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La santidad de Teresa

En un mundo inmerso en feroz egoísmo, que impide, en todos los sentidos, cualquier sentimiento de generosidad, altruismo y solidaridad; en un universo en que no existe alguien que se done a su prójimo, la vida de la Madre Teresa de Calcuta vino a dar una tremenda sacudida a los hombres de buena voluntad. Su mera existencia y su santificación, tan cuestionada, ponen al descubierto los misteriosos caminos del amor.

Hoy, hace 21 años que, luego de prolongados quebrantos de salud, partió de este mundo la Madre Teresa y es hora que no se ha entendido a cabalidad su legado y su enorme mensaje de entrega a los más necesitados, a los pobres de los pobres, a los que ya ni esperanza podían tener.

La santidad de Teresa

Según ella misma relata, allá por 1949: “Nuestro Señor quiere que sea una monja libre cubierta con la pobreza de la cruz. Hoy aprendí una buena lección. La pobreza de esta gente debe ser algo muy difícil para ellos. Mientras buscaba por un hogar caminé y caminé hasta que mis brazos y piernas me dolieron. Pensé entonces qué tanto debía dolerles a ellos en su cuerpo y alma, buscando por un hogar, por comida y por tener salud. Entonces la comodidad de Loreto me sedujo. ‘Solo tienes que decir una palabra y todo será tuyo de nuevo’, me insistía el tentador ... Por mi propia elección, mi Dios, y porque te amo, deseo permanecer y hacer lo que sea que tu Santa voluntad me pida”.

Fundó la orden de las Misioneras de la Caridad. Primero fueron los moribundos abandonados en las calles de la India; luego leprosos, desahuciados, madres desamparadas, niños abandonados, enfermos, hambrientos, pobres todos. A todos los recogió, cuidó, consoló y curó en la medida que pudo.

“En 1952 pudimos abrir el primer hogar del moribundo. A mí me ocurrió el primer caso, el de una mujer tirada en plena calle. Se la estaban comiendo las ratas y las hormigas. Yo la llevé al hospital, pero no podían hacer nada por ella. Tuvieron que aceptarla, porque yo dije que no me marchaba de allí en tanto no se hiciesen cargo de ella. Después fui al ayuntamiento pidiendo me diesen un lugar donde meter a tales desgraciados, porque ya en el mismo día, había encontrado a otros que también se morían en mitad de la calle”.

El ‘Hogar para moribundos ‘Kalighat’, modificó su nombre a ‘Kalighat, la casa del corazón puro’. Todos los que llegaban ahí recibían atención médica y la oportunidad de morir con dignidad de acuerdo a los rituales de su fe; los musulmanes leían el Corán, los hindúes recibían agua del Ganges y los católicos obtenían los últimos ritos. Según Teresa, “para personas que vivieron como animales, una muerte hermosa es morir como ángeles, amados y queridos”.

Ya reconocida mundialmente por haber extendido su obra a todo el planeta, la Madre Teresa recibió 1,25 millones de dólares provenientes de la fortuna de Charles Keating, quien también le prestó un avión y portaba un crucifijo que ella le dio. Se le criticó porque Keating era un estafador que dejó en la miseria a muchos inversionistas y por que no centró el uso del dinero en la reducción de la pobreza o en la mejora de las condiciones de sus centros, sino que lo utilizó para la apertura de nuevos conventos y el aumento de la labor misionera.

Sus defensores y admiradores no contestaron las críticas, sino que se ocuparon en señalar que la Madre Teresa llegaba a los pobres, no por sentimentalismo, sino por amor. No importa qué tan miserables y degradados estén los pobres, siguen siendo hijos de Dios, todos los cuales poseen dignidad humana. Expresó: “Hoy en día, está de moda hablar de los pobres. Por desgracia, no lo está hablarles a ellos”.

Lo asombroso es que Teresa tuvo más amor al próximo que fe en Dios: “¿Dónde está mi fe? Incluso en lo más profundo... no hay nada, excepto vacío y oscuridad... Si hay un Dios, por favor, perdóname”, dijo.

Y, por ello, fue más santa.