Editoriales > ANÁLISIS

Tambores de guerra

Muy pronto han empezado a sonar los tambores de guerra, aún antes de que se inicien los ambiciosos programas de austeridad y de combate a la corrupción que llevaron a Andrés Manuel López Obrador a ganar de calle las elecciones del pasado primero de julio. Dizque porque Manuel Bartlett no cubre el perfil para ser director de la CFE, lo mismo por su pasado tormentoso que por ser un político y no un tecnócrata a modo.

Las críticas han venido de varios rumbos; pero, es indudable, como lo escribió en la red Gerardo Fernández Noroña, que: “La mayoría de voces críticas, son las mismas que llamaron a no votar por López Obrador para presidente la República; o ya desesperados ante el inminente triunfo, convocaron a no otorgarle mayoría en el Congreso a su virtual gobierno. Son las mismas voces que se cebaron con la noticia de la multa arbitraria que el INE impuso a MORENA por el fideicomiso creado para apoyar a los damnificados de los sismos del año pasado”. Palabras que son creíbles.

Tambores de guerra

Luego señala que: “Es cierto que también hay críticas de hombres y mujeres de izquierda y de no pocos que votaron por AMLO, respecto a este nombramiento. A estos últimos, parece olvidárseles que Manuel Bartlett es fundador del partido MORENA; padecen de una desmemoria inaudita al no recordar que Bartlett fue responsable de la construcción de ese partido, por lo menos en el estado de Puebla. Se les olvida que lideró y sigue liderando a la fracción de ese partido en el Senado de la República. Que el PT cedió los dos primeros lugares de su lista al Senado de la República, para Manuel Bartlett y para Ana Gabriela Guevara, a petición del propio López Obrador en los comicios presidenciales de 2012”. Total, Noroña avala a MBD.

Importantes espacios noticiosos y de opinión se han ocupado, durante los últimos días, del caso, dando la impresión de que la luna de miel que siguió a la elección y la espera para poner en marcha el periodo de transición, ha terminado. Suenan los tambores de guerra antes de que inicie el sexenio y se percibe que esa será la tónica que habrá de seguir en los próximos seis años, de un toma y daca por limpiar al país de tanta mugre.

Nadie puede llamarse a sorprendido, pues, ya se esperaba y así se vaticinó en varios medios nacionales y extranjeros.  Señalaban que aunque era el único candidato que hablaba de la soberanía alimentaria del país, que quería tratar las raíces sociales de la violencia, que denunciaba el bajo nivel de los salarios, que prometía mejorar el acceso a la universidad, López Obrador tranquilizó a las franjas conservadoras de la sociedad aliándose con el Partido Encuentro Social, evangelista y en contra del aborto,?como ocurre con parte de la población y los partidos políticos y coaliciones de derecha.

Se ganó al Ejército con la promesa de no revisar la Ley de Seguridad Nacional, votada en diciembre de 2017, que aprueba la presencia de militares en las calles y amplía sus facultades hasta el punto de provocar inquietud en las Naciones Unidas y de las organizaciones de defensa de los derechos humanos. Su programa además sedujo a ciertas franjas del sector privado, que ahora estiman que López Obrador: “no sería tan peligroso como muchos imaginan”, según publicó el Financial Times, en abril del 2018.

Sin embargo, la hostilidad sigue viva dentro de un empresariado poco acostumbrado a que lo molesten. “Por más paradójico que parezca, Morena representa la mejor opción para los empresarios”, aseguró Martí Batres, uno de los dirigentes del partido, antes de desgranar el programa: “Erradicar la extorsión, la mordida y el moche que tanto afecta a los negocios”, “no aumentar los impuestos”, “conservar los equilibrios macroeconómicos” y “establecimiento de zonas francas para facilitar la inversión privada con incentivos fiscales”. El propio López Obrador aseguró a los banqueros que no habrá: “Ninguna confiscación, ninguna expropiación, ninguna nacionalización. Nada de corrupción. Ningún problema”. Pues sí; pero, eso fue antes de la elección.

Ahora, cuando se empieza a ver el ‘estilo personal de gobernar’ parece que no todo el monte es de orégano y han empezado los asegunes. De todas maneras, López Obrador está demasiado a la izquierda para muchos gerentes de empresas, que intentan desacreditarlo comparándolo con otro ‘populista’: el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, a quien los mexicanos tienen muy pocas simpatías por sus políticas.

Quizá, es muy temprano para ponerse moños; quizá, sería bueno dar el beneficio de la duda antes de desempolvar los cañones.