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Contra la juventud feliz

Elisa Levi trasciende la literatura ‘millennial’ con su primera novela, un retrato generacional de jóvenes tardíos sin raíces

Peatones en una calle de Tokio.Contra la juventud feliz

Tanto la promoción de “Perdida en un bol de cereales”, el libro de poemas con el que Elisa Levi se dio a conocer hace tres años, como la de “Por qué lloran las ciudades”, insisten en una lectura en clave millennial: juventud y una posible subversión en tono menor.

Imagino la alegría del editor que descubriera el talento de Levi para sintonizar con un objetivo del mercado y a la vez, dejar pequeñas las etiquetas “juvenil”, “popular” o, por el contrario, “serio” y “adulto”. La juventud es la materia que nutre la literatura de Levi, pero desde su primer libro de poemas la autora nada entre dos aguas: la juventud contada desde adentro y con la distancia de una inteligencia autocrítica.

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LA OBRA

“Por qué lloran las ciudades” toma el modelo de un relato arquetípico: Ada, la narradora, viaja a Japón para participar en el entierro de Denis, su amigo, su hermano electivo, su gemelo espiritual. Este viaje supondrá un encuentro con sus propios miedos familiares según se adentra en la crónica de los últimos días de su amigo y su suicidio por amor.

Ada llena cuadernos con escritura en un presente que señala su obsesiva búsqueda de la tranquilidad. Su estilo es urgente y con chispazos líricos. A veces, las repeticiones (los tics de la narradora, su cuerpo problemático) remarcan su inadecuación en el mundo. En otros momentos se intercalan poemas y el cuaderno del viaje y el cuaderno de poemas confluyen en un artefacto que homenajea una tradición japonesa híbrida, pero desde dentro de la forma novela.

Porque no son los poemas de Levi, una poeta, por cierto, extremadamente sutil, sino los oportunos poemas de la narradora, Ada y cumplen la función de objetivar la carga emocional que esta se niega: “y me veo en la necesidad de tener que elegir entre tu recuerdo y el recuerdo del dolor que me has causado”.

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UNA VERDAD QUE TIENE QUE SER CONTADA

En “Por qué lloran las ciudades” es constante la necesidad de verter un vacío en fórmulas narrativas preexistentes, en una tradición hecha de libros, canciones y películas. De hallar una forma de sentir “presentable”, ya que por dentro persiste la “obsesión por dejar atrás nuestros yos tóxicos y malheridos”.

Esa huida y esa búsqueda “se nos nota en la forma de vestir”, escribe la narradora. Es decir, la “pose” es a la vez lo profundo, el síntoma de una enfermedad llamada juventud y de una identidad obsesionada con pensarse grabada por una cámara, imitando la secuencia de una película. Y en este sentido también Japón funciona como exacto correlato de ese minimalismo emocional, tan narcisista: los escenarios son tratados con un estilo esquemático, sin apenas detalles descriptivos.

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RETRATO DE UNA GENERACIÓN

“Por qué lloran las ciudades” es una novela primeriza con imperfecciones que la autora sabe convertir en virtudes, pues todo parece vivir y ser sentido por primera vez. A la vez, con este retrato generacional de jóvenes tardíos sin raíces, huérfanos o abandonados, tímidos exiliados en países extranjeros, que odian, aman y temen a sus familias, Levi trasciende la literatura millennial y entona un non serviam de estirpe romántica que se emparenta con el fatalismo generacional de un Werther o el “desorden y dolor precoz” de Thomas Mann, tradición que Levi revive con intensidad e inteligencia.

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“Por qué lloran las ciudades”,la nueva novela de Elisa Levi.




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