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Entre cafeína y adrenalina

No hay nerviosismo, gana la curiosidad combinada con cierta valentía ingenua por saber qué significa hacer cañonismo.

Entre cafeína y adrenalina

Recorrer ríos y pozas, y hacer rapel en cascadas se convierte en un reto personal; me había conformado con ver esas actividades en postales turísticas que invitan a explorar otros rincones de Chiapas.

Salimos muy temprano de Tapachula con rumbo al municipio de Acacoyagua, específicamente al ejido de Los Cacaos. Hay que conducir por más de una hora hacia el noroeste.

A primera vista, Alberto Pacheco y Carlos Macotela, guías de Petra Vertical, no ocultan sus dudas sobre mis habilidades para esta aventura.

Una vez que llegamos al ejido, comienza la aventura: hay que ataviarse con arneses, chaleco salvavidas y casco.

Al adentrarnos en el bosque, se presenta el primer enfrentamiento con la cruda realidad: caminar en un poco amigable tipo de suelo. Con tantas piedras y lodo, los senderos se tornan especialmente resbaladizos, y sí, en un reto no contemplado.

Los guías están detrás de mí, literalmente, cuidando cada paso que doy. En cuanto tambaleo, ya hay una mano que me sujeta de la cintura o del brazo para no caer.

Aún no comienza la aventura y ya dependo demasiado de ellos. Así que me brindan algunos consejos para no acabar en el suelo, o al menos no a cada momento.

Después de cruzar ríos, esquivar ramas y trepar piedras, finalmente llegamos a la primera cascada, que descenderemos haciendo rapel por uno de sus costados.

Para una novata en estos menesteres, presenciar el montaje del arnés y de las cuerdas resulta un emocionante y complejo espectáculo.

Lo logré, terminé el primer rapel. Caminamos más siguiendo el río hasta llegar a una segunda cascada de aproximadamente 12 metros, y desde la que habrá que saltar.

"Es sólo eso y ya", dice Beto.

Para apaciguar mi espíritu, uno de los guías explica que a muchos brincar desde un precipicio les causa una revolución de emociones y los hace enfrentarse a viejos fantasmas y miedos muy particulares: desde pánico a las alturas hasta miedo al compromiso. Y no soy la excepción, pero cada quien sabe contra lo que está luchando.

Ya no salté, así que debo andar por un sendero para alcanzar al resto del grupo que sí lo hizo. Faltan dos cascadas más en las que descenderemos en rapel, una de seis y otra de 32 metros.

La pequeña me causa otra serie de raspones, pero consigue que mi ánimo y mis ganas por la aventura regresen.

Y cuando creí que ya todo había acabado, no podía estar más equivocada: aún hay que caminar una hora más para regresar a donde dejamos los vehículos.

Una ligera lluvia acompaña el regreso, primero unas cuantas gotas que, como dicen los abuelos son "espanta tontos", pero no pasa mucho cuando se transforma en una recia tormenta con truenos.

Los ojos los traemos clavados en el estrecho camino que pasa de tierra, a yerba, a ramas secas, pero siempre con piedras.

Enfrentar el cansancio representa la última batalla: el darte cuenta que tus ganas de regresar a casa es lo único que tienes para seguir y no caer derrotado.

De pronto, el mugir de unas vacas se escucha a la distancia, nunca antes ese sonido me había puesto de tan buen humor, significa que ya estamos cerca del punto de partida.

Entro al vehículo toda empapada, y una pequeña lágrima se confunde en la humedad. Salió no por tristeza, sino de satisfacción de que, a pesar de mi inexperiencia, sólo me llevo algunos moretones y el anhelo de volver, para ahora sí saltar esa cascada, y lograr aniquilar cualquier miedo o fantasma.

MÁS INFORMACIÓN:

www.turismochiapas.gob.mx

www.petravertical.com

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