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Wally, el tipo más buscado de la historia, vuelve a esconderse

Una nueva edición de uno de los clásicos del personaje creado por Martin Handford demuestra la eterna vigencia de una fórmula sencilla, hecha de dibujos, papel y concentración, que ha vendido millones de ejemplares

Un hombre y un niño, disfrazados del personaje Wally, en un evento en una librería de Londres en septiembre de 2019.Wally, el tipo más buscado de la historia, vuelve a esconderse

No es un criminal. Al menos, que se sepa. Tampoco conoce secretos decisivos o vio cosas que no debía. Y, sin embargo, lleva décadas convertido en el tipo más buscado del planeta. No hay día sin que alguien le dé la caza. Hombres y mujeres, niños y abuelos, de Argentina a Corea del Sur, incesantemente. Todos a por él.

Y eso que a priori hace poco por destacar, ya desde su vestimenta: jersey de rayas, gorra y vaqueros. Aunque, bajo su aspecto común, oculta un talento único: viajar siempre a lugares colapsados. Está claro que Wally no acaba de comprender lo del turismo sostenible. Pero, en cambio, ha demostrado su maestría en unos cuantos asuntos: éxito, atractivo, creatividad.

Hace 37 años que no puede irse tranquilo a ningún lado: era 1986 cuando su papá, el artista Martin Handford, lo dibujó por primera vez en la esquina de una plaza. Desde entonces, millones de lectores entusiastas se entretienen buscándolo allá donde esté: en la playa, el estadio, Hollywood... O la prehistoria, uno de los escenarios de su nueva aventura, ¿Dónde está Wally? En busca de la nota perdida.

Se trata, en realidad, más bien de un regreso. Precisamente un triunfo tan constante como abrumador ha llevado a B de Blok, su sello en España, a recuperar ahora este clásico de la saga, 11 años después. Con recortables, materiales extra. Y una certeza, que expresa la editora literaria Isabel Sbert: "Wally ha logrado consolidarse como una marca transversal, icónica e imperecedera. Sería difícil encontrar a alguien que no la reconozca. Gusta a pequeños y mayores, y no pasa de moda porque conecta con algo muy esencial: nuestra necesidad de entretenimiento".

Lo cierto es que, ya solo en la primera doble página, detectarle en medio del asedio a un castillo sigue exigiendo una placentera mezcla de tiempo y concentración. Y más si se pretende hallar a Wenda, el mago Barbablanca, Odlaw y al escurridizo perro Woof, del que siempre solo se vislumbra el rabo. O a los episodios y personajes más extraños que rodean a los protagonistas. "Con el reto de buscar a un turista, Handford nos lleva a estudiar su escena desde mucho más cerca. [...]

  • Toda la humanidad está representada en el mundo de Wally: política, economía, guerra, amor, muerte, arte y hasta literatura se ofrecen, se discuten, se satirizan y se celebran, gracias a las simples interacciones de su reparto de millones de personas", se rendía el dibujante Lorenzo Etherington en una columna en The Guardian en 2016.

Sus ingresos también se contabilizan con muchos ceros. Igual que las copias vendidas de sus siete libros, en más de 80 países y 26 idiomas. O la cifra que el grupo Entertainment Rights le pagó a Handford en 2007 por los derechos globales de la marca: unos 2,8 millones de euros. Se trata, al fin y al cabo, de un auténtico imperio, que ha invadido series animadas, videojuegos, tazas o camisetas.

E incluso el mundo real, donde la competición por la quedada más masiva de Wallys reúne cada cierto tiempo a miles de aficionados disfrazados. Hay sitios donde le quieren tanto que hasta han querido llamarle con otro nombre, para sentirle aún más cercano: Charlie, Ubaldo, Waldo, Jura o Willy, entre otros. El original, en cambio, se debe a que en inglés evoca a alguien que dice o hace algo torpe o absurdo.

FENÓMENO EN ESPAÑA

En España, el fenómeno está incluso yendo a más, según Sbert: "Hemos notado un crecimiento exponencial en los últimos años". Entre otras explicaciones, la editora cree que la primera generación que le adoró hoy anima a sus hijos a perseguir a Wally. Y, además, el personaje sabe llevarse de viaje también la mirada del seguidor a un lugar cada vez más preciado: el papel, lejos de pantallas y móviles. Todo con una fórmula, en apariencia, muy sencilla. Y que, más allá de alguna página desplegable y algún juego de astucia, apenas ha variado en casi cuatro décadas.

Puede que justo ahí se esconda uno de los secretos. El arte de Handford, al revés, no es ningún misterio, igual que su atención al detalle: se dice que cada doble página le exige unas ocho semanas de trabajo. "Empiezo con una lista de una veintena de gags que quiero incluir, y se me ocurren más mientras trabajo", afirmaba él en una de sus escasísimas entrevistas, con The New York Times, en 1990. Ahí también compartía que vivía en una casa "muy pequeña", con la cama en medio del salón, y miles de cómics y soldaditos; que se levantaba a las dos de la tarde y trabajaba hasta las seis de la madrugada; y se definía como "no muy exitoso".

Imposible preguntarle qué piensa ahora. Handford se esconde incluso más que Wally: Sbert relata que ni siquiera ella tiene algún contacto con él, ya que todo se gestiona con los dueños de los derechos. Un autoexilio de los focos parecido al de Bill Watterson aunque sin llegar a tanto: el creador de Calvin y Hobbes dio por concluida su serie más célebre y nunca ha querido que aparezca en formatos que no sean una viñeta en un papel. Justo esta semana, por cierto, está prevista la publicación de Los misterios, un cuento ilustrado que supone el primer trabajo escrito de Watterson desde 1995.

"Martin Handford es un hombre muy privado. Y centrado exclusivamente en su trabajo", apuntó el director ejecutivo de Entertainment Rights, Mike Heap, cuando adquirieron su obra. Lo demás es silencio, dibujos y algún dato biográfico, tal vez mezclado con la leyenda. Se supone que escucha Bee Gees y The Clash; niño solitario, criado por una madre divorciada, se aficionó ya desde los cinco años a diseñar versiones estilizadas de las secuencias de acción que había visto en algún filme; y trabajó en una compañía de seguros para pagarse el camino hacia el arte. Hasta que David Bennett, entonces editor de Walker Books, le planteó a Handford la posibilidad de un libro ilustrado con escenas abarrotadas, al estilo del francés Philippe Dupasquier. Empezaba así la paradoja infinita de Wally: cuanto más se esconde, más le buscan. El destino de los mitos.



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