La Primera República, 150 años después
Varios libros analizan un periodo convulso donde confluyeron conspiraciones e insurrecciones, crisis gubernamentales, odios, la guerra en Cuba, el internacionalismo, la Segunda Guerra Carlista y el cantonalismo
En 1911, Benito Pérez Galdós, enfermo y con graves problemas de vista, dio a la imprenta un par de novelas con la Primera República española como materia: La Primera República y De Cartago a Sagunto. Constituyen las entregas antepenúltima y penúltima de los Episodios Nacionales. En un total de 46 volúmenes, publicados entre 1873 y 1912, Galdós llevó a cabo una extraordinaria reconstrucción literaria de la España del siglo XIX.
En el caso de los dos títulos citados, un escritor anciano, pesimista y republicano, relataba de forma benevolente unos momentos de la historia española que había vivido, con 30 años, desde un activo, inquieto y muy crítico liberalismo monárquico. En los párrafos preambulares de La Primera República, el narrador, Tito, explicaba al lector: "Ansío penetrar con vosotros en la selva histórica que nos ofrecen los adalides republicanos en once meses del 1873, año de sarampión agudísimo del que salimos por la intensa vitalidad de esta vejancona robusta que llamamos España. La historia de aquel año es, como he dicho, selva o manigua tan enmarañada que es difícil abrir caminos en su densa vegetación. Es en parte luminosa, en parte siniestra y oscura, entretejida de malezas con las cuales lucha difícilmente el hacha del leñador".
Estas palabras, escritas hace más de un siglo, tienen todavía validez. El hacha del leñador, o, si quieren, la pluma, bolígrafo o teclado del escritor y del historiador, siguen luchando con dificultades con esta densa y enmarañada vegetación. Los tiempos de la República de 1873-1874, que "vino a deshora" como afirmara a posteriori Pi y Margall, no fueron plácidos en España: conspiraciones e insurrecciones, crisis gubernamentales, odios cainitas, guerra en Cuba, internacionalismo, Segunda Guerra Carlista, cantonalismo: el país era un polvorín.
CENTENARIO
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Dos conmemoraciones, en el año 2023, han estimulado la producción historiográfica: el centenario del golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923 y el 150º aniversario de la proclamación de la Primera República. En este último caso, no han faltado síntesis, monografías y estudios colectivos. Tampoco interesantes esfuerzos de divulgación, como Esto no estaba en mi libro de historia de la Primera República, de Javier Santamarta del Pozo. Aunque los historiadores profesionales desconfíen sistemáticamente de este tipo de producciones, resultan imprescindibles. Con amenidad e ingenio, al tiempo que usando una buena bibliografía, el autor ofrece una singular mirada al pasado no exenta de guiños al presente.
- Un par de obras de síntesis del periodo han visto la luz, muy distintas de factura y planteamiento y con interpretaciones contrarias en no pocas ocasiones. Tanto Jorge Vilches como Florencia Peyrou insisten en las deficiencias de los estudios sobre la Primera República y los equívocos sobre su cronología.
El periodo no terminó con el golpe de Pavía en enero de 1874, sino con el pronunciamiento de Martínez Campos en diciembre. No tuvo, en consecuencia, cuatro presidentes —Figueras, Pi y Margall, Salmerón, Castelar—, sino cinco, siendo el último el general Serrano. Omitir 1874 ha llevado a una visión tan mítica —una República federal de verdad frente a otra, unitaria, traicionada— como equívoca. Asimismo se ocupan de los precedentes, insistiendo mucho Vilches en la monarquía amadeísta y su pésima clase dirigente —Ruiz Zorrilla y Martos, en especial—, mientras que Peyrou opta por consagrar un capítulo inicial a tratar de los orígenes del republicanismo en España.
La gran diferencia entre ambos volúmenes radica en el planteamiento y las conclusiones. Vilches privilegia los hechos políticos y no las intenciones y programas, y califica la experiencia republicana, injustificadamente idealizada, de desastre y caos —en buena medida provocado por el utopismo de la Federal—, además de subrayar sus déficits democráticos.
Destaca su libro por una extensa documentación y por las aportaciones puntuales —en especial, la permisividad castelarina y el aplauso al golpe de Pavía—, pero presenta problemas que lo lastran indefectiblemente: un exceso de juicios y descalificaciones, así como una opción historiográfica ajada, que plantea la vida política como autónoma de la sociedad y el mundo de su tiempo. Peyrou presenta una propuesta interpretativa en la que intenta alejarse del paradigma del fracaso, integrando la experiencia republicana, con todas sus dificultades y conflictos, en la primera ola de democratización europea. Los proyectos y discursos republicanos merecen aquí una atención paralela a sus resultados.
El planteamiento es muy interesante y promete resultados destacables, pero todavía no está lo suficientemente maduro. No ayudan el abuso de entrecomillados o la utilización de bibliografía general no especializada en algunos temas.
A las necesarias síntesis debe añadirse el volumen más especializado, coordinado por Manuel Suárez Cortina, que integra un conjunto de aproximaciones temáticas (laicismo, política colonial, cantonalismo, déficit público, etcétera) presididas por las ideas de debilidad y diversidad republicanas.
El cantonalismo, estudiado en todos los volúmenes anteriores, ha sido también objeto de tratamiento particular. En La rebelión cantonal en la I República se lleva a cabo un examen coral de esta alternativa revolucionaria de construcción social y supuestamente democrática desde abajo.
Si exceptuamos el pésimo capítulo de Toledano, las lecturas del fenómeno resultan muy prometedoras. Jeanne Moisand, en Federación o muerte, ofrece un muy sugestivo análisis del cantón de Cartagena, con una explotación de nuevas fuentes y un enfoque atlántico en el que no están ausentes la Comuna parisina, el independentismo cubano y el republicanismo filipino.
Grabado en color de la proclamación de la Primera República española (1873-1874).