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‘Mentiras piadosas’

¿Es necesario decir toda la verdad?

Estarán de acuerdo conmigo que hay una gran diferencia entre mentir, ser sincero, decir la verdad, ser descarado o cínico y ser políticamente correcto. Quien diga que nunca miente, está mintiendo. Todos mentimos en diferentes grados y niveles, pero una cosa es aventarte una mentirilla piadosa y otra muy distinta ser mitómano, es decir, mentir compulsivamente atropellando a quien sea necesario y sin importar las consecuencias. 

Hay situaciones en que lo más conveniente es omitir detalles innecesarios o incluso mentir para evitar un daño más profundo. Vamos a suponer que “Don Mauro” le pintó el cuerno a su esposa y ella, en conjunto con su dolor, exige saber absolutamente toda la verdad. He escuchado infinidad de veces decir a ellas que una vez que sepan toda la verdad podrán “superar” la infidelidad. ¿Saben qué sucede? La cosa se pone peor y el resentimiento crece en cascada. Coincidirán conmigo que en estos casos los detalles innecesarios únicamente contaminarán más la situación. Díganme ustedes de qué le sirve saber a la esposa el color de la lencería que la amante usaba o cuántas veces, cómo y dónde lo hacían. 

‘Mentiras piadosas’

Una cosa es decir la verdad y otra muy distinta es andar por la vida jugando a los “verdadazos”. Un verdadazo son comentarios sin filtros, irreverentes, descarados y nunca suman, sólo restan. Hay quienes se escudan diciendo: “Pues así soy yo y quien me quiera, me va a querer como soy”. 

Vamos a suponer que “Doña Úrsula” le pregunta a su esposo: “¿Cómo se me ve el vestido?” (Sinceramente Doña Úrsula está bastante pasadita de peso) y su esposo le contesta: “Pareces vaca pastando” o “yo así no salgo contigo ni a la esquina”. ¿Están de acuerdo que no es necesario ofender? Incluso puedes ser honesto, pero sin necesidad de recurrir a la agresión. 

Hay quien aguanta vara y no tiene problema con escuchar las cosas crudas y sin escala. Hay quienes dicen: “Más vale una colorada que mil descoloridas” o “prefiero una verdad que hiera a una mentira que mate”, lo cual es muy válido, pero aceptemos que no todo mundo es así. 

¿Cuál es el beneficio de las mentiras piadosas o las verdades camufladas? 

El objetivo es dar una dosis de realidad sin herir susceptibilidades. Imagina que hubo un accidente y una señora perdió a su hijo. Tú le tienes que dar la noticia. Fue un accidente muy aparatoso y el cuerpo quedó irreconocible. Dime si es necesario que le des detalles horrorosos a la señora. El resultado no va a cambiar y ella no necesita tener en su mente la descripción a detalle de qué sucedió y cómo quedó el cuerpo hijo. ¿Ves como los verdadazos en ocasiones no aportan absolutamente nada? 

El nivel de confianza que tengas con una persona determinará la cantidad de verdadazos que te puedas aventar. No obstante, hay una delgada línea entre la honestidad y la ofensa. 

Podrías pensar que estoy a favor de las mentiras y sinceramente no creo que las mentiras necesiten más promoción porque todo mundo miente. Lo que quiero decir que hay situaciones, circunstancias, detalles y aspectos que no son necesarios compartir. De hecho, nos ha tocado escuchar a mujeres que tristemente han sido víctimas de maltrato y lo que más les ha dolido han sido las ofensas y palabras crueles.

Las palabras tienen mucho poder y para muestra basta un botón. Hubo una señora que le dijo a su hija que se arrepentía de no haberla abortado. ¿Saben cuándo la hija olvidará esas palabras? Nunca. No era necesario que la hija escuchara eso. Por eso es necesario aprender a usar el “impermeable” llamado prudencia. Nadie puede recordar lo que no ha visto, ni lo que no ha escuchado. Por lo tanto, antes de soltar el verdadazo pregúntate si “la verdad” va a construir o no, porque no sabes cuánto puedas impactar la vida de alguien. #Anótele 

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