Columnas > UN VIAJE AL PASADO

Capitán Piloto Aviador Gildardo Bravo Contreras

El capitán Gildardo Bravo Contreras tiene sus raíces en una familia proveniente del Estado de Sonora, particularmente de Cananea, un pueblo que al igual que otros tantos de la región, se caracterizan en que las actividades comerciales de más peso gravitaban alrededor de la minería, extraen cobre. 

Esa fue precisamente una de las actividades en las cuales su padre se desenvolvió por aquellos años; dando al joven y futuro aspirante a piloto, el conocimiento de las operaciones dentro de la zona minera. Cursó su sus primero estudios en aquella Ciudad, y más tarde se trasladó a México, D.F., debido a que aspiraba a ingresar al Colegio Militar, y en algún momento, a la Fuerza Aérea Mexicana. 

Capitán Piloto Aviador Gildardo Bravo Contreras

Por cuestiones de trabajo, su padre trasladó a la familia a Tamaulipas, llegando particularmente a Río Bravo, donde sus padres tenían algunos amigos y familiares ya establecidos allí. Gildardo se trasladó luego a la ciudad de México, con la finalidad de prepararse académicamente y durante esos años, transcurrieron sus estudios militares en aquella gran urbe: pero al verse en la imposibilidad de ingresar a la carrera de piloto militar (debido a que desafortunadamente el cupo estaba saturado), Retornó a la casa familiar.

En aquella época, la actividad agrícola del algodonero se encontraba en su apogeo, habiendo algunos pilotos fumigadores ya establecidos en la región, como es el caso del conocido capitán piloto aviador (CPA.) Antonio Feria Crespo: Gildardo decidió entonces ingresar a la empresa Celanese Mexicana S. A., para ocupar su tiempo libre, pero también para costearse las clases de vuelo, con el entonces conocido capitán Feria, aprovechando la oportunidad para desenvolverse en la actividad que tanto había deseado.

Durante los próximos años conoció a su la que fue su querida esposa, doña Esthela Reyna, con la que formó una maravillosa familia con 6 hijos, de los cuales: 3 obtuvieron licencia de piloto aviador; pero actualmente, es el mayor quien incursionó de lleno en la fumigación agrícola en la región. 

Una de sus cualidades, conocedor de muchos temas culturales y de actualidad, debido a que uno de sus principales pasatiempos, era el de la lectura. 

Una de las anécdotas del Capitán, fue cuando su avión se desplomó en Michoacán, por fallas en el motor: “Al momento del desplome del avión, sentí un fuerte impacto que causó dolor en buena parte de mi cuerpo, me llevé las manos a la zona de las costillas, en un claro síntoma de quebradura de alguna de ellas, en realidad fueron 2, además de haber sufrido la rasgadura de uno de los dedos de su mano derecha, entre sofocado por el golpe y a punto del desmayo, cuando escuchó decir a un par de lugareños que habían llegado a la zona del accidente:” – ¡Oye, vale, este tipo parece que ya está muerto! – 

“Con dolor y todo, sin poder hablar y ante el temor de ser robado de mis pertenencias, levanté la mano y empecé a realizar señales con mi dedo pulgar, de que no era cierto. Lo que me valió para que los lugareños pensaran en otra cosa, y me auxiliaran para salir del trance inicial del accidente”.

El Capitán Bravo consideró como su gran maestro, al capitán Piloto Aviador Antonio Feria Crespo, quien fue pionero en la fumigación agrícola de la región. Su formación inicial, se llevó a cabo en el año de 1957, en las localidades de Harlingen y Brownsville, en el sur de Texas, en las que Charles Thomas Roger, un norteamericano originario de Misisipi, EUA, quien le enseñó lo relacionado al manejo e interpretación de la nave, así como de fumigación en la misma.

Una de las grandes satisfacciones que su trabajo le obsequió, fue el de poder viajar a diferentes partes del país: “Al grado de organizar giras como los gitanos, ya que fumigábamos en primera instancia en Tamaulipas, luego nos trasladábamos a Apatzingán, para de allí continuar con el trabajo a la región del Bajío.  Al recordar sus viejos tiempos, el Capitán rememoró sobre cómo se debe aplicar la fumigación en un campo agrícola: “En primer lugar, que la recomendación (de fumigar) venga avalada por un profesional de la agronomía, después se tiene qué conocer la ubicación exacta del lote donde vas a realizar la aplicación, y por último, aplicar las medidas preventivas necesarias, para que la aplicación resulte todo un éxito”.

El paso del tiempo y las experiencias del Capitán Bravo, le dejaron ver cómo ha cambiado la tecnología. En tiempos pasados, el piloto tenía qué apoyarse con personal conocido como los “bandereros”, que no eran otra cosa, que trabajadores quienes apoyaban al piloto, marcando con banderas el sitio por donde la aeronave debía pasar, para hacer la aplicación.

En la actualidad desde el año 2012 se usa un aparato GPS en el tablero del avión, que facilita el proceso de aplicación mediante una computadora. También la tecnología en las aeronaves ha avanzado, ya que le hace falta un avión de turbina, pues él, tiene dos aviones fumigadores de motores radiales, los que constantemente son sometidos a intensos periodos de revisión y mantenimiento, para que se encuentren en óptimas condiciones de operación.

A sus 74 años, no planeaba retirarse. “De momento no lo he pensado, mis cualidades no han mermado todavía, por lo que una vez llegado ese momento, consideraré la posibilidad de retirarme” -Decía

Una de sus preocupaciones de entonces, era que su profesión se encontraba en un momento complicado. De entrada, porque no había nuevos pilotos, porque las escuelas que había para su formación, se cerraron. Sin embargo, se mostraba orgulloso porque uno de sus hijos continuaba (y continúa) con su legado: Gildardo Bravo Reyna, quien al igual que él, es piloto aviador. 

Como corolario, es menester recordar que el Capitán Gildardo Bravo, fue un hombre muy apreciado en su comunidad, debido a que era un hombre muy trabajador, y apegado siempre a valores familiares: aplicó a su vida y sus acciones, una frase que su madre constantemente le recordaba: “Reza consciente de que todo te viene de Dios y trabaja como si todo dependiera de ti, pero que todo tu trabajo se convierta en oración y que tu oración te cueste trabajo”.


Ignacio Becerril Candanoza

Ignacio Becerril Candanoza

Otras publicaciones del autor