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El Reynosa que se nos fue

Ahora que la violencia ha recrudecido por estos lares, obligadamente nos orilla a reflexionar sobre las causas por las que las familias pudientes de la frontera tamaulipeca con Texas, hoy en su mayoría emigraron. Unos rumbo a San Pedro Garza García, Nuevo León, y la mayor parte a de aquel lado del río Bravo. Y las de por aquí, hacia Mission o McAllen, en donde unos guiados por el temor y otros por la expectativa de la tierra prometida dejaron sus pertenencias, aunque no sus intereses porque por muy forrados que estén algunos de ellos, aun así, hay que trabajar.

Hubo incluso algunos que pensaron que, como dicen en el rancho, que el que es buen gallo en cualquier gallinero canta y bajo esa creencia incursionaron en negocios por el valle del río Grande. La mayoría de ellos tronaron pues no es lo mismo emprender negocios al amparo de la influencia que hacerlo sin estas ventajas.

El Reynosa que se nos fue

Entonces, por las malas experiencias que están sufriendo los de por aquí, los que no le han entrado han optado por permanecer en la inactividad, y usted como yo amigo lector sabemos que la ociosidad es el peor de los castigos, de ahí que no están integrados al desarrollo económico de aquel lado del río Bravo, como tampoco a la actividad social.

Permanecen prácticamente en calidad de metecos, como le llamaban en la Grecia antigua a los extranjeros, que los toleraban, pero no le concedían ningún derecho, situación que debe ser molesta, pero más inquietante ha de resultar estar en Reynosa. Cuando vienen, bien que saben que se sienten como venados que pueden ser presa de los depredadores.

Lo más triste es que los juniors que hacían y deshacían por la influencia de sus papis también pusieron pies en polvorosa tan pronto se les aparecieron los juniors de aquellos con altas cargas de violencia que por lo mismo los echaron en corrida.

Ahora Reynosa es tierra de negocios, pero para las grandes empresas. Para ellos sí hay seguridad o por lo menos respuesta por parte del gobierno cuando se meten con sus intereses. No sucede así con el micro empresario totalmente indefenso en su negocio ante los embates delincuenciales.

No se comprende porqué ahora que se permite el hacer uso de armas de fuego estando en el domicilio, no se incluyó la posesión de las mismas en los negocios por parte de los dueños o de sus encargados.

Ya se sabe que no es del todo bueno combatir violencia con violencia, pero también es irrebatible que en cuanto los delincuentes sepan que los que están en los negocios también están armados, le van a pensar. Tendrían qué traerlo muy entre ojos como para decidirse a atracar alguna negociación.

Y así transcurre la vida en nuestra querida Reynosa, en medio de una incertidumbre, lo mismo al salir de casa que al retorno. Los despojos de vehículos ya no son solamente cuando están estacionados mientras el dueño acude al cine, al restaurante o a un centro comercial. Los malandrines ya no tienen paciencia, todo es cuestión que anden urgidos de un vehículo y si usted es de los que se topa con ellos, el oríllate para la orilla es la escalofriante frase que va acompañada con el amago de una pistola.

Y desafortunadamente, no obstante, los patrullajes de la policía estatal y de los soldados no se dan esos despojos en los momentos en que vayan pasando las patrullas.

Ya una vez cometidos lo que sigue es denunciar ante el Ministerio Público, pero ahí dormirá la denuncia el sueño de los justos y si lo duda pegúntele a cualquiera que haya sido víctima de un delito.

Lo peor es que si por angas o mangas lo recuperan, que la mayoría de los casos, por no decir que todos, es porque los malandrines lo abandonaron, luego el propietario tiene que atravesar todo un calvario para que la autoridad le devuelva el vehículo, empezando con el pago de los días que la unidad estuvo en un corralón, así como el arrastre con la grúa.

Luego tiene que ir a la Policía Federal de Caminos a realizar el trámite para que lo dé de baja del padrón nacional de vehículos robados. Si no lo hace corre el riesgo de que cundo viaje hacia otro punto de la República se encuentre con ratos amargos al ser parado y que le digan que anda en un vehículo con reporte de robo, y aunque pruebe con factura en mano que usted es el dueño, de todas formas lo llevarán al Ministerio Público. Pregúntele a cualquiera que haya acudido por ahí y le dirá que lo único que por esos rumbos calienta gratis, es el sol.

En pocas palabras, no es nada boyante como transcurre la vida en nuestra querida Reynosa y de ahí que no se critica el que algunos reynosenses hayan puesto pies en polvorosa. Algunos porque tuvieron un contacto con la violencia, otros porque sintieron ñáñaras y no pocos por ser moda y símbolo de estatus radicar en los fraccionamientos de Mission y McAllen y uno que otro de Pharr.

Aparte de que viven con seguridad, allá no falla el servicio de agua potable ni tampoco andan circulando por calles encharcadas con aguas negras, así como con deficiente alumbrado público. Y los pavimentos tienen superficies como si fueran pizarrones, y no se diga de la limpieza en las calles.

Cierto es que algunos dirán que allá cuestan y mucho los servicios públicos y además la gente se comporta ordenadamente, principalmente los nuestros. La mayoría de ellos no muy dados al respeto a los reglamentos y no se diga al pago del impuesto predial o de los servicios de agua y drenaje en el lado mexicano.

Pero independientemente de las circunstancias por las que cada quien se haya ido, que además es muy libre de hacerlo, lo que ya está llegando a su límite es que en Reynosa que es donde vivimos la calidad de vida ha descendido, principalmente por la inseguridad.

Y si bien sabemos que este problema no es de tres años para acá sino de unos 12, aun así, eso no nos consuela.

No se niega el esfuerzo de la policía estatal que en mi personal enfoque es la que está dando la cara por la ciudadanía, pero visto está que aun así no es suficiente.

Podríamos creer en que como ya vienen las elecciones, aunque hasta en 2021 las autoridades de los tres niveles de gobierno van a comenzar a ponerle más atención a este problema, pero en lo que corresponde a la federal, ya con sus diez meses de gobierno ya tuvieron tiempo más que suficiente para darse cuenta que con un fuchi, huácala y palabras dulces y prevenciones de que le van a decir a las mamacitas de los malandracos no se va a resolver este problema.

Se requiere dureza y sobre todo mayor investigación del delito.

Probado está que la impunidad es la principal causa de que el delincuente reincida, así que vamos prender veladoras para que nuestras autoridades se pongan las pilas y en forma coordinada logren devolvernos el Reynosa que se nos fue, que también habrá que decirlo, una culpa la tuvimos nosotros por no haber inculcado en los entornos familiares valores éticos y morales.

Y por hoy, BASTA.

gilberto.banda@hotmail.com

gilberto.banda@elmanana.com