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Reservas

La fuerza interior del ser humano, puede elevarlo por encima de su destino exterior. Víctor Frankl

El diccionario de la Real Academia Española define a la palabra “reserva” como guarda o custodia que se hace de algo, o prevención de ello para que sirva a su tiempo. Así pues, las reservas son necesarias para ciertos momentos y pueden hacer la diferencia para solventar una crisis. Y la palabra puede tener distintas acepciones, pues puede haber reservas materiales, intelectuales, emocionales, espirituales, entre otras. Igual en lo militar, lo deportivo y lo ecológico se habla de reservas, refiriendo a espacios protegidos o a personas que están preparadas para salir en determinadas circunstancias. Incluso nuestro cuerpo almacena reservas para defenderse en situaciones adversas.

Pienso en ello ahora que vivimos esta histórica, inédita y nunca esperada crisis. Frente a ella, muchas personas se hacen de reservas materiales, como comida, medicinas, sanitizantes, artículos de limpieza, libros, dinero; objetos diversos según las necesidades de cada quien. Conozco algunos que saturaron sus armarios con reservas de “papel sanitario”, sin saber siquiera por qué lo hacían. Los sicólogos señalan que ante el anuncio de una pandemia surge el miedo a la pérdida, a la carencia, al hambre. Por eso la gente que puede, busca afanosamente tener reservas materiales, aunque hay quienes no pueden comprar para guardar.

Reservas

Dando por descontado la necesidad de lo material para vivir; hoy quiero referirme a otras “reservas”, también fundamentales para resistir una crisis. Porque no sólo de pan vive el hombre, requerimos otras fortalezas, especialmente las que están dentro de nuestro ser. Recursos construidos a lo largo de la vida y que en momentos difíciles nos ayudan a sostenernos. Pienso primero en las “reservas espirituales”, las enlazadas profundamente a nuestro interior a través de una fe, una creencia, una práctica, una comunión, una  filosofía. Cada quien construimos nuestra espiritualidad como un escudo. Recursos que en momentos de crisis son una fortaleza. Una oración, un pensamiento, un ejercicio espiritual, pueden calmar una tormenta interior. Repetir un Salmo, una oración aprendidos tiempo atrás por ejemplo, puede provocarnos paz e iluminarnos en medio del caos.

Otras “reservas” que uno saca a relucir en momentos difíciles nos llegan de la mente, de la inteligencia, de lo aprendido en el tiempo, lo mismo en los libros que en la propia vida. Reservas intelectuales que nos ayudan para discernir cual información creer y cuál desechar, pero además nos añaden valor y valores. Lo que hemos edificado en la mente durante años puede definir la sobrevivencia en tiempos de crisis. Nelson Mandela quien estuvo encerrado 27 años en una celda pequeña, sin ventanas e insalubre; desarrolló recursos mentales y espirituales que le permitieron, no sólo resistir a la cruel y dolorosa experiencia, sino salir para ganar un Premio Nobel y la Presidencia de su país: Querían quebrar nuestro espíritu, dijo: “así que lo que hicimos fue cantar canciones libertarias mientras trabajábamos y eso animaba a todo el mundo”. 

También podemos apelar a las reservas emocionales ante lo oscuro. Quien ha aprendido a trabajar sus emociones, tiene más posibilidades de sobreponerse ante una crisis. Y no es nada fácil. Porque habitamos el mundo más de forma emocional que racional y la mayoría no hemos sido “educados” emocionalmente. Mire ahora usted a su alrededor en esta pandemia y verá como las emociones dominan el escenario. Pero los especialistas aseguran que los humanos tenemos reservas de mecanismos emocionales internos que son como salvavidas ante el “estrés”, que puede matar tanto como la peor pandemia. Héctor Abad afirma que sin el amor recibido en la infancia de sus padres, no hubiera soportado las heridas de la vida adulta.

En ese sentido, enlazadas a las reservas anteriores, están las de la memoria. Todo eso que hemos acumulado en nuestro archivo personal y ahora podemos recrear para fortalecernos. Piense usted en esas buenas “memorias del corazón” que puedan levantar su ánimo en estos días oscuros: un encuentro, una caricia, un paisaje, una canción, un acontecimiento, un poema, una relación, una obra de arte, un instante feliz. Eso que puede ayudar a construir resiliencia, esta palabra ahora tan nombrada y que representa la capacidad de sobreponerse ante la adversidad. 

Apelemos a nuestras “reservas”, a eso que ha dado y sigue dando sentido a nuestra vida y nos permite reconocer que también esto pasará e imaginar el momento cuando volveremos a encontrarnos, abrazarnos. Recordar a cada instante eso por qué o por quién vivimos y hacerlo el mayor incentivo para superar el infortunio. Nuestro sistema inmunológico requiere fortalezas para superar el virus. Es momento de sacar nuestras mejores reservas para apoyarnos unos a otros. Sacar lo mejor de nosotros para vencer también la peste de la indiferencia, la calumnia, el conflicto, la miseria moral que ahora tantos exhiben. Ya lo dijo el reconocido historiador Yuval Harari: cuando los humanos se pelean los virus se duplican. 

Ganarás la luz, dice León Felipe. Usemos nuestras mejores reservas para verla al final del túnel. Y a quedarnos en casa. Es la última llamada. Nos va la vida en ello.