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Lo que se ve no se juzga

El que se mete al agua, se moja; así de simple. Negarlo no tiene ningún efecto porque la realidad se impone a los criterios del declarante. Lo mismo ocurre con la economía nacional, en la que hay, como en la olla de la tamalera, de dulce, de chile y de manteca. 

Unos por perversos, otros por convenencieros y un tercer grupo por ignorantes, se ha desatado una ola de declaraciones que sitúan la hacienda de México en un pozo cercano a la recesión, esto es, a la economía negativa.

Lo que se ve no se juzga

'Ton's', como dijo el ciego, hay que ver. Hasta hace un año se decía que la economía de México era boyante y en crecimiento porque las ganancia de los magnates que controlan el país había crecido. Hubo uno que, sin dar golpe, a base de puro chanchullo, logró las inimaginables ganancias de 23 mil millones de dólares en un año, lo que lo llevó a la primera posición entre los ricachones del planeta. No pudo sostenerse; pero, sigue batallando con negocios turbios en todas las ramas.

Al mismo tiempo que el señor ganaba en un año los 23 mil millones de dólares, un alcalde de la zona rarámuri de Chihuahua (rarámuri se llama ahora a los tarahumaras, luego de aquella película que muestra su miseria ancestral), denunció que los padres de familia preferían tirarse a los acantilados de la sierra con toda su prole, antes de verlos morir de hambre y de sed. De inmediato, la televisión se apareció en la zona para desmentirlo y mostrar a los niños y mujeres rozagantes.

La realidad, que fue tachada de mágica por no decir otra cosa, permitía que las grandes fortunas se amasaran con el sudor de los trabajadores y las lágrimas de sus familias porque el dinero del jornal no alcanzaba para poner manteca a los frijoles. 

La Constitución dice, textualmente que: "Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos. 

Los salarios mínimos profesionales se fijarán considerando, además, las condiciones de las distintas actividades económicas"; sin embargo, el salario mínimo oficial era de sólo 86 pesos.

Un buen ejercicio de congruencia y surrealismo hubiera sido obligar a los miembros de la mafia del poder, auténtica e innegable pesadilla de los mexicanos, a salir a la calle con únicamente 86 pesos en la bolsa. A ver qué podían hacer. El crecimiento económico era de alrededor del 2 por ciento; pero, ese dos por ciento se concentraba en la pantagruélica riqueza de los 30 de a 25. El resto de los aborígenes quedaba al margen y, aunque pareciera increíble, pagaban con su miseria ese 2 %.

Llegó el gobierno de la Cuarta Transformación, que busca hacen más justa la distribución de la riqueza que genera la mano del trabajador, y los ricachones han soltados sus jaurías para decir que el país está a punto de recesión y que pronto vendrá la bancarrota. ¡Pamplinas! El país está mejor que nunca y los indicadores socioeconómicos así lo demuestran, la macroeconomía, para empezar una revisión efectiva, goza de cabal salud: el peso estable, más reservas en el Banco de México y con niveles de inversión nacional y extranjera al alza, sobre todo en donde se requieren recursos.

En los medios no comprometidos, que en el planeta México vuelve a ser un referente de los nuevos tiempos, se señalan tres indicadores claves de la fortaleza de la economía nacional: existe un superávit fiscal primario, lo que indica que no se está echando mano de más recursos para cumplir compromisos del Estado; crecimiento de la inversión privada del 22 por ciento, con tendencia al alza por los proyectos factibles y confiables del gobierno; alza real de los salarios.

Jonathan Head, subgobernador de Banco de México explicó que: "Lo que está pasando en el país, difícilmente se puede comparar de una recesión; si la producción manufacturera va al alza; no ha subido sustancialmente el desempleo y los salarios medios han registrado aumentos no observados en mucho tiempo, no puede hablarse de recesión". Existen indicadores mixtos, con exportaciones lentas al último trimestre, volatilidad en la industria de la construcción, ligada a una caída continua en producción de petróleo, junto a la política de austeridad del gobierno de AMLO.

Pero, no se necesita ser economista, funcionarios al servicio del gran capital o de gobierno para ver que la economía va bien, aunque con la resistencia de los intereses creados. Basta con salir a la calle, ver los restaurantes e ir a las tiendas para ver que el consumo popular se ha acrecentado por los programas sociales del gobierno que buscan revertir la tendencia de proteger al rico, para ayudar a los que nada tienen.

Con el lápiz en la mano, aún si la economía dejara de crecer al 2 por ciento de los años previos, estaría mejor que nunca. Unos cuantos dejarían de ganar enormes caudales, para que los muchos puedan comer tres veces al día. Eso es justicia social, eso es redistribución de la riqueza.