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La falacia de la democracia representativa

La trastada que pretendían hacer las pandillas unidas en el Senado para la elección a modo del fiscal electoral, pone de manifiesto, de manera clara y precisa, a quiénes, en realidad, sirven los integrantes de la cámara alta.

La trastada que pretendían hacer las pandillas unidas en el Senado para la elección a modo del fiscal electoral, pone de manifiesto, de manera clara y precisa, a quiénes, en realidad, sirven los integrantes de la cámara alta. Fieles a la voz del amo, querían que fuera la Junta de Coordinación Política la que dijera quién será el nuevo titular de la Fepade y luego darle pase automático con elección secreta en las sesiones del pleno.

Es posible que tanto descaro y tal atentado en contra de México y los mexicanos haya provocado una objeción de consciencia entre miembros de grupos parlamentarios que tradicionalmente aceptan el maiceo y se someten a los mandatos del caporal Emilio Gamboa, porque, junto con el único grupo opositor a la jugada, hicieron el vació a fin de que no se perpetrara tal desaguisado y el fiscal electoral sea electo con escrúpulo.

La falacia de la democracia representativa

De inmediato, viene a la mente la pregunta: ¿A quién representa Gamboa, que salta de un cargo a otro y de una cámara a otra sin haber sido jamás elegido por voto popular? No hay que ir muy lejos por la respuesta: Representa a la oligarquía plutocrática que tiene dominado al Anáhuac y que, desde hace más de 30 años, ha logrado tener el poder en sus manos para favorecer al capitalismo salvaje en contra de los aborígenes.

La profundidad interpretativa del clásico cuento breve de Monterroso, El dinosaurio, que dice: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, no puede desligarse del sistema político mexicano que desde los 80s sigue ahí, como un ominoso y feroz reptil del Mesozoico. El México dormido con el cuento del nuevo milagro mexicano y de las bondades del libre comercio, despierta y se entera que en el poder siguen los mismos.

Y de que se aprestan a llevar a cabo una elección de Estado que garantice que todo siga igual, como en el Gatopardo. Que se mantenga el modelo en que el poder político ha claudicado ante el gran capital financiero encabezado por la banca internacional. Que los bancos y las grandes corporaciones, que han terminado por adueñarse del mundo y crear una sociedad donde la desigualdad aumenta, sigan operando libres.

Los reptiles antediluvianos defienden ‘la democracia representativa’ y luego, muy ufanos señalan que las decisiones cupulares son las decisiones populares; que todo ha sido consensado y avalado por los mexicanos representados en las dos cámaras del Congreso. Como las reformas estructúrales que han completado la obra predadora de Salinas y han entregado los bienes de la tierra a las voraces empresas trasnacionales.

La falacia de la ‘democracia representativa’ ha sido denunciada permanentemente a lo largo de la historia. Quizá el primero en hacerla notar fue Juan Jacobo Rousseau, quien, en su obra El contrato social, publicada en 1762, señala que: “La soberanía (popular) no puede estar representada, por la misma razón por la que no puede ser enajenada; consiste esencialmente en la voluntad general, y la voluntad no se representa; es la misma o es otra; no hay término medio. Los diputados del pueblo no son, pues, ni pueden ser sus representantes, no son más que sus mandatarios; no pueden concluir nada definitivamente. Toda ley no ratificada por el pueblo en persona es nula; no es una ley”.

Pero, no se queda ahí, va hasta el fondo y, aludiendo a su propia realidad, asegura que: “El pueblo inglés cree ser libre, y se engaña mucho; no lo es sino durante la elección de los miembros del Parlamento; desde el momento en que éstos son elegidos, el pueblo ya es esclavo, no es nada”.

Como nada fue la opinión de quienes vieron en el Tratado de Libre Comercio el dominio de unos cuantos que habrían de enriquecerse escandalosamente a costa de la miseria de las mayoría, como bien dijo el presidente Clinton, que tuvo que firmarlo porque en ello la iba la presidencia.

Como nada fue durante la aprobación de las reformas estructurales y cuando el ensayo general con vestuario en el estado de México y ahora, con los prolegómenos de la elección de Estado.