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Paridas con preñadas

Caudalosos ríos de tinta han corrido a lo largo de la historia tratando lo relacionado con la educación. Recientemente se habla de la educación como un todo, queriendo aplicar los principios que rigen la educación básica en los niveles de la educación superior, con intención de dar mayor relevancia a la segunda. En realidad, se trata de dos áreas harto diferentes, en que la educación básica tiene un papel más importante que la formación profesional de las nuevas generaciones.

Un buen punto de partida para el estudio de la educación es la Constitución de 1917, en la que, luego de encendidos debates, los constituyentes decidieron que la educación que imparte el Estado debe ser formativa y no simplemente informativa, además de tener las características torales de ser obligatoria, laica, gratuita y tender al desarrollo armónico de todas las facultades del hombre y fomentar el amor a la Patria, la solidaridad internacional, con independencia y justicia.

Paridas con preñadas

De esta suerte, los niños deben pertrecharse en la educación básica de hábitos, habilidades, destrezas, aptitudes, actitudes y conocimientos, todos ellos elementos sustantivos para el sano desarrollo de su personalidad y para resolver los problemas a los que se enfrenta, entendidos éstos como las circunstancias que ocurren dentro y fuera de sí mismo. Con estos elementos podrá insertarse exitosamente en la vida en comunidad para vivir en armonía con los demás y lo demás.

El pequeño que abrevó en la escuela, con ejemplo más que con discursos, los hábitos de limpieza, urbanidad y puntualidad; que adquirió habilidades para comunicarse, ser asertivo y comprensivo; que aprendió a usar sus manos como herramientas para mejorar su entorno y el buen uso de otras herramientas; que descubre sus aptitudes y las desarrolla en bien propio y de los demás; que ha podido asumir actitudes positivas frente a cualquier situación y que lee, escribe, sabe manejar los conceptos numéricos y es capaz de aprender de los libros y de las demás medios de comunicación, sin lugar a dudas, será un buen alumno en las instituciones de educación superior a las que ocurra.

Caso opuesto del que sólo obtuvo de los seis años de educación básica un cúmulo de saberes dispersos e inconexos, sin el resto del bagaje. Sin los hábitos esenciales, estará permanentemente en choque con su entorno. La educación superior, ya no puede inculcar la puntualidad o la higiene, su tarea es muy diferente y tiene que ver con la incursión por los campos del pensamiento abstracto y el manejo de los conceptos lógicos. Se afinarán las habilidades, las destrezas y los conocimientos; pero, a partir de una sólida base que se finca en los primeros años escolares.

La discusión muy frecuente de que la educación debe darse en el seno del hogar fue uno de los aspectos más discutidos por los constituyentes en las jornadas de Querétaro en el 17; todavía es así y la respuesta que se dio entonces no ha variado y sigue siendo la misma: la educación debe darse en la escuela y corre a cargo de profesionistas que se han preparado y capacitado para ello, lo que no tienen los padres de familia, algunos de ellos con una formación tan pobre que los lleva al jornal en el campo, la fábrica o el taller; la madre que era buena sustituta ahora es una obrera.

Diose el caso de que fueron los niños educados por los notables los maestros de la Revolución quienes llevaron la educación a sus hogares, mejorando las costumbres de la familia, tanto en el uso del tiempo como en la alimentación y los hábitos de limpieza. La escuela de la Revolución logró que muchos jóvenes de las generaciones posteriores fueran los primeros profesionistas de su familia, mejorando así el entorno para construir y hacer de México una nación en desarrollo.

Por eso, ahora que se busca una auténtica reforma educativa, no hay que mezclar las preñadas con loas paridas. Una es la educación básica y otra muy distinta la educación superior, con el agregado de que la más importante es la primera, pues ahí se forja el espíritu y la mente de las nuevas generaciones. El logro máximo de los años de gobiernos revolucionarios fueron los tres Premios Nobel que enorgullecen a la nación; en cambio, el resultado de 30 años de regímenes neoliberales ha sido explotación, miseria y desigualdad. Tiempo es de dar vuelta a la historia.