez ha sacado a la luz todo el sistema de creencias de la Cientologia, y como se utiliza todo un equipo de relaciones públicas y un ejército de abogados para acallar lo más pronto posible cualquier escándalo que involucre su “religión”, Sin embargo, lo que ellos pregonan con sus actos no corresponde a ninguna religión, sino más bien a una secta.

Etimológicamente hablando, la palabra secta se deriva de la raíz latina “secare”, que significa cortar, y también de “sequor” que significa seguir; entonces una secta es un grupo que se separa y aísla del mundo siguiendo las directivas de un líder. 

Sacerdote jubilado, Diócesis de Brownsville

En sociología se determina como secta a un grupo constituido por personas que se someten voluntariamente a un sistema común de creencias. Esta definición va mas allá de los conceptos religiosos, pues este fenómeno sectario puede darse en términos ideológicos, políticos, o hasta de estratos sociales. 

Por ejemplo los grupos neonazis de los cabezas rapadas (skin-heads) que se han desarrollado en Europa y que desgraciadamente tienen seguidores en nuestro país, tratan de revivir los ideales racistas de Hitler, su máximo líder, o los talibanes que escudándose en principios fundamentalistas y extremos, despojan completamente a la mujer de cualquier derecho, relegándola a ser una propiedad exclusiva de los varones de su familia.

La diferencia entre las sectas y la religión, específicamente en nuestro contexto cultural de sociedad mayormente judeo-cristiana, es que el cristiano busca estar en comunión con Dios y con sus semejantes, no se aísla del mundo, el cristiano trata de llevar la buena nueva del evangelio a través de sus actos a todo el que quiera escucharlo sin forzar a nadie a compartir sus creencias, disfruta de su libre albedrio, aún y cuando a veces se equivoca, el cristiano se sabe libre para amar a Dios y sus semejantes.

En cambio el miembro de una secta vive en una prisión, sujeto a la voluntad del “líder”, quien poco a poco le va nublando la razón, convenciéndolo que cualquier acto inmoral o torcido tiene justificación ante Dios, aun y cuando atente contra la moralidad y la salud física y mental de sus propios miembros.

No debería sorprendernos que hoy en día existan este tipo de grupos, si nuestras familias están rotas, desintegradas, si los padres no predican con el ejemplo, si los jóvenes no escuchan otra cosa que canciones que hablan de odio, y están tan acostumbrados a la violencia que hasta tienen juegos de video en donde gana quien mata más gente.

Cuando el ser humano se encuentra tan desmoralizado es fácil que caiga en las manos de falsos profetas, impostores de la verdadera fe que les prometen una vida diferente, ordenada, sin la “contaminación” del mundo, claro que olvidan decirles que deberán seguir sus ordenes y beneficiarlo a él.

Pensemos que el ser humano ha nacido con el deseo de vivir, de amar, de ser amado, deseo de variedad, y sobre todo con el deseo de pertenecer, por eso si no siente que pertenece a una familia buscara a otra clase de grupos que suplan esta necesidad. Como familia y comunidad debemos estar listos a dar la bienvenida a cualquiera de nuestros hijos que andaba como oveja extraviada y que desea regresar al hogar.

…Y recuerda que Dios te ama y yo también.

Monseñor Juan Nicolau, Ph.D. Sacerdote jubilado de la Diócesis Católica de Brownsville. Es consejero profesional y  terapeuta familiar con licencias.