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A querer o no

La teoría de Agustín Yáñez, en el sentido de que, cuando México se encuentra al filo del abismo, viene a suceder algún acontecimiento ‘providencial’ que lo salva y, a partir de ahí, reanuda la marcha hacia su destino. A punto de terminar el Tratado de Libre Comercio de la América del Norte por la gran torpeza de los negociadores mexicanos liderados por el menguado Ildefonso Guajardo, 2 acontecimientos adelantan su firma.

El primer acontecimiento y quizá el más importante, es la guerra comercial que inició el presidente Donald Trump con China, país al que hasta hace poso consideraba un amigo confiable, que fue recibido en la Casa Blanca con grandes honores; el otro es la VIII Cumbre de las Américas que se llevará a cabo en Lima entre el 13 y 14 de éste. El mandatario de los EU quiere resolver ambos casos antes de iniciar nuevas estrategias. 

A querer o no

Con base en ello, Estados Unidos ha renunciado a su demanda de que la mitad de las partes de un automóvil que se ensamble en México deberá proceder de sus fábricas a fin de poder calificar para aranceles preferenciales dentro del TLCAN. Ahora, propone un sistema que exige que cierto porcentaje de las autopartes sea fabricado por obreros que ganen salarios específicos dentro de un esquema tabular mixto y justo.

Todos los expertos en el tema han coincidido en que esa propuesta puede resultar más aceptable para Canadá y que también podría animar a México a, finalmente, pagar salarios más altos. Además, podría ayudar a que Trump atraiga el voto demócrata en el Congreso, donde un elevado número de representantes se quejan de que los bajos salarios en México son la razón de que las empresas llevan la producción de autos ahí. 

El tema ya ha sido tratado con amplitud. Durante el seminario "El futuro del trabajo en el sector automotriz", la investigadora Graciela Bensusán, de la Universidad Autónoma Metropolitana; Alex Covarrubias, coordinador de la Red de Innovación y Trabajo en la Industria Automotriz Mexicana, y Ludger Pries, del Colegio de México, coincidieron en señalar que uno de los retos en las negociaciones para el sector es el dicho ‘dumping salarial’. 

Graciela Bensusán manifestó que más que equilibrar salarios, México debe generar el contexto para hacer un mejor reparto del resultado de la productividad, porque “no estamos compitiendo sólo con bajos salarios, sino con salarios bajísimos y altísima productividad”. Aseguró que mientras la mano de obra en la industria automotriz nacional compite con las mejores del mundo, llámese Alemania o cualquier otra, los empleados ganan hasta 20 veces menos.

Y no es que el presidente Trump o los empresarios de la industria automotriz estadounidense sean hermanas de la caridad que desean una mejoría en las condiciones de vida de los trabajadores del ramo en el Anáhuac; sino, lo que desean es terminar con la realidad de sacar la manufactura del territorio de los Estados Unidos para llevarla a zonas más baratas en las que se pagan salarios que, además de injustos, resultan anticonstitucionales a la luz de lo que señala la Carta Magna.

Desde que se puso la homologación salarial como requisito indispensable para la renovación del tratado de libre comercio, el negociador mexicano se ha mostrado cerrado en el tema, inclusive, se alcanzó la puntada de señalar que los salarios en México son un asunto interno que nada tienen que ver con negociaciones internacionales. Aun así, aunque es probable que la propuesta enfrente oposición por parte de los mexicanos, puesto que las escalas salariales actuales son demasiado bajas para calificar, no tienen más alternativa. Asegura un viejo y conocido refrán que más vale pájara en mano que ciento volando, y en ese sentido los beneficiarios del libre comercio no querrán quedándose chiflando en la loma. 

El alza salarial es también un argumento que Trump comparte con Canadá, que, además, se pronuncia por el respeto a los derechos humanos tan vulnerados en México. Así que…