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‘Yo tengo un sueño’

El 28 de agosto de 1963, se llevó a cabo la famosa manifestación por los derechos civiles conocida como Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad

Uno de los discursos más sólidos y enjundiosos que fueron pronunciados durante esa vibrante época de tensiones que fue la década de los sesentas, se debe a la inspiración y la oratoria del reverendo Martín Luther King, quien en esta fecha; pero, de 1929, vio por primera vez la luz en Atlanta, descendiente de una familia de pastores de la Iglesia Bautista. Sus palabras siguen teniendo el mismo fragor y vigencia.

”Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra”. Realidad cruel.

‘Yo tengo un sueño’

Siguiendo la carrera de su abuelo y de su padre, Luther King obtuvo la licenciatura en Teología por el Crozer Theological Seminary de Chester, el 1951. Ese mismo año comenzó a cursar el doctorado en Teología sistemática por la Universidad de Boston. Cuatro años después, en 1955, consiguió el título de Doctor en Filosofía. Durante su estancia en Boston conoció a Coretta Scott, con la que casó, en 1953. Tuvieron 2 hijos y 2 hijas: Yolanda King, Martin Luther King III, Dexter Scott King y Bernice King.

“1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás”. 

El 28 de agosto de 1963, se llevó a cabo la famosa manifestación por los derechos civiles conocida como Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad. En ésta, Martin Luther King acudió representando a la Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano y fue cuando pronunció su inmortal discurso “Yo tengo un sueño”, en él expresó su deseo de conocer una América unida en la que fuera posible vivir en igualdad. “Sueño que un día, el estado de Alabama, cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas. ¡Hoy tengo un sueño! Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano...”. El 14 de octubre de 1964, Martin Luther King recibió el Premio Nobel de la Paz; con 35 años de edad, fue el hombre más joven en recibir el galardón. El 4 de abril de 1968, mientras descansaba en la terraza de un hotel de Memphis, fue asesinado por un segregacionista. Martin Luther King murió a los 39 años; su sueño aún vive.