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Los nuevos tiempos

La mano tendida del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, para dar cauce a la reconciliación y el borrón y cuenta nueva, con el que no todos los aborígenes estaban de acuerdo, lejos de ser estrechada con efusión y alguna pizca de gratitud, fue mordida con saña inaudita. Ahora, la guadaña ha iniciado la siega y no pocas cabezas habrán de rodar. La lucha en contra de la corrupción va en serio y esos ha merecido aplauso y reconocimiento dentro y fuera.

El afán por limpiar la vida pública de México y con ello estimular para que los otros sectores que han engordado con las transas, el fraude, el despojo y el saqueo, hagan lo propio, ha encontrado feroces resistencias. Hubo un tiempo en que bastaba con que una persona fuera indiciada para que buscara, por todos los medios posibles, limpiar su nombre y acreditar su honestidad; ahora, cuando se tilda a alguien de ladrón, pillo o corrupto, hace una mayor difusión de ello, pues en una forma de probar las habilidades necesarias para escalar a mejores posiciones; es timbre de orgullo.

Los nuevos tiempos

Se le dio tiempo suficiente a Emilio Lozoya para que buscara arreglar sus topillos antes, durante y después de la dirección general de Petróleos Mexicanos; pero, hizo caso omiso. Siguió escuchando en su magín la voz se Enrique Peña diciéndole: "No te preocupes, Emilio", como antes se lo dijo a Rosario, nomás que los tiempos han cambiado. Igual a Alonso Ancira, de Altos Hornos de México. Se empezó con esos dos, pero sigue la larga cadena de pillos enriquecidos desde el poder público.

Los cachanchanes de esos bribones, que operaron desde los medios de comunicación para ocultar sus negocios ilícitos, también tuvieron oportunidad de hacer un acto de contrición y rectificar en sus tareas. No aceptaron la mano extendida y han querido probar su cuarto de espadas en contra de la Cuarta Transformación. Se dieron a conocer sus millonarios ingresos por tergiversar la información y presentar como noticia o editorial la propaganda oficial y oficiosa, y, lejos de reconocer su falta de ética profesional argumentan que todo estaba documentado y facturado.

Recién ha empezado a circular en España y quizá pronto en México el libro de David Jiménez El Director, en el que narra sus experiencias como director de El Mundo y cómo tuvo que librar las grandes escaramuzas contra los que llama 'capos del periodismo' que capeaban la crisis con las sutilezas para abrazar directamente lo que en las redacciones se conocía como el periodismo de trabuco. Ese periodismo de trabuco que quedó al descubierto en México con la publicación de la lista de los cuantiosos recursos que destinaba el gobierno y sus empresas para la prensa dócil.

Pero, también, descubre que: "(Carlos) Alierta había organizado, además, una asociación de grandes empresarios que, bajo el inofensivo nombre de Consejo Empresarial de la Competitividad, había sido concebida en 2011 como un poder fáctico en la sombra. Entre sus impulsores estaban, aparte del presidente de Telefónica, el entonces presidente del Banco Santander, Emilio Botín; el hombre fuerte de La Caixa, Isidro Fainé; el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, o el del BBVA, Francisco González". Nada distinto al capitalismo de amigos que se practica aquí.

Dicen que lo que no descubre el agua lo descubre el tiempo y así es. Todos los que no han querido aceptar que los tiempos han cambiado y entender que bien pueden guardar sus caudales mal habidos si siguen el consejo que dio Jesús a María Magdalena: "Vete y no peques más", tendrán que atenerse a las consecuencias. El gobierno de la Cuarta Trasformación llegó con los más altos niveles de aceptación y se ha venido fortaleciendo, dentro y fuera, con cada una de sus acciones.

El punto toral es que México no está solo en el empeño de volver a la economía a los niveles de racionalidad que exije la justicia social y que demanda la calidad humana. Los principios bajo los cuales surgió a la vida independiente la nación mexicana siguen tan frescos y vigentes como cuando los pronunció el generalísimo Morelos: "Que la buena ley... obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal de pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto".