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Feromonas antiplagas

Por medio de señales electromagnéticas, el Dr. Hank Pym es capaz de influir y controlar a las hormigas, proyectando imágenes directamente en la cabeza de éstas para que se muevan y hagan lo que él les ordena

Feromonas antiplagas

Como es el caso de Norma Reyna Robledo Quintos, profesora e investigadora del Centro de Desarrollo de Productos Bióticos (Ceprobi) del IPN, quien durante el último cuarto de siglo ha investigado la interacción entre insectos y plantas, proponiendo a partir de ello el manejo agroecológico de plagas. Esto a través de modificar el comportamiento de los insectos, no con señales electromagnéticas -como imaginaran los historietistas-, sino mediante infoquímicos, que son compuestos generados por los propios organismos ya sea para atraer pareja y copular (feromonas sexuales), o para reunirse en su planta hospedera (feromonas de agregación). "Son compuestos químicos que ellos despiden, que ellos mandan al ambiente, y eso les sirve para comunicarse entre sí", detalla en entrevista telefónica la científica nacida en la Ciudad de México en 1962 (el mismo año que Ant-Man).

Y también están las kairomonas, que son compuestos emitidos por las plantas que atraen a los insectos -cuyo olfato está en las antenas- para hospedaje o alimentación. "Nosotros en el Centro tratamos de utilizar esas herramientas que el mismo medio ambiente nos da, para ya dejar de utilizar los compuestos químicos que se le adicionan a la tierra para controlar las plagas", expone Robledo Quintos, ingeniera en bioquímica industrial, maestra en parasitología animal y doctora en desarrollo de productos bióticos. Esta variedad de infoquímicos, relata la investigadora, se puede obtener de la extracción de las glándulas o la absorción de los compuestos volátiles emitidos por los insectos, para realizar pruebas biológicas especializadas de electroantenografía y olfatometría, o directamente en invernaderos o en campo. Ahí han podido comprobar, por ejemplo, que insectos cuyas poblaciones llegan a reproducirse y crecer tanto que dañan y arrasan con cultivos completos de maíz o sorgo pueden ser atraídos hacia trampas por medio de un determinado compuesto químico. "Llega el insecto, es atraído por esa sustancia, cae en la trampa, pero ya no puede salirse, y entonces así bajamos las poblaciones.

Es atrapado y lo matamos nosotros, pero no matamos a todos los que están en la plantación, sino sólo a una cantidad suficiente para que no haya un daño grande", explica. "Podemos atraer a más hembras para que no haya tantas en el medio ambiente, y entonces el macho va a tener que hacer mayor esfuerzo por localizarlas. Así, es posible que algún insecto que se apareaba tres veces en su vida, nada más llegue a hacerlo una o no llegue a hacerlo. Con esa obstrucción nosotros disminuimos las poblaciones".

Al haber también infoquímicos que repelen, la estrategia puede ser una combinación de atraer y empujar, o push-pull, señala Robledo Quintos, quien refiere el proyecto de uno de sus estudiantes de doctorado aplicando esto en una plantación de maíz. En este caso se intercalan los cultivos con camas de otras especies de plantas, algunas que atraen a los insectos plaga y otras que los van a expulsar. "Es un juego un poco de fisicoquímica con la cuestión biológica", define la investigadora del Laboratorio de Ecología Química e Insectos, del Departamento de Interacciones Planta-Insecto, en el Ceprobi.

"La planta que atrae a lo mejor no es tan atrayente como el propio cultivo, pero el insecto no sabe qué hacer: si irse a la planta que le puse para que lo atraiga o al maíz, pero ya con eso va a dañar menos el maíz. Y cuando se encuentra esa planta que repele, el insecto mejor se va porque dice: 'Aquí hay algo que no me gusta'". En 25 años, Robledo Quintos ha trabajado con alrededor de 15 diferentes especies de importancia agrícola, como el gusano cogollero del maíz, que es la larva de la palomilla nocturna Spodoptera frugiperda, o la chinche pata de hoja (Leptoglossus zonatus), que invade las plantaciones de sorgo. Asimismo, la mosca de la fruta de la papaya (Anastrepha curvicauda), y el grupo de escarabajos conocidos como gallina ciega (Phyllophaga obsoleta, Cyclocephala lunulata y Cyclocephala barrerai), que suelen reproducirse en pastizales de campos de golf, pero que también atacan las raíces en los cultivos de maíz. "Al comerse las raíces, la planta no crece adecuadamente y se pudre", señala la especialista. Finalmente, continúa, también ha estudiado el picudo del nardo y del agave, cuyas larvas ocultas atacan al bulbo del nardo y a la piña dentro del agave. "Este picudo daña las raíces, por ejemplo, de los nardos, lo que hace que no se dé la flor, que el nardo se pudra desde el bulbo, y entonces haya pérdidas para los productores de flor".

Enemigos menos aterradores que los que enfrenta Pym, pero igual de destructivos y amenazantes. Beneficio, resistencia y desafíos El trabajo de la bioquímica Norma Reyna Robledo Quintos ha sido desarrollado en buena medida de la mano de sus estudiantes, algunos que buscan ayudar a sus familias, con larga tradición como agricultores. "Ellos han hecho esas pruebas de aplicar las feromonas, y entonces han demostrado a sus familiares que con eso pueden manejar este insecto plaga, observando los beneficios que se obtienen: más cantidad de maíz; la producción es muy buena", comparte la doctora en desarrollo de productos bióticos.

Y también suele ocurrir que son los propios productores quienes se acercan a ella y su equipo, que a menudo están fuera realizando trabajo de campo. El problema, continúa, es convencer a los agricultores de ocupar estas técnicas agroecológicas. "Uno lucha con los paradigmas de los productores que dicen: 'Es que si yo me espero a que baje la población (de insectos plaga) por eso, a lo mejor no me da tiempo y me va a comer toda mi plantación, y ya no voy a poder recuperarla'. Hay que capacitar y convencer al agricultor.

"A veces lo hacen hasta que ya ven al otro agricultor que lo aplica", comenta. "Yo creo que va despacio, pero sí hemos tenido respuesta de algunos productores. La ventaja es que esto se pasa de productor en productor, y entonces ya empiezan ellos a interesarse en su uso. Sobre todo cuando se dan cuenta que no son tóxicos". Si bien su trabajo en el laboratorio y con las pruebas en campo ha sido por demás fructífero, traducir esto en un desarrollo masivo y comercial sigue siendo un gran pendiente. En parte, apunta Robledo Quintos, por la dificultad para obtener la síntesis química de un compuesto final. 'Yo venía a otra cosa' Procedente de la Ciudad de México, Norma Reyna Robledo Quintos llegó al Centro de Desarrollo de Productos Bióticos (Ceprobi) del IPN, en Yautepec, Morelos, porque necesitaban a una persona experta en química analítica.

"Entonces, yo venía a otra cosa", rememora la científica. "Venía al análisis de plaguicidas y a hacer un laboratorio de certificación para los plaguicidas químicos". A la distancia, valora no haber seguido ese camino, porque a decir verdad, siempre ha sido "muy ambientalista". El trabajo en ecología de insectos de importancia agrícola y comportamiento comenzó finalmente de manera conjunta con el fisiólogo y etólogo René Arzuffi Barrera, fallecido en 2017. "Nos juntamos, y yo trabajando con la parte química, y él con la de comportamiento y fisiología, pues hicimos el Laboratorio de Ecología Química e Insectos. Entonces ya me metí en esa área. "Estoy hablando de 1996, más o menos.

Realmente, ya en el 98 le entramos bien, bien a esta materia, y de ahí no hemos dejado de trabajar en ello", dice sobre una labor que les ha llevado a analizar las feromonas como disparadores fisiológicos, o a preguntarse ¿por qué los insectos saben cuál planta es la más adecuada para depositar sus huevecillos? Un trabajo en el que la científica persigue tanto el cuidado de los insectos como el del ambiente, a través de cultivos que ayudan a que la tierra no se desgaste y se den alimentos de mejor calidad nutrimental. "Pero es un beneficio al medio ambiente, completamente", reitera la especialista, sin casco especial ni poderes sacados de un cómic, pero con un quehacer científico que asombra.



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