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Contra el turismo de lujo

Anna Pacheco, a autora de la novela ‘Listas, guapas, limpias’ se camufló en comités de empresa de hoteles de lujo para escribir una crónica sobre cómo afecta a los trabajadores pobres la convivencia con la riqueza y reflexionar sobre la ciudad global y su modelo de turismo

Anna Pacheco, en el mirador del Mediterra´neo en la Barceloneta.Contra el turismo de lujo

Enfrente del Mandarín Oriental —antes un banco, hoy un hotel— aparcan furgonetas de lujo. Ayer acabó el Mobile World Congress y no se han ido aún todos los congresistas. En el móvil, releo un artículo que Anna Pacheco publicó en Playground hace seis años: era su primer ejercicio de periodismo de infiltración. Intentó colarse en la feria del móvil para observar a los directivos de las empresas, pero no obtuvo acreditación. Lo que nadie pudo impedirle fue inmiscuirse en sus fiestas. “Mentirles ha sido ridículamente fácil mientras ellos no dejaban de repetirme qué hacen y lo que tienen.

Las pocas relaciones que entablan estos días con mujeres son así, para su uso y disfrute, para el baile y la fiesta. Cultura de empresa”. En 2018, las empresas no contrataban a mujeres para conducir esos coches de lujo. Ahora tampoco. La autora de la novela Listas, guapas, limpias llega puntual a la entrevista para hablar de Estuve aquí y me acordé de nosotros.

Para escribir esta crónica tuvo que infiltrarse de nuevo, en esta ocasión gracias a la complicidad sindical. Era la única manera para conocer las condiciones laborales de los trabajadores de los hoteles de lujo y observar la relación que la dirección y cargos intermedios establecen con ellos. Lo que Pacheco vio y anotó lo pensó con las herramientas de la antropología social.

“El hotel no es solo espacio de trabajo, se erige en una figura moral, de autoridad, de inspiración: ostenta la hegemonía cultural de los que dominan”. Así, la crónica se desdobla en ensayo para contemplar uno de los ángulos oscuros de la industria del turismo —la corrosión del carácter por la precariedad— y proponer una interpretación sobre la sociedad del lujo y la metamorfosis de la ciudad global. Es el objetivo clásico del periodismo de infiltración: la crítica social.

“Soy una escritora que viene de una clase trabajadora aspiracional. Como dice Emmanuel Rodríguez, víctima de una ideología clasemediana: la familia creía que a partir del trabajo duro y los estudios universitarios uno tendría necesariamente que progresar”. La conciencia del fin de esa promesa es el motor del análisis de Pacheco sobre el presente. “Reflexiono todo el rato en torno a eso”.

  • El libro empieza con la descripción de un espacio en la casa de sus padres. En el escritorio visible en una estantería, junto a un ejemplar de la novela de la hija, la reproducción en miniatura del crucero que la familia hizo en su día por el Mediterráneo. Durante un tiempo estuvo allí la figurita que la empresa regaló a la madre, administrativa, cuando se jubiló tras 40 años trabajando en la misma categoría profesional. La figurita ahora está guardada en una caja de zapatos. Permanece el orgullo por la profesionalización de la hija como escritora y el testimonio de la realización vital a través del turismo.

Es la concreción de la aspiración. La que mostraba Paraíso, que se emitió en verano entre 2000 y 2003. La aspiración podía ser pasar una semana de vacaciones en un hotel de lujo en República Dominicana porque España iba bien. Pero aquella promesa hoy es mentira y desde esa posición Pacheco analiza la serie en unas páginas espléndidas de crítica cultural. “El paraíso de la serie Paraíso era, pues, la puesta en escena de un decorado turístico que dejaba al descubierto una mirada eminentemente colonial, explotativa y aspiracional en esos años burbujeantes de pelotazo turístico e inmobiliario”. El origen de la serie fue una propuesta de un empresario hotelero para grabar un spot publicitario. Al final fue serie en la televisión pública y obtuvo unas respetabilísimas cifras de audiencia. En su casa, la miraba. Anna Pacheco tenía nueve años, crecía en un barrio popular y flipaba con el taburete atornillado en la piscina de la serie y el camarero que servía una copa mientras el protagonista estaba allí sentado.

En 2008, cumplió 17 años. Acaba bachillerato, empieza Periodismo, trabaja en el Starbucks del centro comercial La Maquinista. También ahora revisa aquella experiencia laboral. “Fue un intento de glamurizar un centro comercial alejado del centro. Querían atraer precisamente a un perfil de visitante guiri, que gastara más dinero”, me explica. Podría ser corista de la nueva canción Miracle a les Planes, de Guillem Gisbert. El cantante de Manel, que acaba de publicar disco en solitario, también estudió Periodismo y dos décadas después piensa su experiencia. Habla de un plan malvado de la juventud en el prólogo a la crisis: “Queríamos encajar, como buenos niños de clase media y de Letras”. A principios de 2013, acoge el blog Jóvenes (sobre) salientes, que hasta principios de 2015 escribía con su amiga y periodista Andrea Gómez. Exactamente lo que tocaba.