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O te aclimatas, o te…

El largo periodo de paz, estabilidad y desarrollo que vivió México durante la mayor parte del siglo pasado, se debió a los grandes acuerdos nacionales. El primero de ellos, sin lugar a dudas,  el Congreso Constituyente de Querétaro, del que salió la espléndida Constitución Política de 1917, considerada como la más avanzada de su época, dio pie para otros eventos de igual impacto en beneficio de la población de un país en marcha.

Quizá por ello, uno de los primeros empeños de las hordas neoliberales fue suprimir la historia y el civismo de la formación académica de las nuevas generaciones, así de esta suerte, los jóvenes no tendrían conocimiento de la aportación portentosa del Sistema Político Mexicano que paseaba por el mundo a las lumbreras que marcaron rumbos en los tres grandes campos de la cultura humana: arte, ciencia y moral. ¡Y sin globalización!

O te aclimatas, o te…

Por ello, ahora que se ha logrado un nuevo acuerdo nacional a través del imperfecto sistema electoral y se ha entregado un cúmulo de esperanzas al nuevo gobierno que habrá de encabezar Andrés Manuel López Obrador al frente de un ejército de hombres y mujeres de pensamiento avanzado y mejores propósitos, se torna imperativo saber  de qué se trata, cuál es el rumbo a seguir y cómo habrá de conseguirse buen resultado.

Luego del Congreso Constituyente de Querétaro, fue la creación del Partido Nacional Revolucionario y más tarde el pacto de equilibrio entre los factores de la producción que logró Adolfo López Mateos, mediante el cual, los beneficios de la generación de riqueza a través de la inversión productiva, el trabajo y la regulación de las instancias oficiales, se logró un círculo virtuoso de producción-empleo-impuestos harto benéfico.  

Ayer, Alejandra Palacios, titular de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), hizo revelaciones estrujantes que no necesitan de explicación alguna porque vienen a ser la realidad descarnada que se padece en el Anáhuac: “Por el alto poder de mercado que ejercen ciertas empresas productoras y comercializadoras de tortilla, pan, pollo, leche, huevo, carne de res, carnes procesadas, frutas, verduras, lácteos, así como medicinas y servicios de transporte, las familias mexicanas quedan sujetas a pagar hasta un 98 por ciento más en los precios de esos bienes esenciales”. Indudable.

Explicó la funcionaria que la institución a su cargo elaboró un estudio que se dará a la luz pública en breve, por medio del cual se determinó que: “el 10 por ciento de los hogares con menores ingresos, pierden 5 veces más de sus emolumentos que aquellos hogares con el 10 por ciento más alto de ganancia, es decir el primer y último de los grupos de menor y mayor ingreso, respectivamente”. Dicho de otra forma, los pobres pagan más por bienes y servicios de consumo básico, con el anexo de la mala calidad.

Este fenómeno no es privativo del país; el 1 de octubre, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU dio a conocer un informe de igual o peor índole: “Si las emisiones de gas de efecto invernadero continúan a la frecuencia actual, para 2040 la atmósfera se calentará hasta 1,5 grados Celsius en comparación con los niveles previos a la industrialización, lo que inundará las costas e intensificará las sequías y la pobreza. Evitar el daño requiere de transformar la economía mundial a una velocidad y escala que no tiene un precedente histórico documentado”. ‘¿Oyites?’.

El gobierno ya no puede seguir garantizando la salud de la macroeconomía si eso sólo significa que unos cuantos potentados, de todos conocidos, continúen pujando por la posición de hombre más rico de mundo a costa de la miseria de las mayoría de este país. Tiempo es ya de que la carga se reparta de manera más equitativa para que no sea tan dura; que los de arriba dejen caer cuando menos las migajas del pastel.

Las resistencias que ya se van viendo sólo harán más duro el tránsito hacia una economía más humana y racional, porque, te aclimatas o te…