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Prosperidad compartida

Durante la administración federal anterior, se modificaron los indicadores socio-económicos de tal suerte que no reflejaran la terrible situación que padecen los aborígenes luego de las 'medidas dolorosas, pero necesarias', que les fueron impuestas por los gobiernos neoliberales a partir de Miguel de la Madrid, quien es el autor de esa frase infamante. Cayeron los salarios y crecieron las fortunas de los miembros de la cofradía del capitalismo de amigos, llamados la mafia del poder.

Ahora, tanto en México como en España y en mayor o menor medida en los países del mundo occidental, la tendencia es en el sentido de humanizar al capital y de lograr una prosperidad compartida que evite los extremos de la desigualdad, como recomendaba Morelos al señalar que una de las funciones del Estado es moderar la indigencia y la opulencia. Más ricos y menos pobres, fórmula sencilla que se puede lograr con el reparto equitativo de la riqueza entre capital y trabajo.

Prosperidad compartida

Según el Banco Mundial, la medida de pobreza oficial de México incluye indicadores monetarios y no monetarios, con un indicador monetario de bienestar (medido por el ingreso por debajo de una línea de la pobreza definida a nivel nacional) como una dimensión y el acceso a bienes sociales y servicios de otra dimensión. Para ser considerado pobre en México, una persona tiene ingresos por debajo de la línea de pobreza y tiene al menos una privación en términos de vivienda, infraestructura, educación, salud, seguridad social o la seguridad alimentaria. El extremadamente pobre tiene ingresos por debajo de la línea de bienestar mínimo y sufre tres o más privaciones.

Visto desde la perspectiva de las estadísticas, resulta espeluznante que haya un México oculto en el que las personas no ganan ni el miserable salario mínimo y, además, carecen de los servicios esenciales para una vida sostenible, esto es, que sigan con vida y no caigan muertos de inanición o enfermedad en la vía pública, como de tarde en tarde exhibe la televisión, mientras un grupo de mexicanos disputa los primeros lugares en las listas de multimillonarios en revistas especializadas.

Con cien pesos al día, ¿quién puede vivir?; con 172 en la frontera, ¿pueden cubrirse todas las necesidades de las familias? Y, con el agregado infamante de que los potentados se niegan a pagar esos salarios de hambre y están convocando a la resistencia para evitar que el nuevo gobierno haga valer el derecho de los trabajadores a tener una vida digna, con un ingreso que cumpla con las disposiciones de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. ¡Que haya justicia!

Así como en México se propone una justa retribución del trabajo y el ajuste de éste a las normas internacionales que señalan como jornada máxima 8 horas diarias con un día de descanso, en otras latitudes viene ocurriendo lo mismo. Lo acaba de señalar el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, quien expresó que: "Un reto será crear puestos de trabajo estables, de alta calidad y a largo plazo porque muchos jóvenes siguen atrapados en contratos temporales. Cuando un país ha hecho grandes sacrificios, llega un momento en el que la gente reclama una recompensa. Y llega la hora de subir salarios. No es ilegítimo aumentar el salario mínimo si se hace de una forma que no perjudique a la salud y la fortaleza de la economía". Ni 'pa'onde' hacerse.

De igual manera, la presidente de la Cámara de Representantes en el Congreso de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, ha señalado que este cuerpo no respaldará la renegociación del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte, ahora llamado USCMA, si éste no contempla una nueva legislación laboral en México que permita un alza salarial significativa. Y no es que la señora Pelosi tenga muy buen corazón o que esté a favor de los trabajadores mexicanos, sino que los bajos salarios en las empresas trasnacionales instaladas en México hacen una competencia desleal.

Cuando los regímenes neoliberales hablaban de la prosperidad del pueblo mexicano, era un insulto muy parecido a la mentada; ahora puede hablarse de prosperidad, refiriéndose a los ricos muy ricos que han resultados ganones en la noche obscura del capitalismo salvaje y feroz, pero, sólo como referencia para que sea compartida con quienes han debido apretarse el cinturón.