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Nostalgia 

No sé si le ocurra a todos, tal vez sí, pero a mí septiembre y diciembre me provocan nostalgia. 

Alguna vez escribí, en una conmemoración del libro que casi ningún mexicano lee (ni siquiera su primer artículo), la Constitución, que si ésta pudiera escuchar, lloraría cada que escuchara a Peña Nieto referirse a ella. Que, sabría, que el sentimiento que hay detrás de la veneración pública a sus páginas, no está compuesto de un elemento más fuerte que la simulación. 

Nostalgia 

Y hoy, aunque claramente no es el día de nuestra Carta Magna, me embarga la nostalgia como cada 16 de septiembre, porque si no fuéramos “independientes” ni siquiera tendríamos constitución.

Pero, dejo a un lado el romanticismo -relativamente, aclaro-, para entrar en lo sustantivo: ¿Realmente somos independientes? De los españoles es evidente. Me refiero a la libertad de cada mexicano. ¿Realmente somos libres?

Porque más allá de la tradicional fiesta patria: de engolar la voz al decir: “¡Viva!” cada que el representante del ejecutivo nombra a un héroe independentista; de gritar con aires de verdadera mexicanidad el “¡Viva México!” y de incluso algunos asumirse “tequileros” por unas horas; estimo, que la lucha por la independencia, pero de la libertad de cada uno, se trabaja todos los días: es una tarea inconclusa, inacabada, una labor constante.

Orgullosos debemos estar de ser mexicanos, claro, pero con toda la imperfección de nuestra democracia, no podemos permitirnos correr nunca más el riesgo de ser conquistados por externos, mucho menos por internos. 

Viva México, entonces, y por encima de cuartas transformaciones, de gobernadores, alcaldes, luchemos cada quien por nuestra conquista individual, que debe fungir -estoy seguro- como base de nuestra “soberanía personal” como estímulo para continuar la lucha por nuestra independencia colectiva que, como hice ver, no está consumada.

Que Viva este gran país, y la libertad de los suyos, sigamos buscándola.