Editoriales > ANÁLISIS

La barbarie sigue ahí

Lo ocurrido ayer en el Senado de los Estados Unidos debe ser un llamado a la conciencia de los seres humanos de todo el planeta. La intervención de la vicepresidenta Kamala Harris permitió que el Senado confirmara a Kiran Ajuha como directora de la Oficina de Gestión de Personal de EU, puesto desde el cual será la encargada de contratar y conservar en el cargo a cientos de miles de trabajadores federales estadounidenses. Pero el asunto fue más allá, tiene que ver con la ola de xenofobia que recorre ese país.

Actualmente, el Senado estadounidense está dividido en 50 escaños ocupados por los demócratas y los otros 50 controlados por los republicanos, quienes ejercen de oposición al Ejecutivo del presidente Joe Biden. Harris tiene el poder de romper cualquier empate a favor de su partido, el demócrata, por su cargo de vicepresidenta y presidenta de la Cámara Alta. En la jornada, la oposición republicana articuló una fuerte resistencia a la nominación de Ahuja, y la aprovechó para cuestionar la postura del Gobierno de Biden sobre el racismo en el país, y en particular por la conocida como ´teoría crítica sobre la raza´.

La barbarie sigue ahí

La teoría crítica de la raza es un concepto académico que tiene más de 40 años. La idea central es que el racismo es una construcción social; que no es sólo el producto de sesgos o prejuicios individuales; sino también algo incrustado en los sistemas legales y las políticas públicas. Los principios básicos de la teoría crítica de la raza, o CRT, surgieron de un marco para el análisis legal a fines de la década de 1970 y principios de la de 1980 creado por los juristas Derrick Bell, Kimberlé Crenshaw y Richard Delgado.

Se mantuvo durante mucho tiempo enclaustrada en los ámbitos universitarios o de estudios avanzados; pero, ha surgido a la luz a raíz de los recientes acontecimientos. Un buen ejemplo es cuando, en la década de 1930, los funcionarios del gobierno literalmente trazaron líneas delimitantes alrededor de áreas consideradas de alto riesgo financiero, a menudo explícitamente debido a la composición racial de los habitantes. Posteriormente, los bancos se negaron a ofrecer hipotecas a los negros en esas áreas.

En pleno siglo XXI, eso no ha cambiado mucho: los mismos patrones de discriminación persisten a través de políticas que ya no tienen en cuenta unicamente la raza, como la zonificación de viviendas unifamiliares que impide la construcción de viviendas asequibles en barrios privilegiados de mayoría blanca y, por lo tanto, obstaculiza los esfuerzos de inclusión racial. Los cinturones de miseria que rodean la mayoría de las ciudades y la construcción de edificios con servicios mermados para alojar a la servidumbre de los habitantes de los lujosos edificios de departamentos, resultan emblemáticos.

La Teoría Crítica de la Raza también tiene vínculos con otras corrientes intelectuales, incluido el trabajo de sociólogos y teóricos literarios que estudiaron las relaciones entre el poder político, la organización social y el lenguaje. Y sus ideas han influenciado desde entonces a otros campos, como las humanidades, las ciencias sociales y la formación del profesorado. Texas, por ejemplo, acaba de prohibir que en las escuelas se hable de la esclavitud de los negros y los aportes que hicieron al país.

Todo lo dicho está a ojos vistas, por ello se ha generado una nueva discusión que polariza a los dos partidos políticos estadounidenses: los republicanos que se niegan a reconocer la integración racial y los beneficios que ha tenido al enriquecer el acontecer cultural en sus tres grandes campos, arte, ciencia y moral; y los demócratas que consideran que parte importante de lo que ahora son los Estados Unidos viene de la contribución que han hecho no sólo los negros, sino todas corrientes migratoria de otra raza.

Quizá una explicación muy creíble acerca del porque se ha exacerbado el odio racial en la nación más poderosa del orbe, sea que es el resultado de la utilización de sistemas cibernéticos y digitales que programan contenidos con un alto contenido de discriminación racial, económica, política y dogmática. Al respecto señaló la Dra. Tendayi Achiume, relatora especial de la ONU sobre racismo, que: "Las tecnologías digitales emergentes impulsadas por macro datos e inteligencia artificial afianzan la desigualdad racial, la discriminación y la intolerancia" Lo más graves es que lo hacen sin un propósito.

En México, lo ha denunciado el presidente Andrés Manuel López Obrador, también se está dando este tipo de racismo, especialmente entre las clases medias altas que aspiran a alcanzar un estatus mayor y aborrecen a los de abajo, sin percatarse de que en la mayoría de los casos, el pueblo raso costeó su preparación y facilitó el acceso a su actual posición.