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Se engaña el que quiere

Aunque resulta casi imposible negar los efectos del capitalismo salvaje en el mundo moderno, hay quienes todavía se empeñan en oponerse y resistir a los cambios que son imperativos si el ser humano quiere pervivir como especie en un mundo globalizado que ya no puede soportar más atentados en contra de los sistemas tróficos y los ecosistemas de que dependen todas las criaturas que pueblan el planeta. Hasta los más recalcitrantes adalides de la economía de mercado reculan arrepentidos.

No ha mucho que George Soros, el controvertido magnate aseguró que: "la desatada intensificación del capitalismo del laissez-faire y la diseminación de los valores del mercado en todas las áreas de la vida está poniendo en peligro nuestra sociedad abierta y democrática. El principal enemigo de la sociedad abierta, creo, ya no es más el comunismo, sino la amenaza capitalista”. Este señor sabe lo que dice y lo confirma con sus libros, sobre todo La crisis del capitalismo, escrito y publicado con escándalo en 1998.

Se engaña el que quiere

Pero, no hacen falta testimonios de ese calibre o de otros igual de entendidos; basta con la simple observación para percatarse de la aberrante acumulación de la riqueza en una cuantas manos, a costa de la miseria de quienes sólo tienen su trabajo para llevar la gorda a la mesa familiar. En México, a partir de la entrega del poder político al poder económico y la subasta de las empresas del Estado mexicano que realizó Salinas, todo ha sido concentrar la riqueza, como si fuera absorbida por una potente aspiradora.

El triángulo perverso que ha permitido la explotación inicua del ser humano está integrado por los potentados que pagaron los 25 millones de dólares que exigió Salinas para otorgarles patente de corso; por los gobiernos corruptos cómplices y con las hordas fascistas que les hacen el caldo gordo a cambio de las migajas que caen de la mesa. Durante tres décadas se han hartado de dinero sucio, que proviene de la explotación, de la corrupción y de la complicidad. Son gente desalmada y despiadada.

Las pujantes empresas del Estado mexicano, que no generaban riqueza para unos cuantos, sino trabajo y bienestar para las grandes mayorías, como los ferrocarriles, las telecomunicaciones, las siderúrgicas, la industria petrolera en todas sus ramas, las agroindustrias, las líneas aéreas, en fin, todas aquellas dedicadas a mejorar la calidad de vida de los mexicanos, se han convertido en monopolios cerrados que dominan los mercados y con ello establecen precios abusivos por bienes y servicios de pésima calidad.

En ese sentido, se apartan de la ortodoxia del libre mercado, pues ésta se fundamenta en la teoría de la competencia perfecta, del equilibrio natural de la oferta y la demanda, que supone un dominio técnico cabal, productos homogéneos y fácilmente identificables, y suficiente número de concurrentes en el mercado, de modo tal que ningún participante en particular pudiera influenciar el precio al consumidor. Situación que no ocurre en la realidad, en que las redes de contubernio y complicidad son dominantes.

Citando a Francis Bacon, Soros señala que: "El dinero es como el estiércol, no es bueno sino a menos que se distribuya". Luego dice que las políticas liberales pueden poner en peligro la sociedad abierta, y sostiene que como el comunismo y el socialismo están desacreditados, no son una amenaza real. En cambio, si existe un peligro real en el seno mismo de la economía capitalista, pues el neoliberalismo ha abandonado el problema de la distribución del ingreso y la riqueza (concentrándolo en pocas manos).

Sor Juana Inés de la Cruz escribió en sus Redondillas un magnífico cuarteto en forma de interrogación: "¿Qué humor puede ser más raro que el que, falto de consejo, él mismo empaña el espejo y siente que no está claro?". Este viene como anillo al dedo ante la actitud de los ricachones huehuenches quienes frente a la contingencia por el virus Covid-19, se quejan de servicios médicos e insumos insuficientes y al mismo tiempo piden dejar de cumplir con sus obligaciones fiscales, con el apoyo de la mafia venal.

Si el Estado de bienestar y los sistemas de salud, de educación y de asistencia social están en una crisis peor que la provocada por la pandemia, es precisamente porque el neoliberalismo ha permitido que los sectores favorecidos incumplan con sus responsabilidades cívicas, especialmente las que tienen que ver con el pago de impuestos para costear las acciones de gobierno y la garantía de servicios públicos suficientes y eficientes. Pagan enormes fortunas para que jilgueros a sueldo intenten justificar sus acciones y denigren a quien pretende meterlos en cintura; pero, no quieren cumplir con sus tributos.

En las trampas semánticas que utilizan los intelectuales orgánicos del neoliberalismo, se dice que los magnates no están pidiendo condonación de impuestos; sino, sólo un aplazamiento del cumplimiento de sus obligaciones fiscales, cuando menos durante un periodo de seis meses, al cabo de los cuales, se formarán haciendo 'cola' para ir a ponerse al corriente con Hacienda. El argumento parece impecable y aunque privaría de recursos a la administración pública para hacer frente a la contingencia, suena bien.

Sí; pero, no. Se trata de otra de las trampas ideadas para salirse, una vez más, con enormes ganancias. El Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos ha puesto a trabajar sus máquinas de hacer dólares y los harán en una cantidad superlativa. Como buenos vecinos, han ofrecido parte de ese dinero a México para cubrir sus necesidades más urgentes. Desde luego, no lo van a regalar ni a prestar de gorra; sino con un costo pactado que correrá a cargo de la Hacienda de México y del bolsillo de todos.

Bueno, de todos, excepto los ganones de siempre. En ocasiones anteriores se llegó a la conclusión de que la salida a la actual crisis es un crecimiento muy elevado de la deuda, especialmente las deudas llamadas soberanas por no decir que son de gobiernos irresponsables y generalmente corruptos e ineptos. 

Al aplazar el pago de impuestos del sector empresarial, especialmente de los grandes monopolios y las multinacionales, la administración pública dejará de recibir los recursos que son tan necesarios para atender la crisis y, por tanto, deberá endeudarse, por un lado, y sacrificar los programas sociales con los que atiende a las víctimas y damnificados del capitalismo salvaje, por el otro. O sea, más de lo mismo.

Seguramente hay quien no lo entiende, como también habrá quien no quiera entenderlo porque así le conviene. 


Fortino Cisneros Calzada

Fortino Cisneros Calzada

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