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Rumbo al nuevo TLCAN

No se percibe que los negociadores aborígenes para la modernización del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte tengan la intención de dar un enfoque diferente al acuerdo

No se percibe que los negociadores aborígenes para la modernización del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte tengan la intención de dar un enfoque diferente al acuerdo, a fin de sacar ventajas que hasta hora se han desperdiciado por la visión miope de la ganancia fácil, abundante y a corto plazo. Es la hora de promover la eficaz industrialización del país por medio de estimular la concurrencia del mercado nacional.

Hablan mucho y dicen poco; pero, la realidad es que México ofrece una ventaja que es de la mayor importancia en la globalización comercial: su ubicación frente a la mayor potencia económica del planeta. Esa ha sido la piedra angular del Tratado; pero, se ha quedado rondando en la periferia, porque los empresarios aborígenes y del otro lado no han hecho otra cosa que importar partes y componentes para venir a ensamblarlos aquí.

Rumbo al nuevo TLCAN

Luego se envían a los mercados estadounidense y canadiense como exportaciones de producción nacional, que no lo son, creando la ilusión de superávit que mañosamente se ha venido manejando. De esta suerte, unos cuantos vivillos se han enriquecido de una manera escandalosa, pues el truco se repite en prácticamente todo el territorio nacional. En los muy remotos casos en que hay concurrencia de la industria nacional, es mínima.

Para dar una idea, relacionada con uno de los renglones más boyantes del mercado de exportación, la industria automotriz, habría que recordar que, en 1962, el presidente Adolfo López Mateos decretó la integración de la industria automotriz, obligándola a incorporar un 60% de partes nacionales en los automotores producidos. En general la producción industrial creció en 51.9% durante su mandato y Automex se convirtió en una empresa boyante que abastecía parte importante del mercado nacional y exportaba.

Ahora, no existe porcentaje alguno de integración, pues aún las partes producidas en México son de empresas extranjeras que han encontrado en el país un nicho favorable por el empeño de las autoridades en mantener deprimidos los salarios para estimular la llegada de más inversiones; tampoco se ha promovido la innovación y modernización de la industria nacional, que sigue produciendo feo, malo y caro. Todo es de una vía.

Resulta innegable que la base de proveedores de México es muy dependiente de la industria norteamericana y no logra cumplir con las normas de origen de los acuerdos comerciales. La industria automotriz mexicana debe evolucionar desde una plataforma de exportación dependiente de insumos norteamericanos a un verdadero centro de manufactura que cuente con una base integrada de proveedores localizada en el país.

Esa tendría que ser la primera de las propuestas que los negociadores mexicanos deben llevar a la primera reunión el próximo 16. Que asociaciones sectoriales y las autoridades gubernamentales pertinentes, se propongan instrumentar una visión para la industria consistente con la estrategia nacional de desarrollo, atraer a inversionistas extranjeros prioritarios que aún están ausentes, e integrar la base de proveedores, lo que incluye una adecuación de la cadena productiva automotriz en México, con imaginación y voluntad.

Si en este momento, el contenido nacional en las exportaciones va de casi inexistente en ciertos sectores a poco más de 30 por ciento en otros, muy contados; habría que buscar que los miles de trabajadores mexicanos sin empleo se incorporen al sector productivo para generar ese círculo virtuoso que conduzca de manera directa al empleo decente que en Estados Unidos ya es una de las metas, por medio de cadenas productivas integradas.

Muy buena resulta la idea de que, en las negociaciones donde, por razón de tamaño de la economía y de la población, los mexicanos resulten los socios más importantes, se haga valer el interés de largo plazo y no los logros inmediatos que pueden ser aparentes. Los puntos de vista que han conducido a la actual situación, que, además no se reconoce, se tienen que substituir con una visión más amplia, un sentido más practico y más efectivo.