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El mexicano universal

Cuando José Vasconcelos, desde la rectoría de la Universidad Nacional, concibe el lema ´Por mi raza hablará el espíritu´, debe complementarlo con la idea de la raza de bronce, una nueva raza mestiza. Por eso dice Tamayo: "Mi sentimiento es mexicano, mi color es mexicano, mis formas son mexicanas, pero mi concepto es una mezcla. Ser mexicano, nutrirme en la tradición de mi tierra, pero al mismo tiempo recibir del mundo y dar al mundo cuanto pueda: este es mi credo de mexicano internacional". Pos, sí.

Rufino Tamayo fue un creador extraordinario; estaba convencido, como Wilde, que el arte es expresión pura que vale por sí misma y no necesita de mensajes adicionales, mucho menos doctrinarios, como sucedía en su tiempo con los grandes muralistas de la escuela mexicana de pintura. Tampoco consideraba que el valor de una pintura estuviera relacionado con su tamaño y menos su monumentalidad, como fue el caso de Siqueiros y su Poliforum. Sus obras más importantes fueron de caballete o sobre tela u otro material.

El mexicano universal

Dice su sobrina María Elena Bermúdez que: "En sus entrañas, él tenía el gusto por el dibujo y por crear pintura". "Él decía, cuando daba consejo a los jóvenes: si te gusta pintar, pinta todos los días y si puedes ocho horas diarias. Fue el joven que se va haciendo a través de un arduo trabajo, sacrificio y esfuerzos incontables, un día y otro y otro, desde luego él se adelantó a su época, porque cuando uno piensa en Tamayo, como pintor, siempre piensa uno en un Tamayo actual y además moderno".

Quizá por ello pudo pintar una de sus obras más emblemáticas: Nacimiento de nuestra nacionalidad, que se localiza dentro del espléndido Palacio de Bellas Artes y forma parte de su colección permanente, junto con otras obras de diversos muralistas. Es un lienzo pintado con vinelita; representa la conquista y el nacimiento de una nueva identidad nacional de manera abstracta, como toda la obra Rufino Tamayo. En esta pintura se puede concebir la complejidad transcultural a través de los colores y formas, que a su vez representan violencia y destrucción, de la Conquista. Finalmente, habla del sincretismo de razas.

En ese sentido, el significado del color en las obras de Rufino Tamayo debe ser entendido como una construcción y una reinvención constante, a partir de la función que cada color desempeña en el cuadro. Algunas veces esta función responde directamente a las temáticas, como es el caso de las obras de corte espacial donde los colores oscuros tienen una función nebulosa y armónica, y presentan una tendencia hacia los fríos; otras veces funciona como refuerzo de la imagen, como en las obras de carácter dramático, en las que el uso de colores cálidos y brillantes tienen una función agravante de la incertidumbre de la imagen, o en algunas otras,donde el color sirve para crear un énfasis especial en determinada parte de la obra donde el artista ha colocado un elemento o símbolo significativo. Estas funciones de los colores dentro de las obras no siempre se contraponen. 

El lenguaje plástico y cromático de Rufino Tamayo se construyó básicamente a partir de cimientos y aprendizajes provenientes de muchos lados, como la Academia, de la cultura e historia de los colores en el arte mexicano, y de su relación con la obra de otros pintores contemporáneos, extranjeros y nacionales; pero sobre todo, a partir del trabajo y la experimentación en diversos terrenos técnicos y formales. El problema central que el pintor siempre buscó resolver fue de carácter plástico; no se explicaba la pintura como algo más que la pintura misma y todos sus componentes. 

Aunque Rufino Tamayo tenía clara una idea acerca de la función del arte en la sociedad, lo cierto es que su búsqueda siempre estuvo encaminada a encontrar un camino que no se limitara a la plástica mexicana, pero tampoco abandonara la cultura del país que lo vio nacer. 

Rufino Tamayo, quien falleció el 24 de junio de 1991 en la Ciudad de México, recibió numerosos reconocimientos nacionales y extranjeros. Fue un incansable promotor del arte y dejó un gran legado cultural para las nuevas generaciones. 

Se fue tranquilo, como vivió siempre, con una figura más cercana a un abuelo que a los arranques políticos del Coronelazo Siquieros o los escándalos amorosos de Rivera.