Cuando un amigo se va...

Doctor Rigo Gutiérrez, un hombre de primera

Siento mucho la partida de un viejo amigo, me refiero al Doctor Rigo Gutiérrez.

Mi tío Rigo, como le decíamos, era parte de la herencia de mi padre hacia nosotros los Deándar Robinson, lo digo porque en realidad su aprecio principal era mi papá y, por ende, casi como por gravedad, nosotros sus hijos disfrutamos de su cariño toda su vida.

Cuando un amigo se va...

De esas inmensas herencias en vida que no son materiales ni económicas, que son de respeto y amor, que sobrepasan los límites del valor y se convierten en  relaciones extraordinarias que le dan sabor a la vida.

Lo recuerdo desde niño cuando íbamos a su casa en la colonia Del Prado a jugar al básquetbol con sus hijos Rigo y Óscar.

El doctor fue siempre fino, atento, un hombre correcto con una vibra positiva de ésos a los que quieres tener siempre cerca. Vaya, como una fogata en tiempo de frío que te proporciona calor y te hace sentir protegido.

Algo sentí cuando me dieron la noticia, casi como chupar un limón recién levantado, así de amargo.

Consuela un poco saber que no sufrió, que trabajó hasta el último día de su existencia pues era un viejo terco, trabajador y muy orgulloso que vió triunfar a todos sus hijos y crecer a sus nietos.

Su final no tuvo un desenlace dramático y gracias a Dios, sin una larga agonía se deslizó a la otra dimensión en paz y a mano con la vida, tuvo un final santo, igualito al de mi abuelo José Robinson, seguramente un buen karma los protegía pues lo que bien nace, crece y se desarrolla, bien termina.

Claro que duele, la pérdida es irreparable pero su recuerdo conforta.

Ayer papá llegó a mi oficina, tenía los ojos vidriosos y estaba cantando “cuando un amigo se va”, lo vi triste y en efecto un buen amigo se fue.

P.D. Mi sentido pésame y respeto y para mi tía Rosalinda Ibarra y sus hijos Rigo, Óscar, Rosalinda y Alejandra Gutiérrez Ibarra.