Editoriales > ANÁLISIS

Con muchos sesos

Cuando se pone la proa visionaria hacia metas ambiciosas en pos de la recuperación de los valores humanos que ha deteriorado el capitalismo salvaje y feroz, que quita el pan de la boca a los pobres para amasar colosales fortunas que no tienen precedente, se requieren muchos sesos para ir adelante, derribando los molinos de viento cuyas aspas se agitan como queriendo asustar a los gallardos caballeros de lanza en ristre.

El plan fronterizo de Andrés Manuel López Obrador es ambicioso y viene a responder con justicia a las necesidades de la comunidad asentada a las márgenes del río Bravo y en las planicies del norte que delimitan el territorio nacional a partir de Tijuana en el extremo noroeste, la quinta ciudad más poblada del país. Ver por estas regiones, tan castigadas por los estragos derivados de la explotación de mano de obra barata, viene a ser un acto de justicia que puede devolverles su antigua y legendaria luminosidad.

Con muchos sesos

¿Cómo no recordar aquellas épocas en que mexicanos de todos los rumbos de la patria venían a la frontera, no para cruzar al otro lado; sino para asentarse aquí, en tierras de promisión, donde la fiesta duraba todo el día y cada quien, con su propio esfuerzo, fue capaz de labrarse un porvenir venturoso y vivir una vida plena y productiva? La vida está acá, decían propios y extraños gozando de lo mejor del carácter alegre de México. 

La ambición enfermiza y la avidez de riqueza extrema dio al traste con la bonanza de la frontera mexicana. A las oleadas de profesionistas, técnicos, obreros calificados; de músicos, cocineros, publirrelacionistas o hombres valiosos que llegaron a la frontera para contribuir con su granito a arena a la grandeza, siguieron contingentes de mano de obra barata, sin capacitación, que lejos de aportar demandaba atención y servicios.

Constituyeron los nuevos avecindados una problemática severa que ha restado a la frontera capacidad para solventar sus necesidades; los nuevos asentamientos urbanos no han venido a resolver las exigencias de vivienda, en cambio si han dispersado los recursos que necesita la población. ¿Cómo llevar agua, drenaje, energía eléctrica, vías de comunicación, educación y salud a poblaciones asentadas a casi 30 kilómetros del centro urbano? La jauja de los constructores se traduce en más miseria, más penuria.

Por ello, el Plan Fronterizo del nuevo gobierno que ha de encabezar Andrés Manuel López Obrador, ha venido a ser una venturosa bocanada de aire y puede ser la piedra de toque para la recuperación de la zona limítrofe con el país más poderoso de la tierra, que está cerrando sus fronteras para no verse contaminado por los estragos del neoliberalismo que ayudó a cargar a la mayor parte de los países del lado occidental.

Elevar los salarios mínimos al doble, bajar impuestos, homologar los precios de los energéticos, reordenamiento del uso de suelo, ambiciosos programas de urbanización en todos aspectos, reconstrucción del tejido social con programas multidisciplinarios, restauración de la zona libre suprimida por las hordas neoliberales, ampliación de la zona fronteriza a cien kilómetros adentro de la línea limítrofe y total transparencia en las acciones de todos los niveles de gobierno; plan ambicioso que pide muchos ‘esos’.

Porque, indudablemente, que habrá resistencias. Los trabajadores que hacen como que trabajan en respuesta a la actitud de los patrones que hacen como que pagan; aquellos empresarios balines que operan a base de la explotación laboral y que ahora tendrán que innovar sus sistemas de producción y comercialización si quieren seguir en el mercado; la corrupción en la administración pública que inventa nuevas reglas y más requisitoria para cobrar mordidas a quienes desean ganarse la vida con alguno de los emprendimientos que satisfagan necesidades de la comunidad; en fin, todos los que han convertido a la frontera en una mala copia de Bangladesh, en donde hay tanta miseria que se trabaja sólo por la comida, que ni siquiera llega las tres veces por día. 

Los ‘esos’ del nuevo gobierno tienen que ser respaldados con igual ímpetu y coraje por los habitantes de la comarca para que puedan tener éxito. Esta es una magnífica coyuntura para que quienes en la frontera viven y trabajar y han logrado tener una vida plena, contribuyan a su recuperación. Que los días vuelvan a ser de fiesta, de risa, de alegría y que las noches vuelvan a ser días, con música, baile y confraternidad.

Que la frontera sea, otra vez, una comunidad de hombres libres, dueños de su destino y con la vista puesta en los ideales que hacen del hombre el ser superior.