Editoriales > ANÁLISIS

A 50 años del gran mito -I-

A medio siglo de distancia, habría que decir que ‘La matanza de Tlatelolco’ es la primera fake news en la historia del México moderno y que fue una de las estrategias para poner fin al Sistema Político Mexicano, que tantos logros tuvo en los tres grandes campos de la cultura humana en un mundo convulsionado por la barbarie. Testimonios personales de actores de primera línea y acontecimientos previos y posteriores, son prueba contundente de la falacia del 2 de octubre. ¿Hubo muertos? Sí; ¿el Ejército masacró a los estudiantes? No; ¿hubo represión? Sí; ¿era necesaria? Sí.

Medios nacionales y extranjeros (como viene ocurriendo actualmente en varios países hostigados por la prensa al servicio del capitalismo salvaje), además de autores fantasiosos y comprometidos, de buena o mala fe, echaron su gato a retozar hablando de 150, 300, 500, 800 o quizá más de mil muertos en la Plaza de las Tres Culturas del conjunto habitacional Nonoalco-Tlatelolco; pero, se da el caso de que ninguno de ellos estuvo ahí y que hablan de oídas, por plagio o por consigna.

A 50 años del gran mito -I-

Horita mismo, un medio que dice ser ‘De la Izquierda, red Internacional en 7 idiomas’, asegura, luego de múltiples ejercicios pajeros, que: “Cuando el último orador del día se dispuso a hablarle a las masas desde el tercer piso del edificio Chihuahua, un helicóptero que sobrevolaba la zona lanzó bengalas de colores verdes y rojas sobre la plaza. Era la señal de las FFAA para atacar a los manifestantes disparando a mansalva con ametralladoras desde jeeps y tanques ligeros junto con francotiradores apostados en los edificios cercanos. Así comenzó la Masacre de Tlatelolco…”. Que “el saldo de muertos supera los 300, además de 700 heridos y 5 mil estudiantes detenidos”.

Muy lamentables fueron las crónicas sobre el evento de Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2013, y de Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990, quien por aquellos días era embajador plenipotenciario de México en la India y que aseguró haber renunciado por razones de índole moral por no poder continuar en la tarea de representar a un gobierno represor. Otros autores menores también se sumaron a la corriente de redactores que no estuvieron en el lugar de los hechos y que se dejaron llevar por una narrativa cargada de miedo, parcialidad, frustración, resentimiento, rencor o interés.  

En el propósito de probar la falacia del 2 de octubre, se acudirá a las palabras de los autores que no sólo estuvieron en la Plaza de las Tres Culturas en la fecha indicada; sino que, además, fueron protagonistas de primera línea en el movimiento estudiantil. Se aportarán los elementos necesarios para entender por qué se pretendía ensuciar el régimen del presidente Gustavo Díaz Ordaz y generar un clima de inestabilidad política y social en víspera de la inauguración de los Juegos Olímpico de México 68, los primeros que habrían de celebrarse en un país del llamado Tercer Mundo. Las razones venían de lejos en aquellos días y han llegado más lejos todavía, ahora.

Un escritor que se mantuvo fiel a sí mismo y no cayó en la tentación de tergiversar los acontecimientos para llevar agua a su molino, fue el insospechable Carlos Monsiváis, quien, el 18 de septiembre de 1968, publicó en La Cultura en México, suplemento de la revista Siempre, un artículo denominado: 2 de octubre de 1968, en el que analiza las raíces, los incidentes y el desenlace del movimiento estudiantil, y en el que jamás fue mencionada la palabra masacre; que termina con los siguientes párrafos: “Si mucho le debemos ya al Movimiento, hay otra lección más: una Universidad invadida jamás será señal de fortaleza sino de anemia política, será siempre una dolorosa confesión de ineptitud. El camino es evidente: defender a la Universidad, revivir su asesinada Autonomía, defender la cultura de México, el clima vital que toda cultura requiere, es la mayor, la más alta tarea de una generación”.

(Continuará).