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¿Buenas intenciones?

Ha mucho que deambula por la red un cuentecillo ingenioso que ocasionalmente alguien toma como propio y lo da a la imprenta con su firma.

Ha mucho que deambula por la red un cuentecillo ingenioso que ocasionalmente alguien toma como propio y lo da a la imprenta con su firma. En este caso, se hace la observación de que si aparece el autor, ipso facto se dará el crédito correspondiente.

Dice el tal relato que: “Cuando Dios creó el mundo, para que los hombres prosperasen decidió concederles dos virtudes a cada nación. A los suizos los hizo ordenados y cumplidores de la ley. A los ingleses, persistentes y estudiosos. A los japoneses, trabajadores y pacientes. A los italianos, alegres y románticos. A los franceses, refinados en el hablar y el gusto culinario. Cuando llegó a los mexicanos se volvió hacia el ángel que tomaba nota y le dijo: -Los mexicanos van a ser inteligentes, buenas personas y priistas. Cuando acabó de crear el mundo, el ángel le dijo a Dios:

¿Buenas intenciones?

-Señor, le diste a todos los pueblos dos virtudes y a los mexicanos tres. Esto hará que prevalezcan sobre todos los demás. Dios reaccionó y dijo: -Tienes razón... bueno, como las virtudes divinas no se pueden quitar, que los mexicanos a partir de ahora puedan tener cualquiera de las tres; pero, la misma persona no podrá tener más de dos virtudes a la vez. Así es que: El mexicano que sea priista y buena persona, no puede ser inteligente. El que sea inteligente y priista, no podrá ser buena persona. Y el que sea inteligente y buena persona, no podrá ser priista”. Lo que, claro, es sólo un chiste.

Priistas llenos de virtudes ha habido a montones. Los creadores de la grandeza del Anáhuac en el siglo XX, cuando hizo la primera revolución social, eras personas de la más alta calidad intelectual, moral y física. Lo fueron los presidente revolucionarios que hicieron brillar el nombre de México en todos los foros internacionales; por igual los artistas, los científicos, los políticos. Por ello el país tuvo sus tres premios Nobel.

Pero, una vida decente, dedicada a la cátedra, al ejercicio pulcro de una brillante carrera profesional, a incursionar por los intrincados campos de la ciencia para dejar a las futuras generaciones un luminoso legado por el cual transitar para ir descubriendo nuevos caminos, no necesariamente es garantía de una respuesta adecuada ante los embates de la disyuntiva, cuando hay que poner en la balanza qué se es, qué se quiere.

Ningún ejemplo es más ilustrativo que el del eminente Dr. Pedro García Ramírez, quien, luego de una trayectoria magnífica tuvo que arriar sus blasones para apuntalar el desaguisado que ocurrió durante el proceso eleccionario del 2012. Cuando fue uno de los nominados para ser parte del Consejo General del Instituto Federal Electoral, se cuestionó su militancia partidista y él, con sus propias palabras negó que ese fuera un obstáculo porque toda una vida profesional de seis décadas habría de avalar su proceder.

Pedro García Ramírez fue secretario de Estado, procurador general de la República, procurador agrario, maestro y autor de textos universitarios, además de juez y presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos. Con todo y ello, salió con domingo siete a la hora de la hora y avaló con su voto la aprobación de las elecciones en que se probó un escandaloso rebase de los topes de campaña. Luego de ello, como Judas que se ahorcó, renunció.

Si la experiencia es la base del conocimiento, no hay que ir muy lejos por la respuesta a la pregunta: ¿A quién beneficia la desaparición de los candados para la elección del nuevo fiscal electoral? Por muy buenas credenciales que traiga consigo, como las del Dr. García Ramírez quien llegó a disputar la candidatura presidencia a Carlos Salinas, el fiscal que llegue con el fierro de una franquicia política en la frente, no podrá hacer otra cosa que lo que se le indique, quiera o no quiera; que, como dijo la Dra. Martha Chávez, amiga de don Sergio a una pregunta directa acerca de su triste papel: “Nosotros somos simples soldados que tenemos que cumplir las tareas que nos encomienden, y debemos cumplirlas bien”.