Editoriales > ANÁLISIS

La fuerza de la moral

Las presiones fuertemente igualitarias, devienen del riesgo de no tener ni para comer en una sociedad muy desigual y alienta las preferencias por mejorar la suerte de los pobres

Las posiciones encontradas y enconadas entre los que han logrado acumular grandes fortunas evadiendo sus responsabilidades económicas, sociales y políticas y se duelen de que el Estado los llame a cuentas, y los que esperan medidas efectivas que terminen con los privilegios de unos cuantos y ayuden a moderar tanto la indigencia como la opulencia, están retrasando los planes y programas para reactivar la economía nacional y lograr las metas de bienestar social que propone la 4T.

Es claro que los ideales de la izquierda son la traslación al ámbito político de los principios morales que se desprenden de las mejores teorías de la justicia. En cambio los ricos y no se diga los muy ricos, desean un compromiso fiscal muy bajo y, como consecuencia, unos servicios públicos de mínimos a inexistentes. Las presiones fuertemente igualitarias, devienen del riesgo de no tener ni para comer en una sociedad muy desigual y alienta las preferencias por mejorar la suerte de los pobres. De ahí el reclamo de moralidad.

La fuerza de la moral

¿Pero, cómo acceder a la moralidad en un mundo en que el abuso, la transa, la corrupción, la complicidad y la consecuente impunidad han sentados sus reales? ¿Estarán los acostumbrados a ganar de todas todas, por la buena y dentro de la ley o como sea, a modificar su modo de operar para acatar las reglas morales de la justicia? Ese viene a ser el quid del acontecer nacional en el que cotidianamente miden sus fuerzas los adalides del capitalismo salvaje y quienes están empeñados en la transformación.

De ahí que resulten muy interesantes los conceptos que vertió ayer en la ciudad de Monterrey el titular de la Secretaría de Educacional Pública, Esteban Moctezuma Barragán, en el Foro La nueva escuela mexicana: “Un modelo humanista en la educación ayudará a propiciar un cambio cultural en el país. Nos estamos proponiendo algo complicado, no es algo fácil, pero queremos lograrlo. Que nuestros niñas y niños sean una nueva generación de mexicanos incorruptibles”. Este es un compromiso pesado.

Sin embrago, quizá la propuesta sea el único camino real y afectivo para lograr que México y su gente recobren los valores que le dieron tanto lustre en el concierto de las naciones civilizadas, en las que se reconocía a los mexicanos como hombre de palabra que honraban sus compromisos al pie de la letra.

Con frecuencia se escucha la pregunta de ¿qué no pasó? Tal vez no haya una respuesta pronta y fácil; pero, de lo que no hay duda es de que durante el periodo neoliberal en país llegó a situarse entre los más corruptos del planeta, sin que a los gobernantes y líderes les apareciera en el rostro una mínima pizca de vergüenza. En Europa, los últimos gobiernos ya ni siquiera eran recibidos en las residencia oficiales de los países que visitaban. Con un gracioso mohín eran llevados a comer tacos en la calle.

Uno de los mecanismos que permitirá a la escuela ser una instancia sembradora de valores, es el que tiene que ver con la basificación del personal educativo. Hasta antes del cambio, los profesores y los trabajadores de la SEP eran obligados a realizar tareas discímbolas que nada tenían que ver con su profesión de educadores, pues los líderes sindicales y las autoridades educativas los tenían agarrados de la gamarra con la promesa de una plaza que hacía las veces de la zanahoria con los pollinos del pozo.

Ya con la seguridad de un trabajo estable, tendrán que dedicarse a estimular en los pequeños y jóvenes el conocimiento y los valores que hacen a una persona responsable, honesta y capaz. Quien no lo entienda, pues, que se dedique a otra cosa en la que pueda sentirse satisfecho. La 4a. Transformación está caminando y lo está haciendo aprisa; no hay lugar para el rezago ni para cobijar los vicios que hasta hace poco caracterizaban al sistema educativo, porque 175 mil docentes tenían contrato temporal.

Quizá esta acción aislada no sea suficiente; pero, es un gran paso en la dirección correcta. Todo intento de volver a reivindicar los valores y los principios morales topa con muchas dudas, algunas tan antiguas como las que planteó Sócrates, el filósofo: ¿Puede enseñarse la virtud? ¿Cómo se adquiere esta cualidad, si no es posible enseñarla? La educación del carácter tiene su fundamento teórico en la ética de las virtudes que proclamó Aristóteles. Según el maestro griego, la virtud tiene tres aspectos bien definidos: un comportamiento (una conducta que podríamos considerar como virtuosa como, por ejemplo, la generosidad), un sentimiento (se actúa con generosidad porque es bueno, porque hace bien, porque se ama ser generoso) y finalmente una razón (permite reflexionar los motivos por los que ciertos actos y rasgos son buenos y otros malos). De poco sirve adoctrinar sin la práctica y la integración emocional de la virtud: no es la razón, sino el sentimiento, el que mueve a actuar.

En la propuesta del secretario de Educación está contenida la idea de que se va camino de una visión de comunidad que se desprenda, de una vez, de los tiempos de individualismo que la ha precedido. Ya basta de tanto lobo, de tanta ambición materialista, de tanto abuso y de tanta mediocridad en el trato humano. Con mucha frecuencia de habla de la pobreza y de la miseria como sinónimos. Tan vez lo sean como conceptos lingüísticos; pero, no lo son desde el punto de vista políticos, social y económico. El pobre es el que carece de recursos para satisfacer cabalmente sus necesidades; el miserable puede ser pobre, o, puede ser rico; pero, en todos los casos lleva una vida alejada de los valores, del amor, la dignidad y la solidaridad. Se dice de él (como de algún país), que no tiene amigos; sino, sólo interés que cuidar.

Con iniciativas como la presentada ayer por Moctezuma Barragán, se abre la oportunidad de que, por el bien de todos, la sociedad mexicana acceda a una mayor sensibilidad moral (respeto y dignidad); a una mayor capacidad de ser para uno mismo (responsabilidad); para los demás (vínculos éticos y compasivos) y para el mundo en su conjunto (valores cívicos). Así México volverá a ser un gran país.