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Poder para servir

Es posible que el grandote de las botas tuviera buenas intenciones; pero, le faltó lo que al carrizo

En un interesante artículo publicado ayer por el Washington Post, se dice que el presidente Andrés Manuel López Obrador es el más sólido que ha tenido México en las últimas décadas. No se mete en honduras al señalar cuántas; pero, no hace falta. Como al buen entendedor, pocas palabras, habría que reconocer que esa circunstancias no se había dado desde Carlos Salinas, que ganó la presidencia mediante concesiones a los poderes fácticos.

Salinas impuso la moda del capitalismo salvaje, que nada tiene que ver con el libre mercado, sino con las componendas, el amafiamiento del poder económico con el poder político y la corrupción como el engrudo de toda esa maraña de intereses que se apoderaron de la riqueza del Anáhuac, acumulada durante los cincuenta años de gobierno revolucionarios. Su poder fue absoluto y así pudo llevar a cabo la cena de los 30 de a 25, para repartirse todo.

Poder para servir

Después de él, Zedillo debió ceder a las presiones de los poderosos, mientras Salinas se fue de vacaciones largas a Dublín, en espera de que llegara su contlapache Vicente Fox, que tanto prometía y que vino a resultar un bueno para nada, que en uno de los momentos álgidos, en que se necesitaba una mano firme para conducción con rumbo y dirección al país, tuvo la ocurrencia de preguntar: “Y, yo por qué”, con la que le tomaron la justa medida.

Es posible que el grandote de las botas tuviera buenas intenciones; pero, le faltó lo que al carrizo. Cuando dijo que no permitiría más que las gasolineras vendieran litros de tres cuartos y que clausuraría todos los establecimientos que fueran detectados o denunciados por estafar a los consumidores, el organismo que agrupa a los concesionarios de las estaciones de servicio simplemente le dijeron que si cerraba una sola, cerrarían todos, ante lo cual reculó como los machos y la situación del abasto de combustible fue empeorando.

Del becario de ingrata memoria nada hay que se pueda decir. Se la pasó de chunga con un humor negro que solamente celebra su cónyuge, a la que quiso legar la presidencia para que siguiera paseándose por el territorio nacional con cargo al erario. Uno de sus peores chistes, que casi llega a burla sangrienta, fue la designación del actuario Ernesto Javier Cordero como secretario de Desarrollo Social y luego de Hacienda, cuando aseguró, muy orondo, que con seis mil pesos una persona puede tener casa propia, coche nuevo e irse de vacaciones.

El siguiente, ya se sabe, fue una estrella más del canal de la estrellas y lució su linda sonrisa en los más importantes escenarios mundiales, mientras el poder real, Luis Videgaray, hizo crecer al doble las deudas interna y externa, devaluó la moneda en más del cien por ciento, llevó hasta las últimas consecuencia la venta de las empresas del Estado, comprometiendo el futuro de Petróleos Mexicanos y de la Comisión Federal de Electricidad, a las que convirtió en empresas productivas, para otorgar contratos leoninos a inversionistas de aquí y de allá.

El resultado de todo ello ha sido el deterioro de la calidad de vida del mexicano promedio, con el consiguiente enriquecimientos extraordinario de quienes aportaron los 25 millones de dólares para hacerse de las empresas más rentables en las industrias energéticas, de telecomunicaciones, financieras, de la construcción y alimentaria, que han visto elevarse sus ingresos sin mejorar la calidad ni lo servicios. El trabajador gana menos de la mitad de los que proporcionalmente recibía al inicio del periodo neoliberal, y las jornadas son más largas.

La educación y la salud se han deteriorado. Por ello, se necesita un presidente sólido, con un gobierno fuerte, capaz de romper las cadenas de la mafia del poder, a fin de restaurar el tejido social y que los niños puedan volver a tomar leche, a recibir una adecuada atención médica y una buena educación. 

As resistencias son muchas y de todas ha salido avante el régimen de la Cuarta Transformación, porque tiene el respaldo de la mayoría de los mexicanos y el aval de los pueblos libres de todos los confines del planeta, como se ha venido demostrando.