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Domingo de Ramos

Hoy se inicia la Semana Santa con la celebración de la entrada de Jesús a Jerusalén como Rey de la Paz. La tradición, que se inicia en el siglo IV de la Era Cristiana, contempla cuatro momentos litúrgicos: la bendición de las palmas, la procesión, la Misa y la lectura del relato de la Pasión durante la Eucaristía. Originalmente, la bendición de los ramos y palmas que deben llevar en sus manos los fieles participantes, tiene lugar antes de la procesión.

Durante la caminata, se canta especialmente la loa "Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz en la tierra y gloria en las alturas", aunque, con el tiempo se han cambiado algunas palabras; pero, la esencia permanece en el sentido de que la llegada triunfante de Jesús a Jerusalén está relacionada con la paz. Esa paz que se obtiene con la práctica del amor, la tolerancia y el entendimiento que centran las prédicas de quien va a entregarse voluntariamente al sacrificio.

Domingo de Ramos

El Domingo de Ramos se conoce también como Domingo de Pasión y así lo indica la Carta de fiestas pascuales y del libro Jesús de Nazaret: desde la entrada en Jerusalén a la resurrección, del Papa Emérito Benedicto XVI. Domingo de Pasión porque inicia la semana en que el hijo de Dios se entrega para ser crucificado en el monte Calvario encontrando la muerte luego de padecer severos castigos y humillaciones de hombres que no escucharon su palabra ni fueron incapaces de entenderla.

La procesión tiene por objeto revivir el júbilo del pueblo creyente por la llegada del Mesías y cómo fueron cantando de alegría y agitando las palmas. El pueblo está contento por la visita y desea manifestarlo abiertamente porque cree que Jesús es el salvador por cuanto sus enseñanzas y palabras lleva siempre el propósito de despertar el amor al próximo, el perdón y la tolerancia, pues, como había dicho una semana antes: "El que esté libre de culpa que tire la primera piedra".

La bendición de las palmas, que según los libros debe ser previa a la procesión y a la misa; pero que también ha variado, tiene como propósito que los fieles lleven a sus hogares un recuerdo de la llegada triunfante del Señor y cómo van cambiando las circunstancias hasta conducirlo ante la autoridad judía y romana, una que lo condena y otra que se lava las manos, como ha venido ocurriendo durante muchos tiempo después. Unos no le ven falta; pero otros la tienen inquina.

En la literatura litúrgica se ha hecho hincapié en que no se tomen las palmas ni los ramos de flores como amuletos o cosas banditas con propiedades de sanación, de magia o exorcismo. Su significado no va más allá de ser el de un recuerdo de un evento en el que los fieles deben participar. Inclusive, si no se llevan las palmas o ramos de flores durante las ceremonias, no hay ningún problema, pues todo debe asumirse en su sentido plenamente simbólico y religioso.

Importante es señalar que la llegada de Jesús montando un pollino es también altamente simbólica, pues a la manera de los próceres y los potentados, debe hacer su recorrido en un medio de transporte digno de su realeza, y esta realeza es, según sus propias palabras, la más humilde de las bestias de carga, que, a diferencia de los bridones que se utilizan para la guerra, es tenido como la esencia de la mansedumbre, el servicio y el apego a sus amos. Ir en burro es señal de paz.

Con respecto del relato de la Pasión, la Carta de Fiestas Pascuales dice: "Es aconsejable que se mantenga la tradición en el modo de cantarla o leerla, es decir, que sean tres personas que hagan las veces de Cristo, del narrador y del pueblo. La Pasión ha de ser proclamada ya por diáconos o presbíteros, ya, en su defecto, por lectores, en cuyo caso, la parte correspondiente a Cristo se reserva al sacerdote". La idea es que se entienda cabalmente el sentido del sacrificio de Jesús.

La pasión, ya explicada y entendida, será revivida a lo largo de la semana con los diversos actos en que se recuerda o se revive la oración en el monte de los Olivos, la traición, la entrega, el juicio, la condena, el camino al Calvario, la crucifixión y la resurrección, con la que se cierra el círculo y el Señor vuelve a reinar sobre su pueblo que le ha seguido durante más de dos milenios en su tarea. 

Con la resurrección de Cristo se enciende el cirio pascual, que significa: "la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo" y que disipa la oscuridad (muerte). El fuego de la llama también representa una imagen viva de la Resurrección, del hombre que abandona el pecado y nace a una vida nueva. Mientras el cirio está encendido, el sacerdote puede decir palabras similares a: "La luz de Cristo, elevándose en Gloria, disipa las tinieblas de nuestros corazones y mentes".