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Sigue la pesadilla

Asumió la Presidencia de México Enrique Peña Nieto, envuelto en el denso manto de la esperanza. De su gobierno se esperan muchas cosas; pero, fundamentalmente, una definición clara del rumbo que llevaría el país, y el fin de la borrachera irresponsable de políticos ineptos y corruptos.

Asumió la Presidencia de México Enrique Peña Nieto, envuelto en el denso manto de la esperanza. De su gobierno se esperan muchas cosas; pero, fundamentalmente, una definición clara del rumbo que llevaría el país, y el fin de la borrachera irresponsable de políticos ineptos y corruptos.

La propuesta luminosa de la Revolución Mexicana fue la democracia con justicia social, lo que ahora se conoce como la tercera vía en Europa. Con la docena trágica, no hubo democracia, menos justicia social; todo estuvo encaminado al enriquecimiento ilícito de las camarillas cercanas a los presidentes. Fue muy claro que entre más pillo era un funcionario, más posibilidades tenía de escalar en los cargos públicos y puestos de representación popular. La patente de corso tuvo mayor validez que los títulos universitarios y los grados académicos. Los ejemplos menudean y ya ni siquiera vale la pena mencionarlos.

Sigue la pesadilla

Con Enrique Peña Nieto, se abrió un abanico infinito de posibilidades para recuperar las vías a la estabilidad, el crecimiento y el desarrollo. Desde luego, la tarea no se antojaba fácil ni los resultados serían a corto plazo. El gobierno tendría que soportar el terrible ramalazo de los enormes créditos concretados de manera irresponsable por los gobiernos federales, estatales y municipales, en los que no hubo control ni supervisión alguna.

Los organismos acreedores, tanto oficiales como privados, otorgaron créditos con suma largueza, seguros de que tenían que aprovechar la jauja de los gobiernos que, preocupados por robar para sí, no tuvieron cuidado de las arcas públicas y dejaron que cada quien se despachara a sus anchas. Según las cifras maquilladas del Banco de México, durante los seis últimos años, la deuda externa de México había crecido en un 144 por ciento y la interna casi llegó al 200 por ciento.

Ciertamente que hubo muchas obras, algunas de ellas útiles; pero, el grueso fue sólo un pretexto para robar fondos públicos, pues no había quien llamara a cuentas ni quien pusiera orden.

El punto de referencia más cercano de Peña Nieto era Ernesto Zedillo Ponce de León, a quien llevó cinco años reorientar al país y reordenar las finanzas nacionales, luego de la terrible crisis del 94, cuando estalló la burbuja creada por el merolico Carlos Salinas de Gortari, con el cuento del nuevo milagro mexicano. Luego de asumir la Presidencia bajo signos ominosos, como los magnicidios, el vencimiento de la deuda externa de corto plazo y un crecimiento descontento popular por la corrupción salinista y la aparición de la guerrilla zapatista, Zedillo entregó el país con un crecimiento del siete por ciento del producto interno bruto, el reconocimiento del triunfo de la oposición y la depuración del Poder Judicial, que se había pervertido escandalosamente.

Zedillo cumplió cabalmente con las expectativas que despertó luego el asesinato del candidato oficial a la Presidencia, Luis Donaldo Colosio Murrieta y un buen número de mexicanos creyó que la transición política habría de llevar adelante la obra zedillista, para poner a México a la hora en el reloj político; pero, la alternancia resultó peor.

Con Peña Nieto, hubo optimismo y confianza de que los resultados a largo plazo serían buenos; que México recuperaría su posición de liderazgo en América Latina y de gran prestigio en el mundo entero, mediante la implementación de políticas que, como solicitaba el último presidente del México revolucionario, don Gustavo Díaz Ordaz: palien tanto la indigencia como la opulencia.

Con la doce trágica crecieron y se fortalecieron los cacicazgos que han sido el mayor obstáculo para la democracia. Los dos se echaron en los brazos de la Gordillo, quien lo mismo los arrulló que los golpeó y los exhibió feamente como sus lacayos, y dejaron que Romero Deschamps siguiera montado sobre el espinazo de los trabajadores petroleros, para hacer de la máxima industria nacional la cueva de Alí Babá donde todo el que puede roba grandes fortunas, sin que haya quien se dé por enterado.

Renacieron las esperanzas de un pueblo que ha demostrado grandeza y tolerancia ante los abusos de las castas privilegiadas, cuyos prebendas crecieron de manera desmedida.

Hoy, el final de un régimen que tuvo todo para acceder a la grandeza, el territorio nacional está cubierto de sangre, los pillos ricos son más ricos y la corrupción en el pan nuestro de cada día. Las esperanzas, fueron esperanzas muertas. Asesinadas con la soberbia de la casta privilegiada.