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Conato de incendio en el Salón El Faro y tráfico de morfina en 1933

Plano de la Zona de Tolerancia con su lista de edificios en 1933. AMR.Conato de incendio en el Salón El Faro y tráfico de morfina en 1933
Reynosa, Tam.- A las siete de la mañana del día 22 de marzo de 1933, el Comandante de la Policía Urbana, Bernardo B. Sepúlveda, informó al ciudadano Margarito Guerra sobre un conato de incendio en la finca en la negociación conocida como El Faro Bar. En ese entonces don Margarito ejercía los cargos de Síndico y Agente del Ministerio Público en Reynosa. El Faro era un salón de baile y una casa de asignación en la Zona de Tolerancia, donde también se encontraban adyacentes los apartamentos donde vivían las mujeres que trabajaban en ese lugar. 

En ese año terminaría la “Ley seca” o el período de la Prohibición de bebidas alcohólicas en los Estados Unidos. Había unos ocho cabarets, bares y casinos de juegos de azar distribuidos dentro de la ciudad. Al sur por la calle Ocampo, los turistas se encaminaban a la Zona de Tolerancia. Ahí los establecimientos se dividían en salones de baile o entretenimiento con música en vivo, bares o cantinas y cuartos para las meretrices. 

Los principales negocios en ese lugar eran administrados por Justo Ayala (El París), Elena alias “Marta” Lozano (El Faro) y Pedro Martínez (El Montecarlo). Aparentemente para esa época ya se traficaba en ese lugar con estupefacientes o drogas prohibidas.

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Los edificios

En 1933, la Zona de Tolerancia ocupaba dos manzanas al sur de la calle Colón, entre las calles Francisco Javier Mina y lo que fue el antiguo callejón Pascual Ortiz Rubio, al poniente de lo que es actualmente la Central de Autobuses. En la manzana oriental, a lo largo del callejón existían seis edificios de madera que eran administrados por la Sra. Elena Lozano, conocida también como Marta. Al fondo de la Zona de Tolerancia se encontraba el Salón de Baile “El Faro,” el cuál había sufrido el atentado. La finca en esa parte sur era de don Marcelino Cantú, quién le rentaba a la Sra. Lozano. 

En esa misma manzana por la parte poniente existían en la esquina de las Calles Colón con Terán, la cantina Tíboli y en la parte trasera de la manzana tres edificios de El Montecarlo: habitaciones, salón y bar. En la manzana al poniente, cruzando la calle Terán era más corta hacia el sur, pero mucho más larga por la calle Colón; ahí se encontraba el importante negocio conocido como Salón París. Esta construcción de madera abarcaba la esquina de las calles Colón con Mina. En esa misma manzana se encontraba la propiedad de las Sras. Margarita Íñiguez y Juana Guzmán en la esquina de las calles Colón y Terán; en la parte trasera de dicha manzana estaba las fincas de la francesa Charlotte (Lilí) Lacroix y el domicilio de Federico Salazar.

Los hechos

El atentado incendiario había ocurrido por la madrugada, el cuerpo policíaco se dirigió al lugar para acordonar el lugar y proteger la evidencia. Por el cerco sur de la construcción que era totalmente de madera encontraron que estaba impregnada de petróleo, específicamente por donde se le había puesto fuego. Afortunadamente se descubrió a tiempo el incendio y se le sofocó. 

El lugar era regenteado por la Sra. Elena Lozano, la cual expuso la queja verbalmente al Comandante de la Policía. Más tarde ese día, la mujer declaró que la destrucción de la construcción quedó frustrada a pesar de los fuertes vientos que soplaban del sur. En ese momento, ella no tenía sospecha de nadie, pero dijo que durante las investigaciones por la Autoridad se fundaron presunciones sobre Abraham Gutiérrez. Las noches anteriores se le había visto rondando la casa. 

Gutiérrez vivía en vida marital con una señora de origen extranjero (francesa) dentro de la Zona de Tolerancia. De otros expedientes, esa pareja es conocida por su trágica muerte al envenenarse al comer una lata de sardinas dentro de su hogar, tiempo después. La Sra. Elena también informó que el propietario de la casa de asignación conocida como El París, propiedad de Justo Ayala, le había insistido anteriormente que le diera en arrendamiento o en venta su negocio. 

Él se lo había dicho personalmente, pero que en otra ocasión le había enviado al encargado del servicio de vigilancia, Juan Moya.

La Averiguación

En el mismo día 22 de marzo, el personal de la Agencia del Ministerio, junto con los Sres. Bernardo B. Sepúlveda y Nicanor García R., designados como peritos, pasaron al negocio El Faro. Este edificio tenía la entrada principal en el lado norte, donde se encontraban contiguos los “apartamentos” donde vivían las meretrices. Por el lado sur tenía un cerco de madera, donde se encontraban unas ventanas del mismo material. Una de las hojas había sido “palanqueada” tratándola de abrirla para tener acceso al interior, pero esta estaba obstruida por un piano. 

Por el lado sur, los intrusos habían impregnado las maderas con combustible: el cercado, la tierra y la pared. Pedazos de palos fueron prendidos y puestos por debajo del piso de madera, pero el fuego permaneció estacionado en un lugar. En el lugar se recogieron dos aceiteras de uno y de dos galones, que se encontraban por debajo del piso del negocio. Uno de estos recipientes tenía una cantidad pequeña de petróleo, el cual se dio fe era de “color morado deslavado.”

La Sra. Elena Lozano, quién corría el negocio, explicó que fueron sus empleados Guadalupe Martínez (sic. Carranza) y Margarito Elizondo los que le dieron las voces de alarma. Eran como las cuatro de la madrugada, ya tenía horas cerrado el Salón de Baile cuando el velador Margarito Elizondo observó que la parte inferior del negocio se iluminaba; corrió violentamente a la parte sur del lugar donde encontró al otro velador del negocio, Guadalupe Carranza, quien se acababa de acostar en un cuarto inmediato al edificio. También salió Jorge “Contry”, un ex empleado de la misma negociación, el cual también dormía en esa habitación. 

Poco después que se acostó, el velador Carranza vio que por las rendijas de la madera se iluminaba su habitación, creyendo que era la luz de algún automóvil no dándole importancia al principio. Enseguida percibió el olor a madera quemada, por lo que salió precipitadamente por el lado oriente del cuarto, despertando a su compañero. El lugar tenía un fuerte olor a petróleo y a tablas quemadas. Guadalupe y Jorge se concentraron en localizar la lumbre y sofocarla. Encontraron las dos aceiteras, en una de ellas acarrearon agua para apagar la lumbre.

Durante las investigaciones, el Comandante de la Policía Bernardo Sepúlveda concluyó que el día anterior se había comprado en el comercio de Tirso Cepeda un peso de petróleo, dos tinas despachadas por el dependiente Salomón Salinas. Se le tomó declaraciones a un chamaco de trece años del vecindario, Ventura Pérez, quién era uno del mandadero de la Casa de Asignación El París, en la misma Zona de Tolerancia. Se le tomó declaraciones al americano Jorge Bezotte, también mandadero, y a la Sra. Ángela Rodríguez quienes se encargaban de lubricar con petróleo los pisos de ese Salón. 

El velador Juan Libreros del negocio El Montecarlo, contiguo a El Faro, había encontrado a Guadalupe Lucio alias “el Sapo”, en el sitio del incendio como a las 11 de la noche. El velador Guadalupe Carranza observó que alrededor las dos de la mañana Armando N. y el Profesor Lara le daban vueltas a una de las mujeres de la casa El Faro. Pero todo parecía circunstancial.

Sospechosos

La Sra. Marta fue reconstruyendo el entretejido de la red de personas que ella creía estaban asociadas en cierta forma con los hechos en el conato de incendio. Sospechaba de los veladores del Salón París Juan Moya, Gabino Ponce y Abelardo López; también de su trabajador Benjamín Ponce y de Gerónimo Delgado, quienes eran respectivamente el delegado y secretario del Sindicato de “Agricultores y Campesinos”; de la francesa Charlotte (Lilí) Lacroix y su esposo Abraham Gutiérrez. 

Todos tenían una cercana relación con el dueño del Salón París, Justo Ayala. Éste le había propuesto a la Sra. Lozano comprarle o alquilarle El Faro, pero la finca era propiedad de Marcelino Cantú.

Carta Anónima

El presidente Municipal de Reynosa, recibió el día 27 de marzo de 1933 procedente de Monterrey, una carta anónima con información sobre el caso del incendio en El Faro. La carta fue entregada por el alcalde al ministerio público y se agregó a la investigación como secreto oficial. El sobre donde fue enviada la carta, la cual se conserva en la Sección de Causas Criminales junto con el expediente en el Archivo Municipal de Reynosa, tiene los sellos del 25 de marzo al ser enviada en el Correo de Monterrey y del 26 de marzo al ser recibida en el Correo de Reynosa.

La carta anónima explicaba que hacía seis meses que a la dueña del “congal El Faro” (Sra. Lozano) le había confiado para que vendiera tres kilos de morfina. La carta decía que ya anteriormente le había confiado este tipo de mercancía y que le pagaba puntualmente. Pero esta vez le dio crédito, invirtiendo todo su único capital. La persona que se quejaba era de Tampico, y decía que Doña Marta la había ido a buscar para hacer el “chanchullo”.

Había tratado de recolectar la deuda personalmente en Reynosa, pero la Sra. Lozano lo amenazó con entregarlo al gobierno si le seguía cobrando. Esta era la razón por la que trataba de perjudicarla. Este personaje anónimo pedía que no se castigase a nadie inocente por su culpa. “Cualquier cosa que le pase a la señora Elena yo seré el responsable”. Decía que iba a seguirla perjudicando hasta que le pagara. 

En forma secreta el Agente del Ministerio Público investigó sobre una máquina de escribir marca Remington, la cual había sido pedida prestada muy noche el mismo día del conato por el velador Juan Moya. Este trabajaba con Justo Ayala y se la pidió a Benjamín Ponce, secretario del Sindicato de “Agricultores y Campesinos,” quien trabajaba en el Salón El Faro. Ponce le entregó dicha máquina hasta el día siguiente después de mediodía al delegado del Sindicato.

El dueño del solar, Marcelino Cantú, declaró el 6 de abril que la Sra. Lozano le había avisado que debido a los malos negocios iba a cancelar el contrato de renta de las fincas de El Faro. El Sr. Cantú se entrevistó de nuevo con Justo Ayala para resolver la venta del terreno en abonos mensuales, pero decía que no se había concretado la operación.

Por otros documentos sabemos que, en 1935, estos personajes seguían operando sus negocios en la Zona de Tolerancia. Un nuevo auge turístico renació en la década de los años de 1940, durante la Segunda Guerra Mundial. 

Para entonces eran muchos más los dueños en este tipo de negocio. Reynosa volvió a convertirse en un lugar de esparcimiento, debido a la escasez de productos en el país vecino. A finales de la década, un gran incendio borraría para siempre los edificios de madera de la segunda Zona de Tolerancia en Reynosa.

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Sobres donde se encuentra el escrito anónimo denunciando el conato de incendio en El Faro y la compraventa de morfina en 1933. AMR.




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