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En plata limpia

Las negociaciones para la modernización del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte han caído en el bache que el actual gobierno quería evitar con un arreglo rápido, aunque no fuera tan redituable para México y los mexicanos. El equipo del nuevo régimen, encabezado por Jesús Seade, quiere revisar a fondo todo lo que se haya acordado con respecto a la energía eléctrica y el petróleo; lo otros se oponen.

Cabe señalar que quien desde un principio señaló que la renegociación del tratado no habría de contemplar el tema energético, fue el exembajador de los Estados Unidos en México, Carlos Pascual, coautor de la reforma energética y ahora alto funcionario de empresa petrolera. Pascual contó para reforzar su alegato con los representantes de la delegación mexicana, encabezados por Ildefonso Guajardo, que está cerrado para ello.

En plata limpia

Nuevamente, se trae a colación el ‘grave riesgo’ que corre el país si se echa por tierra la reforma energética y la entrega de los recursos nacionales a empresas extranjeras; ‘quesque’ el país quedaría desacreditado y dejaría de fluir la inversión extranjera por ser poco serios y respetuosos de los tratos leoninos que se firmaron seguramente que no de gorra, porque los de orita no dan patada sin huarache y llevan llenas las alforjas.   

 Quienes hacen el caldo gordo a los entreguistas y a los ganones del exterior, aseguran que revisar el tema energético del TLC, es asunto delicado porque este sector implica niveles gigantescos de inversión, superiores incluso a los que registra el sector automotriz. Lo que no dicen es que las colosales inversiones que dice el impresentable Pedro Joaquín Coldwell sólo existen en su imaginación. De de los 114 mil 674.9 millones de dólares de inversión extranjera directa que llegó a México entre enero de 2014 y septiembre de 2017, la industria eléctrica y el sector de extracción y gas y petróleo apenas recibieron 2.1 y 1.7 por ciento respectivamente. ¿’Ontán’ las fortunas?  

Echando por tierra los constantes alegatos del presidente Trump, que dice que México se aprovecha de su país,  el sector energético es el que ofrece el mayor superávit para Estados Unidos en el intercambio binacional, además de un mayor déficit para México: 16,000 millones de dólares del 2017 y 10,000 millones el primer semestre del 2018. No se ve, por qué los miembros de la camarilla de Guajardo se resisten a revisarlo.

Hablando en plata limpia, por lo que corresponde a la extracción de gas y petróleo, la inversión extrajera directa fue en el 2014 de 260.1 millones de dólares; en 2015 llegó a 883.6 millones de dólares; en 2016 fue de 403.9 millones de dólares y de enero a septiembre de 2017 se tenía un registro de 413.5 millones de dólares, con un total del periodo que suma mil 961 millones de dólares, muy por debajo de las cuentas alegres.

En el mismo lapso, la industria eléctrica recibió 544.1 millones de dólares en 2014, subió a 685.2 millones en 2015, creció a mil 184 millones de dólares en 2015 y de enero a septiembre de 2017 captó sólo 104.3 millones de dólares. La suma total de esos años asciende a 2 mil 517.6 millones de dólares, sólo el 2.1 por ciento de la IED.

La posición del equipo del nuevo gobierno ha sido tan clara y precisa, que en varios medios, especialmente The Wall Street Journal y Bloomberg, publicaron el 21 de agosto pasado, que existe una disputa interna entre el equipo de Andrés Manuel López Obrador y el de Enrique Peña Nieto sobre lo que debe quedar en el capítulo de energía del TLCAN, agregando que ello podría detener las negociaciones que se llevan a cabo.

Asegura en sus páginas el WSJ, que: “El nuevo Gobierno del Presidente electo quiere evitar que se incluya un nuevo capítulo sobre inversiones energéticas en el acuerdo, algo que el equipo mexicano actual y sus contrapartes estadounidenses y canadienses ya habían acordado, según personas con conocimiento de la negociaciones”. Pos, claro.

Lo menos que puede hacerse es revisar a fondo qué fue lo que acordaron los funcionarios mexicanos, quienes no han querido dar a conocer las negociaciones en ese ramo.

Sabido es que el presidente electo ha expresado su voluntad de que el Estado recupere su control sobre el sector energético y no ceder soberanía en asuntos relacionados con el petróleo; pero, también se ha visto cómo ha venido conciliando posiciones desde que fue declarado triunfador en las elecciones de julio. No hay lugar al miedo.