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Más allá de Confucion

Pese a la presión sobre el mundo de la cultura, el debate intelectual aún está vivo

A primera vista, el panorama intelectual de China aparece monolítico. Al fin y al cabo, el régimen del Partido Comunista domina todas las esferas de poder, incluida la cultural, y durante el mandato de Xi Jinping no ha hecho sino intensificar el control sobre el mundo del saber: se han cerrado foros de debate erudito en Internet como Consensus Net; el prestigioso think tank económico de corte liberal que dirigía el legendario Mao Yushi fue obligado a dejar de operar en enero. Las universidades han recibido órdenes de no difundir “valores occidentales”. Publicar obras críticas al Gobierno se ha convertido en una quimera o puede costar años de cárcel, como le ocurrió al premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo, fallecido el 13 de julio.

Liu Mingfu Director del Instituto de Desarrollo Militar de la Universidad Nacional de Defensa abogaba en su célebre libro de 2010 El sueño chino que la segunda economía del mundo debe desarrollar una estrategia de desarrollo militar que le asegure una posición de liderazgo capaz de competir con Estados Unidos. Una política que muchos analistas señalan que es, en la práctica, la misma que Pekín aplica.Más allá de Confucion

Pero, si se mira un poco más de cerca, incluso dentro del establishment aparecen diferentes corrientes de opinión en las universidades y en los más de 400 think tanks que, alentados por el Gobierno, han florecido por todo el país, especialmente en los últimos cuatro años. 

Algunos de ellos han servido para poner el músculo teórico a una idea propuesta por el Gobierno, como es el caso de los estudios sobre la Nueva Ruta de la Seda, el gran programa de inversiones en infraestructuras que se ha convertido en el buque insignia de la política exterior china. Otros han aportado ideas que el Gobierno ha acabado incorporando a su política. Varios son completos desconocidos para el público, pero el régimen les presta extrema atención. Otros nombres son muy populares, pero sus ideas no llegan a Zhongnanhai, la sede de la presidencia china.

No todos los forjadores de opinión pública proceden de centros de estudios oficiales. El historiador y tertuliano Sima Nan cuenta con un buen número de seguidores entre el público chino al dar voz a los defensores del legado maoísta. Encendido defensor del sistema de partido único, es un firme crítico no solo del Gobierno estadounidense, sino también de la promoción de los valores universales y de todo aquello que pueda oler a liberal dentro de China.

El panorama no estaría completo sin las aportaciones de periodistas influyentes. De un lado, Hu Xijin, director del nacionalista Global Times y defensor de posturas en política exterior en ciertos casos más radicales que las del propio Gobierno chino. 

En el otro lado del espectro se encuentra Hu Shuli, la célebre directora de Caixin, la revista económica independiente amante de probar hasta dónde llegan los límites de la censura china.

Aunque nadie ha probado tanto esos límites como Liu Xiaobo. Su prohibidísima Carta-08, el manifiesto que en 2008 pedía democracia, derechos humanos y separación de poderes para China, es el abecedario de la disidencia política china. A él, redactarla le costó una condena de 11 años de cárcel. En julio murió de cáncer de hígado, mientras China rechazaba que recibiera tratamiento en Occidente. (EPS) 

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