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´Religión, Rey y Patria´: los orígenes contrarrevolucionarios de España

Una inteligente reelectura del pasado y evalúa con argumentos sólidos el papel histórico de los procesos de politización reaccionarios de finales del siglo XVIII y principios del XIX

Fernando VII, 1808, retratado por Francisco de Goya.´Religión, Rey y Patria´: los orígenes contrarrevolucionarios de España

El periodo de la historia de España que hemos conocido durante mucho tiempo como de crisis del Antiguo Régimen, acompañado en muchos casos de una cronología delimitada por los años 1808 y 1833, ha sufrido una importantísima revisión en los últimos lustros.

Un par de aspectos sintetizan adecuadamente la relectura a la que los historiadores han sometido dicha etapa.

MONARQUÍA

En primer lugar, una mirada americana, que ha mostrado la imposibilidad de entender lo ocurrido en la Península al margen del resto de la antigua monarquía católica.

Responde el segundo aspecto a la desideologización y la crítica de las visiones teleológicas aplicadas a la génesis de la contemporaneidad. Ni lo acaecido era lo único que podía ocurrir, ni una línea inexorable condenaba a unos a la derrota y a otros a la victoria, ni los individuos del pasado conocían, desde su presente, el futuro.

  • La incertidumbre de la época no puede ser sustituida por la supuesta racionalidad del historiador. Ello ha obligado a ajustar cronologías y temporalidades, así como a introducir nuevas lógicas y a replantear los paradigmas de la revolución, recuperando, al tiempo, todas las paradojas contemporáneas de lo reaccionario.

Pedro Rújula es uno de los principales autores españoles que han acometido esta transformación historiográfica. Empezó estudiando el primer carlismo y poco a poco ha ido extendiendo sus trabajos hasta finales del siglo XVIII, aunque con especial dedicación a la guerra de la Independencia y al Trienio Liberal.

Su nuevo libro constituye una magnífica muestra de profunda e inteligente relectura del pasado. La España contemporánea, sostiene el autor con sólidos argumentos, no sólo tiene orígenes revolucionarios, sino también netamente contrarrevolucionarios.

Los procesos de politización que tuvieron lugar en esta última línea, inaugurados en 1793 con la guerra de la Convención y que acabaron desembocando en la década de 1830 en el carlismo, constituyeron una parte fundamental de la historia. Religión, rey y patria sintetizaban bien el horizonte político y cultural de muchos españoles en aquella época apasionada y turbulenta.

Los efectos de la Revolución Francesa se hicieron sentir con fuerza en España y abrieron un ciclo de guerras contrarrevolucionarias, exteriores en los albores (1793-1795; 1808-1814) e interiores o civiles a partir del golpe de Estado de Fernando VII, en 1814, y la emergencia de la fractura realismo-liberalismo que el carácter nacional y monárquico de los conflictos precedentes había disimulado (1822-1823; 1833-1840).

Para comprender a cabalidad lo ocurrido en aquel medio siglo escaso, un par de cuestiones resultan esenciales. El patriotismo monárquico, en primer lugar.

La monarquía absoluta de Carlos IV y Fernando VII no vivió un ineluctable proceso de debilitamiento, sino que consiguió renovarse y reforzarse a través de un patriotismo reaccionario de raíz realista, eficaz escudo frente a la amenaza revolucionaria foránea.

Tanto en 1793 como en 1808 se fomentó exitosamente la movilización popular y la identidad entre monarquía y pueblo. Incluso la ausencia del rey no iba a conllevar su desaparición como elemento político central. El relato de 1814 rezuma populismo. Corresponde el segundo tema a la guerra como factor de politización y de aprendizaje.

Las armas supusieron, entre finales del siglo XVIII y principios de la centuria siguiente, la entrada súbita de muchos españoles en el territorio de la política. Las experiencias personales y colectivas no se echaron en saco roto.

El abuso de una visión intelectualizada de la política y la reducción de la guerra a lo militar no nos dejan ver en ocasiones la realidad. Pedro Rújula nos transmite, en este libro espléndido y altamente recomendable, la necesidad de dejar hablar a los tiempos, a un ayer, en fin de cuentas, tan distinto y distante como irrepetible. 



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