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Los archivos del infierno: nuevas miradas al Holocausto

Clasificados durante décadas, algunos de los secretos mejor guardados del Tercer Reich salen ahora a la luz

Etiqueta de tela con el número de identificación de un prisionero en un campo de concentración nazi.Los archivos del infierno: nuevas miradas al Holocausto

Una experiencia tan terrible como el Holocausto debe servir para recordar, pero también para comprender.

Este deseo que el sociólogo Zygmunt Bauman expuso en varios de sus ensayos parece haberse cumplido en los últimos años. Clasificados y silenciados durante décadas, algunos de sus secretos mejor guardados salen ahora a la luz. Y lo hacen desde la síntesis, la investigación y la alta divulgación, para llegar a un público cada vez más amplio y diverso.

Aunque siga siendo inexplicable, la comprensión de la solución final ha cambiado. Hace tiempo que un episodio atroz, un suceso innombrable, acelerado en la indiferencia y el abandono de la sociedad de entreguerras, no se entiende únicamente por el ascenso del nazismo.

  • La violencia, su propia lógica interna, emerge como el verdadero lenguaje que hay que descifrar para entender la primera de las instituciones totalitarias. El castigo, el trabajo forzado y el exterminio convivieron en el universo concentracionario alemán, basado en un modelo anterior sobre el que se impuso la jerarquía racial nazi.

Con el estallido de la guerra todo cambió, pero la comprensión del funcionamiento de un sistema, de una red, ha permitido arrojar una tenue luz sobre esta negra página de la humanidad. Aquellos lugares destinados exclusivamente a segar vidas también albergaron esperanza, ayuda y amistad.

Gestos sencillos y cotidianos permitieron a muchos recordar que todavía eran personas, luchar para sobrevivir. Sus recuerdos afloran aún y siguen conmoviendo la conciencia occidental.

FUSIÓN

La fusión de los fenómenos políticos, tecnológicos y económicos que puso en marcha el Tercer Reich en su camino hacia la guerra total ha sido uno de los motores de esta renovación. Grandes especialistas como Christopher Browning, Peter Hayes y Raul Hilberg han logrado combinar estas tres ramas en German Railroads, Jewish Souls: The Reichsbahn, Bureaucracy, and the Final Solution (Bergham Books, 2019), un monumental estudio desde el corazón organizativo del infierno que integra los testimonios de víctimas y verdugos.

Su aparición, de hecho, animó a familiares de supervivientes a interponer una demanda colectiva en Estados Unidos, denunciando la responsabilidad de los ferrocarriles franceses en la deportación. Gracias a ello, la historiadora Sara Federman pudo acceder a los registros de la oficina burocrática de Eichmann que analiza en Last Train to Auschwitz (Wisconsin University Press, 2022).

Solo en el verano de 1942, embarcaron en Drancy, a las afueras de París, 4.000 niños judíos en los mismos trenes que volvían de hacer el trayecto hacia Polonia con sus padres. Tras localizar a sus familias, logró ponerles rostro y devolverles la voz a muchos de ellos.

La capacidad probatoria de los documentos incautados, usada desde los juicios de Núremberg, ha dado paso a un minucioso trabajo arqueológico y antropológico. La fotografía ha sido fundamental para recorrer el lado más oscuro de la memoria europea. Conmocionada por la imagen, Wendy Lower se embarcó en una ardua labor de identificación de una familia retratada en el mismo momento de su ejecución.

La fosa (Confluencias, 2022) ha reabierto el debate de la colaboración de otros países en el exterminio judío, antes incluso de que se pusiera en marcha la solución final.

A partir de septiembre de 1941, tras su primer fracaso en el frente del este, la Alemania nazi iniciaría un viraje que culminaría en la reorganización de los campos y la puesta en marcha del Holocausto. Todo se decidió en la célebre reunión de Wannsee, llevada de nuevo al cine con éxito en La conferencia (2022), película que muestra cuál fue la implicación exacta de todos los ministerios y aparatos gubernamentales en la puesta en marcha y desarrollo del exterminio judío.

La conexión entre el antisemitismo oficial y la opinión pública ya había sido dirigida en las campañas pioneras de propaganda del Partido Nazi antes de la guerra.

Un proceso, ramificado y extendido por toda Europa, que fue descrito minuciosamente por George Mosse en Hacia la solución final: una historia del racismo europeo (La Esfera, 2023), en el que se embarcaron las grandes empresas y el mundo financiero alemán, tal y como demuestra el periodista David de Jong en Dinero y poder en el Tercer Reich: la historia oculta de las dinastías más ricas de Alemania (Principal de los Libros, 2022).

La guerra marcaría otro hito, con la limpieza de la retaguardia, la "cuestión gitana", la "eliminación directa" de los prisioneros soviéticos y la "detención" de los extranjeros. El decreto Noche y Niebla, autorizando la desaparición de todo sospechoso, fue el siguiente peldaño hacia el Holocausto. Tan solo quedaba situarlo en un nudo logístico: Auschwitz, transformado oficialmente en un centro de exterminio en mayo de 1942. Para facilitar la operación, las SS transformaron una granja de Birkenau en una cámara de gas. Lo llamaron el Búnker número 1.

El asesinato de Heydrich, director de la Oficina Central de Seguridad (RSHA), el 4 de junio en Praga, permitió a Himmler extenderlo de manera ilimitada.

El cierre de los campos de trabajo y la destrucción de los guetos que aún quedaban en pie, como el de Varsovia, iniciaron la llegada masiva de personas a una industria de destrucción que ya no sufriría apenas modificaciones.

Primo Levi fue uno de los supervivientes que más escribieron sobre la necesidad de comprender aquella estructura del horror.

Durante su estancia en el läger, mostró siempre una incesante curiosidad por todo lo que le rodeaba. Formaba parte, como él mismo reconoció, de una estrategia de supervivencia en el campo que silenció tras su liberación. Quedó enterrada así la identidad del albañil piamontés que le ayudó y le dio de comer durante meses; Lorenzo Perrone, un trabajador libre que vivía fuera del campo, que tampoco pudo volver a una vida normal, incapaz de olvidar todo lo que había visto al otro lado de la alambrada. Su historia ha sido rescatada ahora por Carlo Greppi en El hombre que salvó a Primo Levi (Crítica, 2023).

La presencia femenina en los campos no fue testimonial, como ya documentara la escritora Montserrat Roig a finales de los años setenta en Els catalans als camps nazis (Península, 2017). Entre ellas estaba Neus Catalá, quien describió en sus memorias el funcionamiento de Ravensbrück.

Pero ¿qué implicaba ser mujer en los campos? A esta pregunta contesta Daniela Padoan mediante el testimonio directo de tres supervivientes: Liliana Segre, Goti Bauer y Giuliana Tedeschi, en Como una rana en invierno. Tres mujeres en Auschwitz (Altamarea, 2019).

La renovación temática ha llegado también al mundo de la divulgación con auténticos best sellers en los últimos años en Inglaterra y Estados Unidos.

La mayoría sigue la línea de La lista de Schindler o El niño con el pijama de rayas, pero beben de este cambio histórico e incorporan testimonios escritos y documentos de los propios supervivientes del Holocausto. Buena muestra de ellos son Auschwitz: última parada, versión novelada del diario del médico judío holandés Eddy de Wind (Espasa, 2020); K.O. Auschwitz (Corner, 2022), una historia real de los prisioneros forzados a boxear para sobrevivir; Yo, Dita Kraus (Martínez Roca, 2022), basada en las memorias de la que fuera bibliotecaria en Auschwitz hasta su traslado a Bergen-Belsen, y, por concluir una larga lista, El tatuador (Booket, 2020), con la reconstrucción de una de las figuras esenciales en la vida cotidiana de los campos, que ocuparía un espacio central en el recorrido literario iniciado por Jorge Semprún tras sobrevivir a Buchenwald.



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