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Nada es infinito

Cuando Newton asombró al mundo y enunció su primera ley, conocida como Ley de la Inercia, que dice que si sobre un cuerpo no actúa ningún otro, este se moverá en línea recta de manera indefinida y a una velocidad constante (incluido el estado de reposo, que equivale a velocidad cero), aún no se tomaban en cuenta elementos tan sutiles como el aire, la luz, las fuerzas gravitacionales y demás. Aún no se llegaba a lo micro.

Ahora, luego de los grandes aportes de Einstein y de la mecánica cuántica, se entiende que no hay nada infinito; que aún en el vacío del espacio aparentemente vacío, existen fuerzas que actúan de manera determinante sobre todo lo que ahí exista en estado de reposo o de movimiento. Las ondas electromagnéticas que transportan luz, sonido e imagen, podrían viajar infinitamente si los cuerpos y masas celestes no lo impidieran.

Nada es infinito

No que a las ondas electromagnéticas de luz, que viajan a unos 300 mil kilómetros por segundo se les vaya a atravesar alguna de las muchas cosas, como galaxias, estrellas, planetas, polvo, gases, iones, que existen en el espacio. Lo que impide ese viaje eterno y lineal de la luz son las fuerzas gravitacionales de los cuerpos sean sólidos o gaseosos.

En un momento dado, las ondas se pierden lo mismo debilitadas por obstáculos sutiles que absorbidas por lo que hasta el momento ha sido definido como los hoyos negros.

Y, si eso ocurre en física; en el universo cada vez más explorado y entendido, no puede ser de otra manera en cuanto al resto de las ciencias que el hombre ha hurgado en busca de respuestas a sus interrogantes y remedio a su carencias. Quizá uno de los ejemplos más ilustrativos sea el de las ciencias políticas y económicas, que de tarde en tarde van buscando nuevos caminos para llegar a metas deseadas, sin lograr jamás el ideal de la organización social perfecta asentada bajo principios de justicia y equidad.

En un mundo cambiante, un mundo que no es estático, el cambio se presenta en todos los aspectos de la vida personal, comunitaria y empresarial. Para citar un ejemplo muy simple, se puede decir que el proceso de internacionalización de las empresas, bien sea impulsado por una crisis económica o por una visión de crecimiento, no es más que resultado del cambio constante. La globalización es consecuencia del imperativo de cambio que se presenta cuando los negocios entran en expansión como las ondas.

Pero, Heráclito dice que la estabilidad de las cosas parte de la oposición permanente de los contrarios; que el único mundo verdadero es el mundo donde los contrarios se exigen mutuamente. “Lo que es opuesto une y lo que diverge junta”; “La lucha es la regla del mundo y la guerra es común y engendradora y señora de todas las cosas”. Sí; pero, no. No porque luego asegura que: “La enfermedad hace agradable y buena la salud”, que: “El hambre a la hartura y el cansancio hace agradable y bueno al reposo”.

Aceptar lo que propone el filósofo griego sustrae el quehacer humano a la dinámica de la física trasladada a la permanente búsqueda de satisfactores que caracteriza al hombre. Lo que sería la nueva visión y la búsqueda de oportunidades dentro y fuera del entorno, dependen de la habilidad y de la adaptación a cada uno de los cambios. Luego de la noche oscura del neoliberalismo, que tantos estragos causó a la sociedad mexicana, cuyas inercias defienden a capa y espada los beneficiarios de la aberrante acumulación de la riqueza, debida indudablemente a la injusta e inconstitucional caída de los ingresos de la clase trabajadora, ha llegado la hora del cambio; de que el trabajo sea reconocido y remunerado adecuadamente. Llegó el tiempo del cambio inexorable.