Editoriales > ANÁLISIS

Los ahítos

Antes de que la pandemia se manifestara con renovada furia, era común ver a mexicanos comunes desplazarse por los centros vacacionales de moda a lo largo y ancho del planeta; personas que se han visto favorecidas por la noche oscura del neoliberalismo. No son neoliberales, a duras penas alcanzan a entender los alcances del régimen que los ha premiado con largueza por simple hecho de estar en el lugar y en el momento oportuno para avalar las grandes transas del capitalismo salvaje. Como han logrado tener lo que nunca imaginaron porque sus alcances son muy menores, defienden a capa y espada ese dejar hacer, dejar pasar, para que algo les toque del gran despojo.

El consumo suntuario e irracional (no se bajan de esas camionetas que se compran por metro), aunado a una descomunal egolatría, les lleva tener poco respeto por las personas y, lo más dramático, por el medio ambiente. Las voces de alarma, los datos, las estadísticas, la percepción personal del cambio climático les tienen sin cuidado o, como algunos gobernantes, proclaman que son patrañas de sectores alarmistas. Son los que persiguen intereses oscuros que tienen que ver con políticas que en el siglo pasado agobiaron a la humanidad entera con guerras atroces y genocidio que la historia registra como baldón para todos.

Los ahítos

Los hombres de pensamiento evolucionado han puesto el grito en el cielo y, de inmediato se les condena y estigmatiza. Se les llama locos, profetas del desastre, mesías y otras zarandajas propias de las mentes perversas. A la joven sueca que se ha convertido en símbolo de la lucha de los jóvenes por salvar al planeta se la ha dicho de todo, hasta chica fácil, cuando en realidad se trata de la auténtica voz de las nuevas generaciones que buscan detener la irracional acumulación de dinero y la inicua explotación de las riquezas del planeta. El desprecio a los desplazados por los estragos climáticos, es una vergüenza mundial.

En su cuenta de tuiter, un joven mexicano residente en Nueva York, despotrica en contra del gobierno de México porque anunció que destinará una buena suma de dinero para promover el desarrollo de países de Centroamérica con el propósito de paliar los estragos de la pobreza, atender los agudos problemas de salud, generar empleos y capacitación, de tal suerte que sus habitantes no tengan que salir a buscar la vida en otros lugares. "Ese dinero es de México, que se lo den a los mexicanos pobres", dice; pero, en ningún momento se muestra compasivo por el hambre cotidiana de los trabajadores de las empresas de su papá.

Aunque el personal de las más importantes agencias ambientales del planeta, incluyendo la de Estados Unidos reconocen el cambio climático, no aceptan que este sea la respuesta del planeta a los abusos del consumismo irracional. El anterior presidente de la nación más poderosa del planeta lo negaba y diciendo que son cuentos sin sustento, por lo que apostaba por el uso del carbón como combustible, además de otras formas de contaminación y afectación para el planeta y sus habitantes. Otros, como el energúmeno llamado Bolsonaro se escuda en argumentos absurdos que no corresponden al momento que se vive.

El colmo viene a resultar que los ahítos, los beneficiarios del capitalismo salvaje, sea la mafia del poder o sus huestes fascistas, optan por el exterminio masivo de pobres antes que aceptar la humanización de la economía, de la que fue un extraordinario ejemplo el régimen revolucionario mexicano de economía mixta con rectoría del Estado y justicia social. Recuerdan a la reina Maria Antonieta, cuando le informaron que la gente de París no tenía pan para comer y dijo con un gracioso mohín, "pues que coman pasteles, son más sabrosos, a ver si así se les quita lo amargado". Les va a pasar como a los primeros pobladores de América que acabaron con los nativos y luego no encontraban quien trabajara la tierra.

Olvidan que la nobleza es una condición del espíritu no de la bolsa; que nunca lo cortés ha quitado lo valiente. Que nadie puede comerse una res entera en una sola sentada, calzar dos pares de botas a la vez, aunque sean de Prada, ni tripular dos autos al mismo tiempo, así sean poderosas camionetas que consumen combustible a lo bestia. En fin, que nadie se lleva nada y lo que deja son puras preocupaciones, envidias y pleitos entre la gente que debía honrar su memoria y, en cambio, aborrece su recuerdo.

Por ahí se escuchan voces que hablan de equilibrios y contrapesos, que en sus bocas suenan a maldición. Sólo habrá equilibrio en la sociedad cuando se hayan paliado las condiciones extremas de opulencia e indigencia.