Editoriales > ANÁLISIS

Una colosal hazaña

Fue en 1968, cuando treinta científicos, humanistas, educadores y administradores se reunieron en la Academia de Lincei, Roma, para discutir acerca de cómo comprender y enfrentarse a la maraña, cada vez más compleja y siempre mutante, de problemas que entrelazados están llevando a la humanidad a una crisis sin precedentes. De ahí surge el Club de Roma, y sus conclusiones reunidas en El Debate Sobre el Crecimiento (FCE). 

Los estudios realizados en el MIT por medio de computadoras, han alertado en mucho a la humanidad respecto a la limitación de los recursos, del crecimiento económico y de la expansión. En el texto se aboga por más equilibrio y más por un toma y daca, por una más íntima cooperación e interdependencia de los continentes en lo futuro. Pero, luego del primer impacto, el tema fue dejado de lado y los problemas se agravan más.

Una colosal hazaña

Los conflictos del capitalismo derivados de los límites del crecimiento; esto es, que no se podía generar más riqueza para los inversionistas en tanto que las ganancias fueran repartidas entre los asalariados que la generaban en una especie de frágil equilibrio, que, de todas maneras, premiaba más al capital, se encaminaron hacia el modelo que fue conocido como neoliberalismo: la desregulación, la flexibilización y la globalización.

El neoliberalismo se anotó varios triunfos que crearon falsas expectativas entre sus defensores. En primer lugar, obtuvo resonantes éxitos en el plano político doblegando a las organizaciones laborales y apropiándose de una porción mayor de sus ingresos. Reagan y Tatcher le abrieron camino a un nuevo estilo de generar ganancias. Algunos llamaron este nuevo modelo de acumulación “la financiación de la economía global”.

Financiación porque las políticas neoliberales, promovidas por poderosas entidades financieras internacionales, con la protección de las grandes potencias, transfirieron riquezas a escala global mediante la rapiña. Por medio de la desregulación, arrancaron a los trabajadores las llamadas empresas públicas, mercantilizando incluso las fuentes de abastecimiento de agua. Así mismo, la flexibilización disminuyó la participación de la clase obrera en la adecuada distribución de la riqueza que con su trabajo genera.

Las políticas neoliberales fracasaron. Durante el lapso 1975 y 2005, se dejó de invertir en actividades productivas y los especuladores se dirigieron al sector financiero en el que se creaban los mecanismos, mucho de ellos artificiales, capaces de movilizar los capitales acumulados creando las llamadas burbujas, que lograba generar ganancias pero sin crear nueva riqueza. La crisis financiera derivada del estallido de la burbuja inmobiliaria en la bolsa de valores de Nueva York es una de las causas de la crisis del sistema capitalista; pero, aún faltaba lo peor: el crédito contra emisiones de deuda pública. Así, los gobiernos federal, estatales y municipales están hasta las chanclas.  

Finalmente, los gobiernos de algunos países, como México, han ideado formas cada vez más sofisticadas para comprometer el futuro del país y de los paisanos, como ese de las Escuelas al 100, por medio del cual se buscaba captar 53 mil millones de pesos para obras de infraestructura y mejoramiento en las escuelas públicas y que llegó a ser tan buen negocio, que ya lleva más del doble, comprometiendo los terrenos donde se asientan los planteles, que serán reclamados ante instancias judiciales por la banca.

Pero, hay que reconocer que los límites del crecimiento no están determinados por la voluntad del hombre o de los gobiernos, sino por la propia naturaleza, que en estos momentos se manifiesta y protesta no contra quienes le provocan daño en un afán enfermizo de acumulación de riqueza estéril, sino de toda la humanidad, con énfasis especial en los más vulnerables, aquellos que han perdido todo, hasta la esperanza porque unos cuantos desalmados compiten por el puesto de hombre más ricos del mundo.

De ahí la importancia que reviste el proyecto de la Cuarta Transformación de la República, para dejar atrás la noche oscura y oprobiosa del neoliberalismo y volver a los principios que hicieron notable la Revolución Mexicana y su más preciado legado, la Constitución del 17, que se sustenta en el nacionalismo revolucionario, la democracia con justicia social y una economía mixta con rectoría del Estado.

Romper las inercias del neoliberalismo y quitar la chiche a los potentados será una hazaña colosal; pero, necesaria si México busca pervivir.

Si se busca preservar el más preciado legado que han recibido los seres humanos: la Tierra y sus riquezas, que, de ninguna manera son inagotables.