Editoriales > EL JARDÍN DE LA LIBERTAD

Pese a todo...

A la vida le basta el espacio de una grieta para renacer

Ernesto Sábato

Pese a todo...

Una niña pequeña mira de lejos las enormes tanquetas que parecen imponerse en el florido paisaje. Sus bellos ojos grandes se llenan de asombro y con miedo pregunta a sus padres: ¿estamos en guerra? Antes de cualquier respuesta, su hermanito, dos años mayor y experto en el juego de las pistolas de agua, le dice con voz paternal: no te preocupes, son de juguete como las del museo, no te harán nada. Me conmueve la inocencia infantil ante la imponente presencia de las máquinas y su pretendido lenguaje críptico. Pero la vida sigue; a los pocos minutos los niños se olvidan del susto con un copo de nieve, mientras sus jóvenes padres sonríen mientras se abrazan.

Pese a los conflictos en el mundo que amenazan constantemente la paz y causan pérdidas humanas, la vida sigue de una y mil formas en su  infinito devenir. Así ha sido a lo largo de la historia de la humanidad. Ni siquiera las guerras atómicas han detenido el ciclo de la vida. Pero nada se olvida del todo. "Hiroshima mi amor" es un testimonio cinematográfico acerca de la importancia de la memoria. Realizada con un guión de la reconocida escritora Marguerite Duras, la película centra su argumento en el peso del recuerdo mediante un bello alegato pacifista. Con las cenizas todavía ardientes de la guerra, el filme es además un recordatorio permanente de cómo puede renacerse desde las ruinas.

Ahora mismo, una gran amenaza bélica pende sobre nuestro mundo. En la Franja de Gaza otra vez los tanques recorren los milenarios escenarios con el amargo sonido de la guerra. Una disputa añeja sin resolver de forma política ha desatado el fuego nuevamente dejando hasta la fecha más de doscientos víctimas en pocos días. Los intentos de mediación internacionales no han dado frutos y la ONU lanza llamados desesperados ante lo que pudiera ser una crisis humanitaria de enormes consecuencias. Las imágenes son desgarradoras, pero aun en medio de la terrible contienda; de los escombros, surgen brazos que se tienden, vida en medio del horror.  

Porque pese a los muchos empeñados en segarla, la vida sigue. Lo vemos todos los días y lo verán quienes nos sucedan. Nadie sabrá su desenlace, decía Octavio Paz, no sabemos cuándo y dónde será nuestra hora última, pero después de ello la vida afuera seguirá su curso. Así la rueda de la historia hasta el fin de los tiempos. Mientras en las pantallas leemos la nota dolorosa que el 94% de las muertes por Covid en México han sido obreros, amas de casa y pensionados; también hay niños naciendo para renovar el ciclo de la vida.

Así ha sido y será. Hasta en las más temibles conflagraciones, las flores siguen abriendo, los niños siguen sonriendo y la gente sigue amándose. A la vida le basta el espacio de una grieta para renacer, dice bien el gran Sábato. Ni el tiempo del Covid ha podido detener el cauce de la vida. Porque pese al dolor y las pérdidas, en cada casa sigue la lucha cotidiana, el anhelo de vivir, de saber, de conocer. Horas de incertidumbre nos han tocado, pero la historia nos enseña que todo pasa. El fuego de hoy, será cenizas mañana y sólo serán recordados quienes sembraron en buena tierra. Los frutos de la mente son inmortales, decía Spinoza. 

Tiempo doloroso, complicado sin duda. En la historia grande, pero también en las pequeñas-grandes historias de mucha gente. Porque cada quien va viviendo, gozando y padeciendo el tiempo finito de su vida. Así Ofelia, una madre trabajadora como tantas, cuenta lo terrible que ha resultado este tiempo para ella, a quien poco le importan ahora los pleitos entre políticos y el resultado de las elecciones. Ella sólo sabe que perdió a su esposo, quien la deja embarazada de siete meses: Un motivo para vivir, para luchar, para seguir cargando la cruz, me dice.

Pese a todo, aún tenemos la vida y la memoria. Y cada quien construye la forma en la cual quiere ser recordado. Lo mismo un gobernante que un jardinero. Nadie puede comprar la vida ni la historia, porque ambas están por encima del oro. Ni el rey más poderoso ha podido librar la temida guadaña, ni ha escapado del filo de la historia. Así ha sido y será. Sólo recuerdos quedarán de todos algún día. Mientras tanto, los simples mortales, aprovechemos el día abriendo nuevos surcos para la esperanza. Pese a todo. Bien dice Savater: "Mientras dure la vida, no hay que dar por perdida esta aventura".