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¿Por qué no tiene sucesor Paco de Lucía?

En el décimo aniversario de su muerte, los tocaores que acompañaron al músico en sus giras explican por qué su figura es irrepetible

Paco de Lucía en una fotografía de estudio.¿Por qué no tiene sucesor Paco de Lucía?

En el inicio fue el padre, Antonio Sánchez Pecino. Luego, el hermano, Ramón, que antes de irse al servicio militar heredó la tarea de enseñar y proteger a un pequeño tocaor que acabaría siendo el mejor guitarrista flamenco de todos los tiempos. Lo recuerda César Suárez en una de las últimas biografías publicadas sobre él, El enigma Paco de Lucía (Lumen, 2024), donde se explica, entre otras cosas, que la evolución fue tan rápida que en pocos años Ramón de Algeciras pasó de ser maestro a ser segundo guitarrista de su hermano, nueve años más joven.

Él fue el primero de los segundos, un papel que tuvieron otros seis músicos que formaron parte, en distintas etapas, de alguna de las bandas que montó el autor de ‘Entre dos aguas’ para dar sus recitales por el mundo. Con todos, a excepción de Ramón, fallecido en 2009, y José Jiménez, El Viejín, que no ha dado declaraciones, habló Babelia para saber por qué, 10 años después de su fallecimiento, Paco de Lucía sigue sin sucesor. Y eso que se lo busca con ahínco desde el 25 de febrero de 2014, el día que murió, a los 66 años.

La superdotación que detectó su hermano mayor es una de las cualidades de Paco de Lucía que destacan los entrevistados. Pero, antes de seguir, ¿qué es un segundo guitarrista? “Es un papel muy importante porque mantienes el ritmo, el eje principal de lo que se interpreta, y conlleva que te repliegues para que el solista pueda desplegar todo su arte”, resume Juan Manuel Cañizares, que en los años noventa formó un trío de guitarras con José María Bandera y Paco de Lucía, con quien compartió 10 años de escenarios. Él, que ya entonces era solista, reconoce que “era mucha responsabilidad, porque hablamos de unos niveles musicales de relojero, niveles milimétricos de ritmo”.

La dimensión de esa responsabilidad se entiende aún mejor cuando se escucha a qué velocidad tocaba Paco de Lucía, aunque como recuerda Dani de Morón, que lo acompañó en la gira del disco Cositas buenas, ninguna de sus escalas vertiginosas era gratuita, estaban al servicio de la composición y la expresividad. Cañizares amplía: “Matizaba las frases como quería, era como un mago. Era algo muy genuino y luego, el alma que le ponía a cada nota. Porque la nota hay que darla, pero eso es solo la mitad de esta historia, la otra mitad es cantarla. Y yo he visto pocos músicos con ese nivel”. Niño Josele explica lo mismo de una forma muy sencilla: “Paco cantaba con la guitarra”. Por eso, este tocaor almeriense, que pasó una década actuando con el maestro, decidió acompañarlo, como había acompañado en el pasado a Rancapino o Enrique Morente: como si fuera un cantaor.

De ese modo, Niño Josele buscaba su manera de hacer las cosas, pero también esquivar las comparaciones. Por eso, al preguntarle qué pensó cuando leyó en el que Chick Corea lo señalaba como el sucesor de Paco de Lucía, responde: “Pensé que me iba a arruinar la vida”.

La búsqueda del heredero, nunca de la heredera, pero ese es otro tema, ha sido una constante entre periodistas y aficionados estos años, pero podría decirse que nunca entre los guitarristas. Menos aún entre quienes tocaron con él, que afirman, sin dudar, que suceder a Paco de Lucía es hoy imposible.

Lo hacen dando argumentos musicales, no usando palabras como “duende” ni “genio”, vacías si no se explican. Además de la musicalidad mencionada, los segundos de Paco de Lucía hablan de todo lo que aportó a la guitarra flamenca. “Cuando la música empezó a grabarse en digital y se veía la onda en la pantalla, permitiéndote modificar la pieza rítmicamente, él la alteraba de una manera... que cambió la historia de la guitarra totalmente”, dice Dani de Morón, que entró de lleno en su obra a los 16 años, con Luzia (Universal, 1998), y no podía creer que el instrumento que escuchaba fuera el mismo que tocaba él. “Bulerías en la menor, unos tangos en mi bemol... era fascinante”.

Cañizares también habla de sus composiciones: “Elevó el nivel técnico y artístico de la guitarra flamenca a una altura sin precedentes. Cada disco es una producción nueva, aplicó un concepto de producción, de contexto, con un sentido de obra. Y hacer eso con una guitarra flamenca es muy difícil”. Recuerda Niño Josele que esa misma inquietud artística llevó a De Lucía a mezclar el flamenco con el jazz, la música brasileña, la cubana o meterse, como hizo en su último disco, Canción andaluza (Universal, 2014), con la copla. Y el motivo por el que introdujo el cajón peruano en el flamenco o instrumentos tan extraños en aquel momento como una armónica.

  • Con esos elementos logró darle a la guitarra un papel independiente del cante y el baile, algo que ya había hecho uno de los ídolos de Paco de Lucía, Sabicas, al darle un sitio a la sonata solista en los años cincuenta del siglo XX. Pero si el navarro dio a conocer al público estadounidense que una guitarra flamenca podía llenar un teatro y un escenario (y especialmente Nueva York, donde esta semana se celebra a modo de homenaje el Paco de Lucía Legacy Festival), el de Algeciras extendió eso al mundo entero.

También aportó algo de sus propias manos, uno de esos detalles que pasan desapercibidos para el oyente de paso pero que contribuyeron a hacer único a Paco de Lucía: “No solo cantaba con la guitarra, es que tenía una forma de acompañar, de rasgar las bases que servían de acompañamiento a los demás, de forma que no solo tocaba la guitarra sino que hacía de percusionista”, explica José María Bandera, sobrino y otro de sus segundos.

Son detalles que lo convierten en un músico detallista y completo, uno que sin haber estudiado música fue llamado “el Paganini del flamenco” (por su virtuosismo) o, directamente, Mozart, por el cúmulo de habilidades que lo adornaban —pensar musicalmente, componer, abrir caminos o ejecutar— y que llevaba a la práctica a un nivel inalcanzable para el resto.

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Camerino de Paco de Lucía en una gira por Francia en 2011.


El mejor director de orquesta

Pero cuando sus tocaores hablan de maestro no se refieren solo a sus capacidades musicales pues todos cuentan anécdotas de las que se infiere un líder. La manera en que elegía a sus segundos guitarristas es un ejemplo que también habla de una inquietud constante. A Cañizares lo vio tocar con 13 años, lo alabó y no le perdió la pista hasta que lo llamó casi diez años después para pedirle que fuera con él. “A Paco le llegaban grabaciones de todos sitios, estaba al tanto de lo que hacíamos todos”, explica el músico de Sabadell sobre una faceta que refleja que, a pesar de su conocida timidez, no era un artista solipsista.

Lo mismo hizo con Niño Josele: “Yo era un crío, le toqué un poco por soleá, su palo favorito, y le dijo a mi padre que si seguía tocando así, me iba a regalar una guitarra y llevarme con él. Tardó 20 años, pero lo hizo”. Un golpe de oído le bastaba a Paco de Lucía para saber si un chaval tenía algo que decir con las seis cuerdas: “A mí me dio un día los acordes de ‘Entre dos aguas’ para que los aprendiera. Luego, me preguntó si me sabía el picado de una de sus canciones, me pidió que lo tocara y después de escucharme, me dijo: ‘Dile a tu madre que te vienes a Ronda”, rememora Bandera sobre la primera vez que tocó con su tío, a los 14 años.

Sobre el escenario, más enseñanzas. “Cada noche era una masterclass”, explica Cañizares. Y la benevolencia. “Su figura imponía mucho, él lo sabía. A mí, cuando me equivocaba en el escenario me decía: ‘Ole, Jose Mari’ y se reía. Yo me cabreaba, pero eso me espoleaba. Ya no cometía ese error nunca más. Tenía mucha psicología”, cuenta Bandera. Antonio Sánchez, otro de los segundos y también sobrino, afirma que la relación personal con sus músicos era muy importante para su tío, que a pesar de ser muy perfeccionista, no era severo: “Nos dejaba volar”.

De ese carácter da buena cuenta otra biografía reciente, Paco de Lucía. El primer flamenco ilustrado, de Manuel Alonso Escacena (Almuzara, 2024). En esas páginas se recogen declaraciones de la primera esposa del guitarrista, Casilda Varela, en las que habla de “una inteligencia superlativa” y también de un hombre que jamás decía “hoy he tocado bien”. Lo confirma Niño Josele: “El primer año que toqué con él hicimos 108 conciertos. Solo de uno salió conforme consigo mismo”.