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Afecta pandemia a artistas en Centro Histórico

Personajes que dan vida a las calles del Centro Histórico también fueron golpeados por la epidemia del Covid-19. Aunque cada vez reciben menos monedas, su ánimo no decae

CIUDAD DE MÉXICO.

Afecta pandemia a artistas en Centro Histórico

'No estoy asustado' Sentado en el pórtico de un comercio cerrado sobre Avenida Juárez, al Joven Manos de Tijera se le mira todavía más pálido y triste que de costumbre.

Largo y delgado, con el cabello negro erizado y sus largas cuchillas en lugar de dedos, el personaje creado por Tim Burton y encarnado en el cine por Johnny Depp no consigue a nadie que quiera tomarse una foto en estos días raros de contingencia sanitaria. "Como ustedes saben, nosotros no tenemos quién nos pague el día", lamenta Franco Martínez, el Edward Scissorhands mexicano, sentado junto a una muchacha vestida de Harley Queen.

Desde hace seis años, a veces en Madero, otras en Juárez, Martínez aprovecha su sorprendente parecido físico con el melancólico personaje y se enfunda en el traje al que, según sus cálculos, le ha invertido unos 10 mil pesos. En promedio, su ganancia oscila entre los 300 y los 600 pesos, pero ahora la situación es grave: el viernes de la semana, uno de sus días más fuertes, no consiguió que ni una sola persona se hiciera una foto con él. La pandemia le llegó a Martínez en un mal momento, pues justo estaba haciendo unos ahorros para montar un show con su personaje. Fuera de eso, el Covid-19 no le preocupa. "No estoy asustado.

Esto pasó hace 10 años con lo de la influenza y yo no conocí a nadie que se muriera o se enfermara de eso", esgrime. Esto, sin embargo, no implica que no tome precauciones: cada vez que pasa al sanitario de un edificio cercano, en el que le permiten la entrada, se quita sus manos de tijera y se lava concienzudamente las manos de verdad. *** 'Es una payasada' Es muy notorio el esmero con el que David Vázquez ha confeccionado su traje de Joker, como una calca precisa de la más reciente encarnación del personaje, la de la película de Todd Phillips.

Este Guasón de avenida Madero, sin embargo, no lleva bajo el conjunto de terciopelo rojo la esquelética y malnutrida figura del actor Joaquin Phoenix, sino una musculatura bien esculpida. "Yo trabajo en un gimnasio, soy instructor", relata Vázquez, con el cabello pintado de verde y una plasta de pintura blanca en el rostro. "También ya lo cerraron, entonces ya me quedé sin trabajo y por eso estoy de Joker", abunda. Con su principal fuente de ingreso clausurada por la pandemia de Covid-19, Vázquez no tuvo de otra más que dejar que su "segunda chamba", la del Joker, pagara las cuentas. Cada jornada que pasa, no obstante, las cosas se ponen peores, y su ganancia promedio de 600 pesos al día por posar para las cámaras ahora ronda entre los 40 y 50 pesos. "Ya me preocupé, porque todos tenemos que pagar el gas, la luz, el agua. Todo está muy difícil. Vamos a ver qué vamos a hacer, ojalá se arreglen ya las broncas del coronavirus", desea. Para el Joker de Madero, quien actúa la icónica escena de baile de Phoenix en las escaleras que están a contraesquina de la Casa de los Azulejos, el Covid-19 es un asunto serio, pero opina que se ha inflado fuera de proporción. "Es una payasada", concluye el Guasón, sin advertir su propio juego de palabras. "Pero nos tenemos que cuidar, porque (el virus) sí enferma". *** 'No necesito 100 mil gentes' Luis Cueto afronta la pandemia por el Covid-19 como un pintor impresionista: relajado al aire libre, con papel y pluma a la mano, a la espera del momento propicio de hacer un retrato.

"Yo siempre he sido optimista y no necesito que haya 100 mil gentes para hacer 10 dibujos, en realidad sólo necesito 10 cristianos para hacerles un dibujo", explica el artista. Desde su puesto en una escalera sobre avenida Madero, Cueto ha visto el flujo de gente disminuir por la pandemia de Covid-19, pero él se mantiene sereno, confiado de que, sea el día que sea, siempre habrá alguien que quiera inmortalizarse en el papel. "Soy optimista y no me impresiona que no vea mucha gente, porque a veces hay mucha gente y nadie se dibuja", reitera. Aunque muchos de sus colegas favorecen la caricatura, a Cueto siempre le ha gustado más el arte del retrato, con la carga de indagación psicológica que esto conlleva. "Yo me voy a la parte más artística de representar el alma, la personalidad, el carácter, la psicología de a quien dibuje, sea hombre, niño o mujer", expresa. Usualmente, el dibujante cobra 100 pesos por sus retratos, pero en tiempos de pandemia, con el impacto económico que esto supone a los bolsillos, ha bajado sus precios a 60 o 70 pesos. Mirando a la gente pasar, con su cartel a la vista y la experiencia de los años, no deja que nada lo preocupe. "Simplemente estoy relajado y encantado porque me gusta dibujar", declara, a la espera de alguna familia, o alguna pareja de enamorados, que quiera un retrato para llevar a casa. *** 'Ya qué le hago' Lacónica y ceremonial, La Muerte permanece en su pedestal, completamente inmóvil, hasta que algunas monedas caen en su jarrito café y le devuelven un soplo de vida.

En su pequeña caja de cartón, La Muerte sobre avenida Madero lleva cientos de papeles con el destino de cada una de las personas que se lo solicitan, servicio que ofrece, solícita, tan pronto algo de dinero cae en su recipiente. Como una de las estatuas vivientes y botargas sobre la vialidad, compañera de personajes como Optimus Prime, el Depredador y Mickey y Minnie Mouse, La Muerte ha resentido la falta de paseantes por la contingencia sanitaria. "Nos ha afectado bastante. Ahorita no hay nada de gente, está todo vacío", dice una voz de hombre, que prefiere no identificarse, a través de la máscara de calavera. Sus premoniciones suelen acarrearle unos 300 pesos al día, pero ahora le es difícil superar la barrera de los 50. Quedarse en casa, aunque existe riesgo de contagio por el Covid-19, no es opción. "Ya qué le hago. No tengo nada para sobrevivir", lamenta. Con una jornada de trabajo autoimpuesta de las 13:00 a las 20:00 horas, con escaso éxito, ni siquiera La Muerte sabe qué le depara el destino. *** 'La gente no compra' Todos los días, Hugo Landeros mete en una bolsa de plástico su ejército de arácnidos y se planta en algún punto de avenida Madero para ofrecérselos al público. A Landeros lo apodan "El Tarántulas" por sus emblemáticas creaciones, confeccionadas a partir de un bien aprendido entramado de limpiapipas negros, cafés y blancos que se trenzan para formar las tarántulas artesanales que vende a 10 pesos. Así ha sido siempre, desde hace ya muchísimos años, pero la cosa se ha puesto todavía más difícil a partir de la pandemia de Covid-19. "La gente no compra por lo mismo, por la enfermedad", reprocha, sentado en el suelo, en un punto intermedio de la avenida que sigue concurrida, pero no como de costumbre. "El Tarántulas" vive en la calle, a las puertas de la Parroquia de la Santísima Trinidad, a unas cuantas calles de distancia, donde deja sus cobijas y parte de su material de trabajo. Sin posibilidad de lavarse las manos, sin una casa para guarecerse y evitar contagios, a Landeros le emociona que, en medio de la contingencia, su hermano --quien le enseñó a hacer las tarántulas de limpiapipas-- saldrá del Reclusorio Norte en los primeros días de abril. Por más que lo desea, no obstante, tendrá muy poco dinero para recibirlo como se debe. "Con el coronavirus, apenas me están comprando unas cuatro, tres (tarántulas). Y luego los policías nos quitan por lo mismo, porque no hay venta", denuncia. Tan pronto lo dice, al notar que está siendo entrevistado, un policía de la Ciudad de México se aproxima y le pide que se retire con todas sus cosas. Sin aspavientos o reproches, siempre amable, "El Tarántulas" guarda a su ejército de arácnidos en su bolsa de plástico y se retira hacia la parroquia. Con treinta pesos en la bolsa, se devuelve a sus cobijas para seguir afrontando la pandemia. *** 'Es mi única fuente de ingresos' En un sábado de contingencia, la calle 16 de Septiembre sigue vibrante con sus conjuntos de blues, rock clásico, tríos de guitarra y cumbia. El público se ha reducido considerablemente, como una prueba de cierto éxito de las recomendaciones gubernamentales de distanciamiento social, pero muchos todavía se resisten al enclaustramiento voluntario. Por ello, mientras la gente siga llegando, los músicos como Emiliano Arroyo, violinista, seguirán saliendo a la calle. "Es mi única fuente de ingresos. Eso y los eventos privados: bodas, cenas, banquetes, todo eso", cuenta el intérprete, al hacer un recuento del golpe económico que ha padecido en los últimos días. Más de la mitad de la audiencia de 16 de Septiembre ha decidido permanecer en casa y, con ello, también la mitad de los 15 músicos organizados de la vialidad ha decidido no salir a trabajar. "La verdad no está saliendo ahorita", lamenta el violinista, con apenas unos cuantos pesos en el estuche de su instrumento. Egresado hace 15 años del Conservatorio de Música del Estado de México, persiste con su concierto callejero.

Impasible y estoico, el músico da una vuelta a la partitura en su atril, oprime el play en su reproductor de música y deja que su violín eléctrico haga una declaración de principios. "A mi manera", en la versión de Frank Sinatra, resuena por la calle del Centro Histórico en medio de la pandemia. *** 'Ha habido buena reacción' Los ocho años que Israel Armendáriz ha pasado como artista callejero en avenida Madero le han conferido una suerte de termómetro social. Junto con su esposa, con quien idea y confecciona todos sus disfraces, sabe perfectamente qué personaje es el indicado para causar sensación en una de las vialidades más transitadas de la capital. Ante la contingencia de salud por el Covid-19, que vació la calle de niños, Armendáriz entendió que su botarga de Pikachu no le granjearía la atención deseada. "Reparamos nosotros nuestras botargas, entonces teníamos ahí materiales, tela y, cuando empieza la cuarentena, empezamos a crear, porque nuestros personajes ya no pegaban aquí en Madero porque no hay niños", explica, enfundado en su más reciente éxito. Piel verde, traje médico, una banda con la bandera de China y la cabeza con una forma reminiscente a una corona, el personaje de moda en Madero es el mismo en el mundo entero: el "Covid-19". "Ha habido muy buena reacción de la gente. A muchos no les gusta, a muchos sí les gusta, siempre y cuando no le falte al respeto a nadie", detalla el artista, a través de la boca del virus sonriente.

La botarga de novedad, que acapara las selfies y las fotos grupales de toda la avenida, está logrando aminorar las pérdidas económícas de su portador. "Muchos te dan de a cinco, muchos te dan de a peso, pero hay quien te raya con 20 pesos", explica Armendáriz sobre su oficio. Con un promedio de ganancias de 280 pesos al día, obtenido por la cooperación voluntaria de quienes deseen tomarse una foto, la pareja que se ingenió el disfraz del Covid-19 recibe, en estos tiempos malos, unos 70 pesos al día. "Lamentablemente vivo al día, entonces tengo que salir a buscar el pan de cada día, hermano", explica Armendáriz, quien se siente protegido del virus al disfrazarse del virus. Tan pronto concluye la entrevista, una mujer con cubrebocas se retrata junto al personaje de moda, omisa a las recomendaciones de la otra celebridad de la época que no se aparece por Madero: la heroína Susana Distancia.



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