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Contra el capitalismo salvaje

Los mercados de capitales no funcionan gracias a la información; operan sobre el principio de la confianza

Los últimos ganadores del Premio Nobel de Economía, han sido críticos acervos del capitalismo salvaje que va por el mundo montado a horcajadas sobre el brioso corcel de la globalización, engullendo todo lo que encuentra a su paso sin importar el costo en vidas humanas, afectaciones al medio ambiente y exterminio paulatino de los ecosistemas. 

La noción de capitalismo salvaje surge del hecho de que los dueños del gran capital no tienen respeto por nada ni por nadie. Su único interés en la vida es pugnar por ser o estar dentro del grupo de los hombres más ricos del planeta. Su poder se ha acrecentado tanto durante los últimos 30 años, que dominan regiones enteras donde los gobierno de los países han abjurado de su compromiso político y social y se han convertido en aliados.

Contra el capitalismo salvaje

A cambio de los mendrugos que caen de la mesa de los potentados, los gobernantes sin escrúpulos han derogado todas las leyes que protegen la riqueza y la economía de sus naciones, y han entregado patentes de corso para que cualquiera que tenga interés en un bien determinado, pueda obtenerlo sin más que hacer pequeñas inversiones entre las que ocupan los menores recursos los salarios de los trabajadores, generadores de la riqueza.

Aseguran que: “Los mercados de capitales no funcionan gracias a la información; operan sobre el principio de la confianza. Y ésta no se consigue con más transparencia, sino respaldando las deudas con las suficientes garantías que luego los acreedores puedan reclamar”. Durante la crisis inmobiliaria, las garantías de las hipotecas no valían ni la mitad del monto de los créditos que fueron otorgados de forma irresponsable. 

Corresponde a los gobiernos proteger a los ciudadanos sobre tratos leoninos que afectan a su patrimonio. Cuando un contrato es notoriamente benéfico para una de las partes, se genera un conflicto de intereses y surgen problemas en los que una gana mucho y el otro pierde más, emerge la necesidad de que exista una negociación que permita llegar al nivel de equilibrio entre riesgos, costos y beneficios. Que todos ganen.

Quizá en este momento, la mayor relevancia se observa en los contratos laborales, en los que, en la relación de capital y trabajo, es el primero el que resulta más beneficiado, en detrimento del ingreso de los trabajadores, que ha llegado a tal horizonte que está a punto de provocar el colapso mundial de la economía por falta de poder de consumo. No se trata sólo de justicia o de moral, sino de mutua provecho entre patrón y jornalero.

Pero, además, habría que ver que en todo contrato haya reglas y estímulos que incentiven a los empleados a trabajar en equipo, evitando que exista un chambón que se aproveche del esfuerzo de los demás. Con el trabajo en equipo impuesto como norma y estimulado con recompensas estratégicas, se eleva substancialmente el nivel de productividad y todos salen ganando, con mayor disponibilidad de recursos para mejorar los salarios.

En una economía regida por reglas claras y precisas, se busca que un contrato establezca los riesgos y los incentivos que asumen los firmantes y cómo se deben fijar de común acuerdo estos equilibrios: “Esta teoría explica por qué las compañías de seguros nunca reintegran todo el valor de la casa quemada o el coche robado, pues en ese caso nunca nos importaría si se quema la casa o nos roban el coche. Hay que tener los incentivos adecuados para fomentar que las partes sean cuidadosas”. Reciprocidad.

También han dado luz en los sistemas de educación y salud, en los que recomiendan que no todo sea gratuito, sino que haya algún coste para los beneficiarios de esos rubros de tal manera que las personas busquen mayor calidad en el servicios que les cuestan y por los que puede reclamar, en el caso de la educación; o tener un mayor cuidado de su salud, con medidas preventivas como hábitos y alimentación sanos. 

Dicho el palabras llanas, lo que cuesta se cuida. Por lo pronto hay que señalar que el camino de retorno al imperio de la ley, ha cumplido su primer año y parece que va bien.