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La gran lección

Aunque Oscar Wilde estuvo siempre convencido de que todo arte resultaba bastante inútil; que el arte no necesitaba expresar nada más que a sí mismo; que ningún artista tiene compromisos éticos y que un compromiso ético en un artista es un imperdonable manierismo de estilo, con su poderosa y magistral pluma legó al mundo textos de incomparable belleza, de gran dulzura y de espléndida filosofía, entre los que debe señalarse El Gigante Egoísta, uno de sus cuentos tan simples como brillantes y didácticos.

Dice al inicio: "Cada tarde, a la salida de la escuela, los niños se iban a jugar al jardín del Gigante. Era un jardín amplio y hermoso, con arbustos de flores y cubierto de césped verde y suave. Por aquí y por allá, entre la hierba, se abrían flores luminosas como estrellas, y había doce albaricoqueros que durante la Primavera se cubrían con delicadas flores color rosa nácar, y al llegar el otoño se cargaban de ricos frutos aterciopelados. Los pájaros se demoraban en el ramaje de los árboles, y cantaban con tanta dulzura, que los niños dejaban de jugar para escuchar sus trinos. —¡Qué felices somos aquí! —se decían unos a otros.

La gran lección

Pero un día el Gigante regresó. Había ido de visita donde su amigo el Ogro de Cornish, y se había quedado con él durante los últimos siete años. Durante ese tiempo ya se habían dicho todo lo que se tenían que decir, pues su conversación era limitada, y el Gigante sintió el deseo de volver a su mansión. Al llegar, lo primero que vio fue a los niños jugando en el jardín. —¿Qué hacen aquí? —rugió con su voz retumbante. Los niños escaparon corriendo en desbandada. —Este jardín es mío. Es mi jardín propio —dijo el Gigante—; todo el mundo debe entender eso y no dejaré que nadie se meta a jugar aquí. Y de inmediato, alzó una pared muy alta, y en la puerta puso un cartel que decía: ´Entrada estrictamente prohibida bajo las penas consiguientes´. Era un gigante egoísta...".

Las traducciones no hacen honor a la creatividad del autor; pero, valen para el propósito actual. No se queda el gran poeta en el ámbito de las virtudes humanas enaltecidas por la madre naturaleza; va más allá y toca las fibras más sensibles del alma humana con palabras que siguen sonando magníficas al mismo tiempo que cobran una vigencia extraordinaria: "Estas son las heridas del Amor". Habría que volver a leer a Wilde y a apreciar a los grandes creadores de las obras maestras inspiradas por el amor para entenderlo y así ver florecer de nuevo el jardín del Gigante, el jardín dado como gracia al hombre.

Se percibe por prácticamente todos los ámbitos del planeta una feroz resistencia a despojarse del egoísmo para hacer de éste un mundo mejor; los gigantes egoístas levantan muros para que nadie pueda gozar ni siquiera con la vista de sus jardines; acaparan, despojan, saquean, aniquilan, dejan morir todo germen de piedad y de bondad en sus corazones para seguir rindiendo culto al becerro de oro; resisten con denuedo todas las acciones nobles cuyo propósito es paliar la brecha entre el ahíto y el hambriento. 

Cuando los gobiernos legítimamente constituidos buscan paliar los excesos y dar viabilidad a una sociedad sustentable, se han encontrado con feroz resistencia al cambio y la defensa de la desigualdad social por parte de los grupos que han resultado beneficiados por el modelo neoliberal, esto es el capitalismo salvaje que propicia la concentración de la riqueza en muy pocas manos provocando hambre y miseria en las mayorías. El resurgimiento de doctrinas fundamentalistas y supremacistas es claro.

El eje de la resistencia al cambio y el conservadurismo, gira sustentado en dos sistemas anquilosados: el judicial y el electoral, donde se han arrochelado tanto intelectuales orgánicos, como profesores de derecho constitucional y políticos que por sí mismos no serían capaces de ganar un proceso electoral, sostenidos a rajatabla por poderes fácticos que tienen a su servicio hordas de incondicionales venales.

Wilde rechazaba el arte como instrumento de los ideales humanos; sin embargo, con el Gigante Egoísta fue capaz de escribir una de las obras señeras que se ha convertido en una gran lección para quienes conservan intacta su calidad humana y son capaces de encontrar belleza en las acciones de generosidad y desprendimiento que dan nobleza a la existencia.

El pan y la leche son buenos; pero, son mejores cuando se comparten y alcanzan la excelencia cuando se dan a otro que no tiene, sacrificando la satisfacción propia. Un beso de la mujer deseada es bueno; pero, jamás habrá de compararse con el beso de la mujer amada.

La diferencia está en el amor, que no es otra cosa que entrega hasta el sacrificio, como lo escribiera el poeta inglés.